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viernes, 26 de febrero de 2016

El demonio surgió de Pan y Dionisos

 
Estatua de Dionisos



“12 Moisés derramó óleo sobre la cabeza de Aarón y lo ungió para consagrarlo. (…) 14 Después hizo traer el novillo para el sacrificio por el pecado, y Aarón y sus hijos pusieron las manos sobre la cabeza del novillo.

15 Moisés lo sacrificó. Mojando sus dedos en la sangre, untó con ella las esquinas del altar, para consagrarlo. Después derramó el resto de la sangre al pie del altar; de esta manera lo consagró, haciendo por él la expiación. 16 Moisés tomó luego toda la grasa que cubre las entrañas, el hígado y los dos riñones con su grasa y la quemó sobre el altar. 17 En cuanto al novillo con su piel, carne y excrementos, los quemó fuera del campamento, como Yavé lo había ordenado.”

Levítico. Capítulo 8.

Éste es un pasaje de la Biblia donde se expone la manera como es llevado a cabo el sacrificio de un novillo. También se nos habla en la Biblia del sacrificio del macho cabrío cuando todo el pueblo de Israel ha cometido pecado. Ésta es una introducción a la figura de la cabra y su simbología. Justamente es un novillo o macho cabrío objeto de expiación para la comunidad, como si matando a este animal se purgaran todos sus pecados. También llama la atención el hecho de expulsar fuera de los límites del asentamiento los restos del animal. Allí podríamos darnos cuenta de la suciedad, quizás, del novillo con sus entrañas y excrementos. Después de haber proyectado sobre él las culpas por el pecado, mediante la imposición de manos, es muerto y despedazado. Lo que de él queda es llevado fuera del campamento, de la ciudad o del poblado.

Otro hecho en la narración del Levítico es la imposición de manos en ceremonia de expiación por el pecado. De esta manera se liberan las culpas o se redimen de alguna forma, por lo menos simbólicamente. Asimismo, aunque no sea expresado de manera directa, el animal, en este caso el novillo o macho cabrío, es utilizado como objeto de expiación o como objeto en el que residen y se proyectan las culpas del pueblo de Israel. Por esto y según la tradición cristiana, el macho cabrío encarna algo de lo prohibido o censurado en la comunidad por la autoridad o jefes de tribu. Pero como nos dice el Dr. Alfonso Fernández Tresguerres, en la pasaje que sigue a continuación, la mitología griega es pionera en cuanto a daemonización de lo carnal, o lo carnal como daemon.

El Dr. Alfonso Fernández Tresguerres, de la Universidad de Oviedo, en uno de sus libros publicados nos muestra una conexión que nos interesa entre el Diablo o Satán y Pan y Dionisos:

“Ahora bien, Dios tal vez pudiese haber creado al Diablo de la nada, pero el hombre (que es quien realmente lo ha hecho), no. Y por eso la figura de Satán no surge de la nada, sino del resto de figuras demoníacas presentes en las formas anteriores de religiosidad. Esas figuras confluyen en el Diablo siguiendo dos líneas fundamentales: Ahriman, por un lado, y Dionisos y Pan, por el otro (con la importante asistencia y apoyo, desde luego, de otras entidades divinas y demoníacas).

En realidad, casi podría afirmarse que el Diablo judeocristiano es prácticamente un calco del persa, porque el segundo ámbito al que aparece asociado Satán, esto, la fecundidad y el deseo sexual, son patrimonio también de Ahriman. Sin embargo, en este segundo aspecto, que consolida plenamente la figura del Diablo, más importante que la mitología persa, parece haberlo sido la griega. Satán será enseguida asimilado a todas aquellas divinidades ctónicas o subterráneas que los cristianos seguramente percibían, sin más, como demonios (no olvidemos que, en el peculiar dualismo cristiano, el cuerpo y la materia son el reino del Diablo). Y entre esas divinidades resultan absolutamente claves las griegas: Hermes, desde luego, el dios del falo y mensajero de los dioses (recordémoslo), al igual que lo fue inicialmente Satán; pero sobre todo Dionisos y Pan. A imagen de Dionisos, el Diablo será una entidad cornuda, símbolo de la fecundidad (como lo han sido siempre los cuernos, ya desde el Paleolítico), más bien de la orgía, la lascivia y la vida instintiva. Por su parte, Pan transmite al Diablo el deseo y el impulso sexual sin límite alguno, así como su aspecto cabruno, pezuñas y cuernos incluidos.”

(Alfonso Fernández Tresguerres; Satán. La otra historia de Dios)

De esta forma, contamos con una exposición breve pero verosímil acerca del origen de lo demoníaco. Según lo que recién hemos leído, podemos deducir que el Diablo es producto fundamentalmente de las figuras de Pan y Dionisos, figuras paganas de las que veremos un tanto sus convergencias y divergencias.

Según la mitología griega, Zeus llevó a su hijo Dionisos fuera de Grecia, al país llamado Nisa y allí se lo confió a las ninfas. Además, para impedir que su mujer Hera le reconociese, lo transformó en un cabritillo. Esto suena quizá a los amoríos entre Pan y las ninfas campestres en la novela Dafnis y Cloe de Longo (II siglo d.C.). Ya aquí una semejanza entre Dionisos y Pan.

