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lunes, 7 de diciembre de 2009

Espartanos: una vida dedicada a la guerra

Historia de National Geographic: Esparta

A los pies del monte Taigeto, en el Peloponeso, se alzaba la orgullosa ciudad de Esparta. Sus ciudadanos, educados con extrema dureza, perdían cualquier atisbo de individualidad para convertirse en guerreros ímplacables, cuyo único objetivo era combatir por su patria hasta la muerte.

Una sociedad cuyos miembros eran educados desde niños para combatir, y cuyos ciudadanos sólo tenían como ocupación la guerra. Esto era Esparta: un Estado que hacía de cada hombre un soldado. La fiereza de los espartanos, su valor, su frugalidad y ese orgullo de hombres libres descendientes de los hijos de Heracles se convirtieron en modelo de radicalidad moral y de sometimiento de los ciudadanos a las leyes y costumbres de su ‘polis’, su ciudad. Esparta era una sociedad fuertemente cohesionada por una vida de cuño militar y una estricta educación, en la que los niños abandonaban pronto el núcleo familiar para tomar conciencia de su pertenencia a una ciudadanía igualitaria y solidaria a la que, llegado el caso, tendrían que defender con su vida. Una sociedad en la que la cobardía en los hechos de armas no conllevaba únicamente el deshonor, sino una exclusión social absoluta que llegaba a la prohibición de contraer matrimonio y de participar en instituciones y festejos públicos. La sociedad espartana se dividía en tres estamentos: el ‘demos’, los hombres libres, los únicos que tenían derechos; los periecos, emigrados de otras regiones de Grecia que vivían y trabajaban allí, aunque no participaban en las instituciones; y los hilotas, los esclavos, que provenían de los territorios sometidos de Laconia y Mesenia, podían tener familia propia, no eran vendidos y no vivían en las casas de los amos. Se decía que Esparta era la tierra en la que se podía encontrar a los hombres libres más libres y a los esclavos más esclavizados. Parece que Esparta surgió a inicios del siglo VIII a.C. como una unión de varias comunidades en torno a la ribera del Eurotas: las cuatro aldeas que formaban propiamente Esparta, a las que se añade el núcleo de Amiclas, al sur del valle. Los espartiatas estaban divididos en tres tribus dorias: ‘pamphylleis’, ‘hylleis’ y ‘dymanes’. Pocas décadas después de su unión, las cuatro comunidades llevaron a cabo una serie de guerras para ampliar su territorio hasta apoderarse de Laconia y, posteriormente, cruzar la elevada cordillera del Taigeto para someter Mesenia entre los años 740-720 a.C. Licurgo desempeñó un papel fundamental en la historia arcaica de Esparta, fue un célebre legislador que introdujo las reformas que caracterizaron el Estado espartano y dictó las leyes que marcaron la vida y costumbres de los lacedemonios, como se conocía a los espartanos por su país, Lacedemonia. En Esparta se prohibió el enriquecimiento individual de los ciudadanos y se castigó el ánimo de lucro; sus propiedades eran rigurosamente controladas por un Estado que prohibía la posesión de oro y plata, y que acuñaba una moneda de hierro de escaso valor y cuyo peso la hacía difícilmente transportable, algo que se convirtió en objeto de burla para el resto de los griegos. Desde el mismo instante de su nacimiento, los espartanos estaban al servicio del Estado: los muchachos, para ser soldados, y las jóvenes, para ser madres de los mejores combatientes. La educación estaba encaminada tanto al fortalecimiento físico que requería un hoplita como a la asunción de una férrea disciplina dirigida a borrar cualquier rasgo de individualidad.

Fuente: http://www.historiang.com