Aparece la figura de la cabra o cabritillo, tal como es nombrado. Parece que era común en la mitología griega la figura de la cabra, no sólo para celebrar a Pan sino también para narrar historias de Dionisos. Si recordamos en Dafnis y Cloe hay un episodio en el que es raptada la joven Cloe por unos piratas. Ante las súplicas de Dafnis, amante de Cloe, Pan aparece en el barco de los piratas y los atemoriza infundiéndoles pánico, hasta que ellos entienden que el dios quiere la devolución a su tierra de la pastora Cloe. Ahora veamos un poco la relación de los piratas con otra divinidad, esta vez una divinidad olímpica, Dionisos, que es tomada de una vieja leyenda griega:

“Narra otra leyenda que cierto día Dionisos fue raptado por unos piratas que navegaban a lo largo de la costa. El dios se hallaba descansando en un promontorio cuando fue apresado por los piratas y conducido al barco. Pero el piloto, reconociendo en el raptado a un dios, aconsejó a sus compañeros:

-Desembarcadle al punto si queréis evitar grandes males.

Pero los piratas se rieron de él, aunque no por mucho tiempo, pues Dionisos empezó inmediatamente a hacer de las suyas. Primero hizo correr por la cubierta de la nave olas de un vino exquisito que exhalaba un olor embriagador. A continuación vieron trepar por el mástil y enroscarse una viña que comenzó a invadirlo todo con sus ramas, junto a una hiedra fresca y pujante.

Los piratas, aterrados al contemplar tanto prodigio y comprendiendo al fin que el piloto tenía razón, le instaron a que hiciera regresar el barco a la costa.

Pero Dionisio se transformó en un león y creó incluso una osa, con la que sembró el espanto entre los piratas, que corrían aterrados a refugiarse junto al timonel.

Entonces el león saltó sobre el jefe de los ladrones; los demás, al huir, enloquecidos, se tiraron de cabeza al mar, donde fueron transformados por el dios en delfines. Dionisos salvó al piloto por haber reconocido su naturaleza divina.”

Igualmente que en la narración de Dafnis y Cloe, en este caso es sólo el piloto del barco quien descubre o siquiera intuye la naturaleza divina de Dionisos. Ya hemos visto cómo la fecundidad está asociada a Dionisos mientras que el impulso sexual ilimitado está asociado a Pan. Hemos hallado cierta semejanza y diferencia en ambos dioses. No solamente Dionisos es terminado de concebir en el muslo del Gran Padre Zeus sino que al igual que Pan, tiene una conexión con las ninfas que, en el caso de Dionisos se llaman bacantes y en el caso de Pan se llaman así: ninfas. Se cuenta que Dionisos fue criado por Sileno, que:

Era un dios campestre hijo de Hermes o Pan y de una ninfa o Gea, según las diferentes versiones. Indistintamente la versión que se utilice aquí, existe una relación simbólica de parentesco entre los dos dioses implicados; o sea, Dionisos y Pan.

Finalmente, existe una similitud en la forma como la doctrina cristiana fue asimilada en los primeros años de la cristiandad y cómo fue decayendo el fervor en los adoradores de Pan y Dionisos. Recordemos un poco que al principio el pensamiento de Jesús fue censurado por la mayoría, aun cuando los milagros hechos por él nos hablaban de su divinidad. Mientras que el chivo expiatorio fue en el siglo V a.C. un macho cabrío o un novillo, más adelante en tiempos del Mesías, Jesucristo fue quien lo encarnó. Con la figura de Redentor se fundieron la antigua teoría religiosa judía y el revolucionario pensamiento del Señor Jesucristo, enviado divino por excelencia. Lo que ocurrió fue un cambio del objeto en el que recaían los males cometidos por el pueblo. Por ejemplo, según la mitología:

“Se dice que Orfeo introdujo la expiación de los crímenes y el culto de Baco”. (Dioses y héroes de la mitología. Edicomunicación. Barcelona, 1996).

Del culto de Baco o de Dioniso Baquio es que sucede un hecho bien conocido. Se da un sincretismo o asimilación entre los antiguos rituales órficos, báquicos y pánicos con la incipiente promesa cristiana. La figura del diablo va a ser representada desde entonces como un macho cabrío, cornudo y con la corporalidad de los antiguos dioses grecorromanos. Como hubo para los griegos un dios Pan, así también para los romanos Fauno y otras deidades campestres. Pero retomando un poco lo dicho anteriormente hubo un tiempo en que se prohibió el culto a Dionisos así como durante buena parte de nuestra historia lo fue el cristianismo. Pero no hay duda al respecto, los dos cultos arrastraron masas ingentes de personas. Asimismo, los dos se asemejan por empezar con pocos adoradores.

Sócrates Tsokonas (2005)


Casandra y Agamenón

Áyax y Casandra, por Solomon Joseph Solomon, 1886


El personaje de Casandra es definitivamente uno de los más interesantes de toda la poesía griega antigua. No sólo lo encontramos en la tragedia sino también en la poesía épica de Homero. Casandra tiene una gran relevancia como personaje pues ella constituye el punto de convergencia entre varias de las obras que hoy conservamos de los poetas griegos.

En efecto, si se analiza cuidadosa y detenidamente los momentos en que aparece Casandra se podrá advertir justamente en ella el nexo que comunica de alguna manera a la Ilíada con las Troyanas y a ésta, a su vez, con la Orestíada.

Piénsese por un momento en la forma como concluye la Ilíada. Una vez que Aquiles es persuadido por la intervención olímpica de ceder ante los ruegos del viejo Príamo, el cadáver de Héctor es finalmente redimido y llevado ante las murallas de Troya.

Como era de esperarse, debido a sus dones adivinatorios, Casandra ve, antes que cualquier otra persona, el carro donde iba el cadáver de su hermano Héctor. He aquí una de las posibles interpretaciones. A través de Casandra el pueblo troyano, agolpado tras la muralla de la ciudad, conoce la muerte del más férreo de sus guerreros, la caída del símbolo de su fortaleza. Ahora, ¿habrá sabido Casandra que su hermano había sido muerto antes de ver volver a su padre en el carro donde yacía Héctor? O mejor, ¿que la ciudad virtualmente estaba perdida?

Es lo más probable. Si se trae a la memoria lo sucedido en las Troyanas el lector se verá persuadido por la elocuencia de cada frase articulada por esta mujer. Eurípides tiende un puente entre el fin de la Ilíada y el desarrollo de su tragedia. Todo lector supone al concluir la lectura de la Ilíada el sitio de Troya, aun cuando no aparezca en el poema de manera expresa y definitiva la apropiación de la ciudad por parte de los aqueos.

¿Cómo fluye la tragedia de Eurípides (Troyanas) si no es por el efecto dinámico que imprime la incorporación de un personaje como Casandra?

Las Troyanas son la representación del terror infundido en los habitantes de Ilión por el ejército de Agamenón y demás jefes griegos después del sitio de ésta. A su vez Esquilo toma su argumento para la Orestíada partiendo de lo narrado en los poemas épicos de Homero, pero sin tomar en cuenta lo que Eurípides más tarde sí introduciría: la situación de conquista y dominación (y posterior esclavitud) de los troyanos y troyanas. Aunque principalmente se trataba del destino de éstas pues la mayoría de aquéllos había sucumbido en la terrible lucha. Quizá los que quedaron vivos en la ciudad eran hombres ya muy ancianos para la guerra y niños bastante pequeños. También prisioneros y heridos. El drama trágico se centra fundamentalmente en la suerte que el destino ha tejido para las mujeres troyanas (madres, esposas, hermanas, cuñadas…).

Existe un hecho curioso en torno a Casandra digno de reflexión. Apolo, dios solar, tenía una hermana gemela, Artemis, quien al igual que éste poseía la habilidad de tirar flechas; es decir, era diosa arquera y cazadora. Además, y esto es muy intrigante, era una diosa virgen por excelencia y estaba consagrada a la virginidad y a la pureza. Sin embargo, en algunos lugares de la Grecia antigua era venerada cono diosa madre; como por ejemplo, en Creta, durante lo que hoy en día se conoce como Era Minoica. También era guardiana de las muchachas jóvenes y de las parturientas.

Hay una cierta analogía entre Artemis y Apolo y Casandra y Heleno. Estos dos eran también hermanos gemelos y aunque poco se sabe acerca de Heleno en lo que respecta a las obras citadas con anterioridad, Casandra, lo mismo que su hermano, recibió de Apolo el don de la profecía y del presagio. Pero Casandra, asimismo, fue condenada por aquél a vivir en medio de la injuria y la ignominia al ser considerada como una loca y vulgar charlatana, tras no haber correspondido al dios en su afán amoroso.

Casandra no sólo es objeto del castigo divino por parte de Apolo sino también por parte de Artemis, hermana de éste y diosa lunar por antonomasia. Aunque se conoce por las Troyanas que Casandra obtuvo también de Apolo el don virginal, éste se puede asociar con Artemis. El castigo que inflige Artemis a Casandra consiste en ser tomada como concubina por Agamenón, asolador no solamente de Troya sino de su estirpe. Quizá en virtud de no haber correspondido oportunamente a los deseos de su hermano Apolo, quien concedió a Casandra el preciado don de permanecer intacta para siempre. Ésta puede ser la única explicación al hecho de que Agamenón haya violentado en cierto modo e impunemente la voluntad de Apolo en lo referente a la virginidad de Casandra.

Si se recuerda un poco el conflicto presentado en los primeros cantos de la Ilíada, ya Agamenón había suscitado la discordia de los aqueos por causa de Criseida, hija de Crises y sacerdotisa de Apolo. Por esto no deja de asombrar que Agamenón no haya sido objeto de castigo en aquella ocasión; es decir, después de escoger y tomar a Casandra entre todas las demás troyanas. Aun cuando Agamenón es castigado en la Orestíada, no lo es por Apolo ni por alguna otra divinidad. Tampoco muere vilmente como consecuencia del acto cometido en contra de Casandra; y por ende, en contra de Apolo.

Independientemente de lo justo o injusto de la muerte de Agamenón, hay algo cierto y es que él no recibe la pena merecida por su conducta.

Porque en la Orestíada Agamenón cae asesinado por Clitemnestra (de alguna manera castigado), pero únicamente por motivos ajenos al irrespeto proferido contra Apolo: el resentimiento y los celos que sufría su esposa a causa del incidente con Criseida; y por tener él la osadía y el descaro de presentarse al palacio con Casandra después de tantos años de ausencia. Sin embargo, la razón más poderosa que lleva a Clitemnestra al asesinato de Agamenón es su furtivo romance con Egisto. Otra de las razones es la ira de ésta tras el sacrificio de su querida hija Ifigenia durante la turbulenta travesía de las naves aqueas por el mar.

Se puede entonces pensar en la interpretación del castigo infligido por Artemis a Casandra. Igualmente se podrían formar otras interpretaciones alrededor de la trágica suerte de Casandra y su inmediata conexión con la culpa de Agamenón, aún no expiada. Una de estas interpretaciones está relacionada con la diosa Afrodita. Otra, con la diosa Atenea.

La interpretación que podría dárseles a las consecuencias del acto impío de Agamenón está relacionada con Afrodita, como ya se ha mencionado. Agamenón incurre en una falta al violentar, presa del deseo, la sagrada virginidad de Casandra. Entonces es lícito argüir que posiblemente la intervención de Afrodita tuvo algo que ver en su conducta.
Por consiguiente, si se mira la situación de Clitemnestra y la posterior venganza de ésta se llega a la conclusión de que Agamenón, ha recibido la pena que merecía, no directamente pero sí a través de Afrodita y las facultades de ésta para actuar en función del deseo carnal de los mortales. No debe resultar extraño pues Afrodita posee el don de volver loco a un hombre de deseo por una mujer, si así lo desea. Esto aparece manifiesto en la Ilíada, y no sólo es aplicable a los mortales sino a los dioses inmortales.

La segunda interpretación de que se hablaba hace poco gira en torno de Atenea. Una vez que Troya ha sido tomada, Casandra es sacada por la fuerza de un templo consagrado a la diosa. Quien lleva a cabo esta acción no es Agamenón sino Áyax. Sin embargo, no se debe olvidar que el primero era el jefe militar de todo el contingente aqueo que destruyó a Troya. Por lo tanto, Áyax también estaba bajo el mando de Agamenón y actuaba en consecuencia a las órdenes de éste. Así, la culpa de ese acto sacrílego recaía de igual modo sobre quien lo ordenó y consintió como sobre quien lo ejecutó.

De esta manera el destino que los dioses tenían reservado a Agamenón pudo estar relacionado con la violación de aquel templo sagrado (como afirma Poseidón en la primera escena de Troyanas). Ahora sí es lógico pensar que Atenea haya actuado en contra de Agamenón en justicia por haber perpetrado tan repudiable acto.

Durante buena parte de la antigüedad, cuando todas las ciudades estaban en constante guerra, lo único que se respetaba eran los templos, santuarios y demás sitios considerados como sagrados, los cuales habían sido construidos en honor a los dioses patrios y en donde se celebraban todos los ritos de misterios divinos y se realizaban ofrendas votivas. Por esta razón, en esos lugares se refugiaban algunos ciudadanos que huían del ataque de pueblos extranjeros y hasta se guardaba el tesoro común a varias naciones amigas que realizaban entre ellas acuerdos comerciales.

Autor:
Sócrates Tsokonas (año 2001)




jueves, 25 de febrero de 2016

Ritos funerarios de la Grecia Clásica

Caronte, el barquero del Hades


La muerte en Grecia, como en todas las sociedades antiguas, tenía especial importancia en el grupo familiar. Para los atenienses era fundamental ser enterrados en su tierra natal; por ello se intentaba siempre recuperar los cadáveres de los soldados muertos en campañas lejanas.

Los ritos funerarios debían ser ejecutados por las personas adecuadas: los parientes, especialmente los hijos, que estaban obligados a asumir los gastos funerarios. Las mujeres de la familia, muy allegadas al difunto o, en su caso, de más de sesenta años, debían preparar el cuerpo: bañarlo, ungirlo con aceite, envolverlo en un sudario que dejara el rostro al descubierto y adornarlo con coronas, cintas y joyas. La ley prohibía enterrar a un hombre con más de tres prendas, pero se solía poner en la boca del difunto una moneda, con la que éste pagaría al barquero Caronte la travesía del río del Infierno. Al día siguiente el cadáver se exponía (prothesis) en la casa del fallecido o de un pariente próximo, con los pies dirigidos hacia la puerta, en donde se velaba por uno o dos días. Podía acudir cualquier hombre, pero estaba restringida la presencia de las mujeres a las de parentesco más próximo. La prothesis servía para confirmar la muerte y daba lugar al lamento funerario, protagonizado por las mujeres, que vestidas de negro y con el pelo recogido, se golpeaban el pecho y cantaban el lamento ritual, aunque a menudo se contrataban plañideras profesionales para el treno fúnebre. Delante de la casa se colocaba un vaso de agua lustral traída de una vivienda vecina porque la de la casa propia se consideraba contaminada. Con esa agua se rociaba los que salían del velatorio para purificarse, y el propio vaso situado en la puerta avisaba del fallecimiento.

Al tercer día, antes de la salida del sol, se celebraba la procesión (ecforá) hacia la sepultura, que la ley obligaba a celebrar sin grandes ostentaciones, por calles secundarias: Para que la muerte no mancillara la luz del sol y porque los ciudadanos no debían intentar sobresalir ni en vida ni en la muerte por sus recursos económicos. Se llevaba al muerto sobre el mismo lecho en el que había estado expuesto, en hombros de sus familiares o en un carro. Al frente del cortejo va una mujer portadora de un vaso para libaciones, luego los hombres y tras ellos las mujeres, cuyo atuendo estaba determinado por la ley (luto negro, gris o blanco). El cortejo fúnebre llegaba hasta la tumba, siempre fuera de las murallas de la ciudad, o en las posesiones familiares. Allí se inhumaba el cuerpo o se quemaba en una hoguera (según la condición social familiar, ya que la cremación resultaba costosa) recogiéndose las cenizas en una vasija, sin apenas ceremonia, porque la ley prohibía los sacrificios en las sepulturas. Sólo se purificaba la tierra y se hacían libaciones, tras lo cual la comitiva regresaba a la casa donde se celebraban largas ceremonias de purificación, pues la impureza provocada por el contacto con la muerte era la peor de todas. Los parientes del muerto se lavaban todo el cuerpo y luego participaban en la comida fúnebre. Al día siguiente, con agua del mar, se purificaba la casa. Tras todo ello se sucedían los banquetes al tercer día, al noveno, al trigésimo después de los funerales y los días de aniversario.

El lugar del enterramiento se marcaba con un elemento que sobresalía del suelo: desde un simple montón de tierra, una construcción de piedra o ladrillo o, más frecuentemente, una estela que tendía a representar la forma humana o representar al muerto. Así se conseguía recordar al difunto y evitar la violación de la tumba. Un elemento característico de los enterramientos griegos eran los epitafios, pequeños poemas de elevada calidad literaria que informaban al caminante sobre la personalidad del difunto, la forma de su muerte y la huella que había dejado entre los vivos.

Fuente:
Antonio Ballester Montesinos (Clásicas)



miércoles, 24 de febrero de 2016

VIAJE CULTURAL NOSTOS A GRECIA 2016



ESTIMADOS, 
LES ENVIAMOS EN ARCHIVO ADJUNTO LA INFORMACIÓN DETALLADA DEL VIAJE CULTURAL NOSTOS A GRECIA 2016 QUE POR NOVENO AÑO CONSECUTIVO ORGANIZA NUESTRA ASOCIACIÓN.
AGRADECEMOS SU DIFUSIÓN ENTRE SUS CONTACTOS.
SALUDOS CORDIALES,
CRISTINA

lunes, 8 de febrero de 2016

El Partenón ayer y hoy



Los templos griegos, construídos con el mejor material y de la manera más acabada, expresan el más alto ideal de belleza de todos los tiempos. Entre ellos el Partenón, templo griego dedicado a la diosa protectora de Atenas, Palas Atenea, constituye el más claro ejemplo de lo antes mencionado.

Edificio culminante de la Acrópólis, es una construcción rectangular con ocho columnas exteriores en cada extremo y dieciséis en cada uno de sus lados. Comenzó a construirse en el año 448 a.C., según los planos de Ictinos. Realizado enteramente en mármol blanco de Penteli, es un templo de estilo dórico que mide 30,89 por 69,49 metros. Casi todas las esculturas que lo adornaban, realizadas por orden de Fidias, pueden observarse actualmente en el Museo Británico.

En épocas posteriores a su construcción y ya en la era cristiana, el partenón se convirtió en Iglesia, y más tarde en mezquita bajo el dominio turco. En esos momentos el templo sirvió también de arsenal. En el siglo XVII, cuando Atenas soportó un asedio, el Partenón explotó debido a una bala de cañón, lo que lo destruyó parcialmente. Durante el siglo XIX, el templo griego se vio aún más deteriorado. En 1867 fue sede de una nueva explosión, y en 1894 un terremoto terminó por destruirlo casi totalmente.

Muchos han sido los intentos de reconstrucción practicados sobre el Partenón, todos sin éxito. El motivo de los fracasos es que el templo sigue siendo destruído en la actualidad a causa de factores naturales y del progreso. Atenas cuenta con más de la mitad de los autos registrados en toda Grecia y con el 90% de sus industrias. Además el dióxido de sulfuro que contiene el aire al ponerse en contacto con el mármol mojado lo deteriora aún más.

Desde 1983 un ocupado arquitecto ateniense, Nikos Togánides, está intentando una reconstrucción del templo. Tras arduas investigaciones, decidió utilizar para tal actividad el Titanio, metal de motores de aviones ya que puede resistir grandes presiones, como las que ejerce el mármol. Además, es inoxidable.

El arquitecto Togánides no sabe con exactitud cuántos años le llevará la reconstrucción, pero está dedicando mucho de su tiempo y esfuerzo para lograrlo. Si una cultura puede ser medida de acuerdo con lo que deje, el Partenón es una pieza de fundamental importancia para medir la calidad de nuestra cultura; por eso reconstruirlo y mantenerlo significa mantener vivos nuestros orígenes y nuestra identidad.

Por Marisa Cravino. Profesora de Historia.



sábado, 6 de febrero de 2016

Oración Fúnebre de Pericles

      
     



LA ORACIÓN FÚNEBRE DE PERICLES
Reconstruida por Tucídides
"Era de Pericles": Atenas, Grecia, 461 a 431 a.C
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La mayoría de mis predecesores en este sitio nos ha dicho que es honesto pronunciar algunas palabras, exigidas por la ley durante el entierro de aquéllos que han muerto en batalla.
Por lo que se refiere a mi mismo, me inclino a pensar que el valor que se ha mostrado en hechos concretos ya ha sido saldado suficientemente mediante los honores, también mostrados en hechos concretos.
Ustedes mismos pueden apreciar lo que ellos significan ya que están participando de este funeral solventado por el pueblo.
Debiera también yo desear que las reputaciones de tantos hombres valientes no estuvieran en peligro en boca de un orador único, de tal manera que ellas suban o bajen según si habla bien o mal.
Puesto que es duro hablar adecuadamente, cuando ya de entrada se presenta la dificultad de convencer al auditorio que se está diciendo la verdad.
Por un lado, el amigo a quien le son familiares algunos hechos de la vida de estos muertos puede pensar que varios aspectos no han sido destacados con la dedicación que desea y que sabe que merecen.
Por otro, aquél que no los ha conocido puede sospechar por envidia, que hay exageración, cuando escucha mencionar virtudes que están por encima de su propia naturaleza. (Porque los hombres aceptan que se ensalce a otros en tanto en cuanto ellos se puedan persuadir que las mismas acciones recordadas las podrían haber vivido ellos mismos como protagonistas. Cuando ese limite se traspasa, surge la envidia y con ella la incredulidad)
Sin embargo como nuestros antecesores han establecido esta costumbre y la han aprobado, la obediencia a la ley pasa a constituir para mí un deber.
Intentaré satisfacer las opiniones y deseos de todos ustedes de la mejor manera que pueda.
Tendría que comenzar con nuestros antepasados.
Es tan adecuado como prudente, que ellos reciban el honor de ser mencionados en primer lugar, en una ocasión como la de ahora.
Ellos vivieron en esta comarca sin interrupción de generación en generación; y nos la entregaron LIBRE como resultado de su bravura.
Y si nuestros antepasados más lejanos merecen alabanza, mucho más son merecedores de ella nuestros padres directos.
Ellos sumaron a nuestra herencia el imperio que hoy poseemos y no escatimaron esfuerzo alguno para transmitir esa adquisición a la generación presente. Por último, hay muy pocas partes de nuestro dominio que no hayan sido aumentadas por aquéllos de entre nosotros que han llegado a la madurez de sus vidas. Por su esfuerzo la patria se encuentra provista con todo lo que le permite depender de sus propios recursos, tanto en guerra como en la paz. Aquella parte de nuestra historia que muestra cómo nuestras hazañas bélicas trajeron como consecuencia nuestras diversas posesiones, así como también la que muestra cómo tanto nosotros como nuestros padres pudimos frenar la marea de la agresión extranjera, valerosamente y sin dobleces, constituye un capítulo demasiado conocido por todos los que me escuchan.
No necesito extenderme en el tema que, por consiguiente, dejo de lado.
Pero cuál fue el camino por el que llegamos a nuestra posición; cuál es la forma de gobierno que permitió volver más evidente nuestra grandeza; cuáles los hábitos nacionales a partir de los cuales ella se originó; éstos son los problemas máximos que intento dejar en claro, antes de proseguir con el panegírico de todos estos muertos.
Pienso que el tema es adecuado para una ocasión como la presente y que ha de resultar ventajoso escucharlo con atención tanto por los nativos como por los extranjeros. Nuestra constitución no copia leyes de los estados vecinos. Más bien somos patrón de referencia para los demás, en lugar de ser imitadores de otros. Su gestión favorece a la pluralidad en lugar de preferir a unos pocos. De ahí que la llamamos democracia.
Otra diferencia entre nuestros usos y los de nuestros antagonistas se aprecia con nuestra política militar. Abrimos nuestra ciudad al mundo. No les prohibimos a los extranjeros que nos observen y aprendan de nosotros, aunque ocasionalmente los ojos del enemigo han de sacar provecho de esta falta de trabas. Nuestra confianza en los sistemas y en las políticas es mucho menor que nuestra confianza en el espíritu nativo de nuestros conciudadanos.
En lo que se refiere a la educación, mientras nuestros rivales ponen énfasis en la virilidad desde la cuna misma y a través de una penosa disciplina, en Atenas vivimos exactamente como nos gusta; y sin embargo nos alistamos de inmediato frente a cualquier peligro real.
Una prueba de que esto en así se aprecia con los lacedemonios quienes por sí solos no invaden nuestras comarcas, sino que traen consigo a todos sus confederados; mientras nosotros, atenienses, avanzamos sin aliados hacia el territorio de un vecino y luchando en tierra extranjera derrotamos usualmente con facilidad a los mismos que están defendiendo sus hogares.
No hubo aun enemigo que se opusiera a toda nuestra fuerza unida, puesto que nos empeñamos al mismo tiempo no sólo en alistar a nuestra marina sino también en despachar por tierra a nuestros conciudadanos en cien servicios diferentes. Y así resulta que a menudo entra en lucha alguna de estas fracciones de nuestro poderío total.
Si el encuentro resulta victorioso para el enemigo, su triunfo lo exageran como si fuera la victoria sobre toda la nación.
Si en cambio cae derrotado, el contraste se presenta como sufrido con el concurso de un pueblo entero.
Y sin embargo, con hábitos que son más bien de tranquilidad que de esfuerzo y con coraje que es más bien naturaleza que arte, estamos preparados para enfrentar cualquier peligro con esta doble ventaja: escapamos de la experiencia de una vida dura, obsesionada por la aversión al riesgo; y sin embargo, en la hora de la necesidad, enfrentamos dicho riesgo con la misma falta de temor de aquellos otros que nunca se ven libres de una permanente dureza de vida.
Pero con estos puntos no finaliza la lista de los motivos que causan admiración en nuestra ciudad.
Cultivamos el refinamiento sin extravagancia; la comodidad la apreciamos sin afeminamiento; la riqueza la usamos en cosas útiles más que en fastuosidades, y le atribuimos a la pobreza una única desgracia real.
La pobreza es desgraciada no por la ausencia de posesiones sino porque invita al desánimo en la lucha por salir de ella.
Nuestros hombres públicos tienen que atender a sus negocios privados al mismo tiempo que a la política y nuestros ciudadanos ordinarios, aunque ocupados en sus industrias, de todos modos son jueces adecuados cuando el tema es el de los negocios públicos.
Puesto que discrepando con cualquier otra nación donde no existe la ambición de participar en esos deberes, considerados inútiles, nosotros los atenienses somos todos capaces de juzgar los acontecimientos, aunque no todos seamos capaces de dirigirlos.
En lugar de considerar a la discusión como una piedra que nos hace tropezar en nuestro camino a la acción, pensamos que es preliminar a cualquier decisión sabia.
De nuevo presentamos el espectáculo singular de atrevimiento irracional y de deliberación racional en nuestras empresas: cada uno de ellos llevado hasta su valor extremo y ambos unidos en una misma persona, mientras que, por igual caso, en otros pueblos, las decisiones son el resultado solamente de la ignorancia o solamente del espíritu de aventura o solamente de la reflexión.
La palma del valor corresponde ser entregada en justicia a aquéllos que no ignoran, por haberlo experimentado en carne propia, la diferencia entre la dureza de la vida y el placer de la vida; y que, sin embargo, no ceden a la tentación de escapar frente al peligro.
Si nos referimos a nuestras leyes, ellas garantizan igual justicia a todos, en sus diferencias privadas.
En lo que respecta a las diferencias sociales, el progreso en la vida pública se vuelca en favor de los que exhiben el prestigio de la capacidad. Las consideraciones de clase no pueden interferir con el mérito.
Aún más, la pobreza, no es óbice para el ascenso. Si un ciudadano es útil para servir al estado, no es obstáculo la oscuridad de su condición.
La libertad de la cual gozamos en nuestro gobierno, la extendemos asimismo a nuestra vida cotidiana.
En ella, lejos de ejercer una supervisión celosa de unos sobre otros, no manifestamos tendencia a enojarnos con el vecino, por hacer lo que le place.
Y puesto que nada está haciendo opuesto a la ley, nos cuidamos muy bien de permitirnos a nosotros mismos exhibir esas miradas críticas que sin duda resultan molestas.
Pero esta liberalidad en nuestras relaciones privadas no nos transforma en ciudadanos sin ley.
Nuestras principales preocupaciones tratan de evitar dicho riesgo, por lo cual nos educamos en la obediencia de los magistrados y de las leyes.
Un ejemplo de lo expresado es el referente a la protección a los inválidos, ya sean los inscriptos en el padrón del estatuto, ya sean los amparados por ese otro código que, a pesar de no estar escrito, no puede ser violado sin condena.
Más aún, disponemos de recursos numerosos conque la mente se pueda distraer del negocio.
Celebramos juegos y sacrificios a lo largo del año.
La elegancia de nuestras construcciones forman una fuente diaria de placer y nos ayudan a desterrar el aburrimiento, mientras esa magnificencia de nuestra ciudad atrae a los productos del mundo hacia nuestro puerto.
En lo referente a la generosidad nos destacamos asimismo en forma singular ya que nos forjamos amigos dando en lugar de recibiendo favores. Pero por supuesto, quien hace los favores es el más firme amigo de ambos, de manera de mantener al amigo en su deuda, mediante una amabilidad continuada. Mientras que el deudor se siente menos atraído puesto que se da cuenta que la devolución que él ofrece es un pago casi obligado pero no una libre dádiva.
Y son solamente los atenienses quienes sin temor por las consecuencias abren su amistad, no por cálculos de una cuenta por saldar sino en la confianza de la liberalidad.
En pocas palabras resumo que nuestra ciudad es la escuela de Grecia y que dudo que el mundo pueda producir otro hombre que dependiendo sólo de sí mismo llegue a su altura en tantas emergencias y resulte agraciado por tamaña versatilidad como el ateniense.
Y ésta no es una mera bravata lanzada en esta ocasión favorable, sino que es la realidad de los hechos, considerando el presente poder de Atenas que esos hábitos conquistaron.
Porque solamente Atenas ha llegado a ser superior a su fama y es la única que, en ocasión de ser asaltada, no ocasiona pudor en sus antagonistas cuando ellos resultan derrotados.
Ni sus mismos enemigos cuestionan su derecho, obtenido por mérito, de poner de manifiesto su imperio.
Más bien la admiración de la edad presente y de la futura estará dirigida hacia nosotros dado que no hemos dejado nuestro poder sin testigos.
Antes bien, han quedado de él testimonios gigantescos.
Lejos de necesitar a un Homero como panegirista ni otro poeta con habilidades artísticas tales, que sus versos puedan encantar por un momento (aunque la impresión que dejan se derrite luego frente a la realidad), nosotros hemos obligado a cada tierra y a cada agua que se transforme en la ruta de nuestro valor. Y hemos dejado en todo sitio monumentos, de una índole o de otra, imperecederos, detrás nuestro.
Esta es la Atenas por la cual estos hombres han luchado y muerto noblemente, en la seguridad de contribuir a que no desfallezca.
De la misma manera que cualquiera de los sobrevivientes está dispuesto a morir por la misma causa.
Por supuesto, si es que me he detenido con cierto detalle en señalar el carácter de nuestra comarca, ha sido para mostrar que nuestra disposición en la lucha no es la misma que la de aquéllos que no tienen ese tipo de bendiciones que se pueden llegar a perder si no se defienden; y también para demostrar que el panegírico de los hombres a quienes me refiero puede ser construido sobre la base de pruebas establecidas.
Casi está completo este panegírico.
Pues la Atenas que he celebrado, es solamente la que ha conquistado el heroísmo de éstos y de sus émulos.
Al fin estos hombres, apartándose del resto de los helenos, han de llegar a tener una fama solamente comparable a sus merecimientos.
Pero si hace falta prueba definitiva de su bravura intrínseca, es fácil encontrarla en esta escena terminal.
No es solamente el caso de aquéllos a quienes la muerte puso el sello final atestiguando el mérito que tenían sino también el otro caso, en que coincidió con la primera señal de que tuvieran mérito.
Hay justicia en la aseveración de que el valor en las batallas por su nación puede ocultar muy bien otras imperfecciones del hombre, dado que la buena acción ha ocultado a la mala; y su mérito como ciudadano más que sobradamente ha balanceado a su demérito como individuo.
Pero ninguno de éstos permitió que su bienestar económico, si ya lo conocía, o que la esperanza, aún sin realidad, de una futura situación de bienestar, disminuyera su solidario espíritu de lucha; así como la pobreza, en otros casos, pese a la esperanza de un día de riqueza, a nadie tentó a que se escapara del peligro.
Sintiendo que la bravura frente al enemigo es más deseable que sus personales venturas; y dándose cuenta que en esta ocasión surge el más glorioso de loa azares, ellos se determinaron gozosamente a aceptar el riesgo, a confirmar su altivez, y a postergar sus deseos; y mientras se arrojaban hacia la esperanza de volcar la incertidumbre de la victoria, en la empresa que estaba frente a ellos, prefirieron morir resistiendo, en lugar de vivir sometiéndose. Huyeron solamente del deshonor.
Luego de un breve momento, que resultó la crisis de su fortuna, durante el cual pensaron en escapar, no de su miedo, sino de su gloria, enfrentaron la muerte cara a cara.
Y así murieron estos hombres como es honesto de un ateniense.
Ustedes, los sobrevivientes, se tienen que determinar, en el campo de batalla, a la misma resolución inalterable, pese a que es lícito que oren por un desenlace más feliz.
Y sin contentarse con ideas solamente inspiradas en palabras, con respecto a las ventajas de defender nuestro país (aunque esas palabras serían un arma de importancia para cualquier orador frente a un auditorio tan sensible como el presente) ustedes mismos, con su acción, deben exaltar el poder de Atenas y alimentar los ojos con su visión, día a día, hasta que el amor por ella llene el corazón de ustedes; y luego, cuando su grandeza se derrame hacia ustedes, deben reflexionar que fue el coraje, el sentimiento del deber y una sensibilidad especial del honor en acción, los que permitieron al hombre ganar todo esto.
A pesar que existieran las fallas de carácter, o las defecciones previas en la vida personal, ellas no fueron suficientes como para privar a nuestra comarca de su valor, puesto a sus pies como homenaje, como la contribución más gloriosa entre las que ellos podían ofrecer.
Por esta ofrenda de sus vidas hecha en común por todos ellos, individualmente, cada uno de ellos, se hizo acreedor de un renombre que no se vuelve caduco, así como se hizo acreedor de un sepulcro, mucho más que el receptáculo de sus huesos: ya que es el más noble de los altares.
Altar donde se deposita la gloria por ellos alcanzada para ser recordada cuando las eventualidades inviten a su conmemoración.
Porque los héroes tienen al mundo entero por tumba y en países alejados del que los vio nacer (único sitio donde un epitafio lo atestigua) tienen su ara en cada pecho y un recordatorio no escrito en cada corazón que como mármol lo preserva.
Adopten ustedes estos hombres como modelo y juzgando que la felicidad es el fruto de la libertad y que la libertad es el fruto de la bravura, nunca declinen la exaltación de sus valores.
No son desgraciados quienes no ahorran su vida en aras de lo justo.
Nada tienen que perder.
Sino más bien lo son aquéllos quienes ahorran las vidas suyas a costa de una caída que si sobreviene, ha de tener tremenda consecuencia.
Y sin duda, para un hombre de espíritu, la degradación de la cobardía debe ser inmensamente más triste que la muerte que no se siente, pues lo golpea en la plenitud de sus fuerzas y de su patriotismo.
Puedo ofrecer ayuda, pero no condolencia, a los parientes de los muertos.
Son innumerables los azares a los cuales el hombre está sujeto, como ustedes saben muy bien.
Pero son afortunados aquéllos a quienes el azar ofrece una muerte gloriosa, la misma que hoy nos enluta.
Aquéllos cuya vida ha sido tan bien medida que pudiera acabar en la felicidad de servir de modelo.
A pesar de ello reconozco que es una dura manera de decir, especialmente cuando está involucrado aquél que ha de ser recordado por ustedes, que ven continuar en otros hogares la bendición que alguna vez también han tenido. Porque la pena se siente más por la pérdida de algo a lo cual estábamos acostumbrados, que por el deseo de algo que nunca fue nuestro.
Aquéllos entre los deudos que estén en edad de procrear hijos, deben consolarse con la esperanza de tener otros en su lugar.
No solamente van a ayudar a que no olvide a quien se ha perdido, sino que para el mismo estado ha de ser un refuerzo y un reaseguro. Porque nunca un ciudadano ha de buscar tanto una política justa y honesta cuanto que lo motiven, siendo padre, los intereses y las aprehensiones de tal condición.
Los que ya han sobrepasado la edad madura, dejen que los convenza la idea de que la mayor parte de la vida les fue afortunada y que el breve intervalo que falta, ha de ser iluminado con la fama del que ya no está.
Porque lo único que no se vuelve viejo es el amor al honor.
No son las riquezas, como algunos quisieran.
Es el honor lo que reconforta al corazón, con la edad y la falta de ayuda.
Me dirijo a los hijos y a los hermanos de los difuntos.
Veo una ardua lucha en ustedes.
Cuando un ser humano se va, todos tienden a alabarlo y pese a que el mérito de ustedes ha de ir creciendo, es difícil que se acerque a su renombre.
Los vivientes se ven expuestos a la envidia.
En cambio los muertos están libres de ella y honrados con la buena voluntad de quienes los recuerdan.
He de decir algo sobre la excelencia femenina de aquéllas, entre ustedes, que se encuentran hoy en la viudez.
Grande ha de ser la gloria de ustedes, si es que no permiten que decaiga el ánimo por debajo del carácter natural de cada una.
Pero más grande ha de ser todavía, entre los atenienses, la de aquélla que consiga no ser mencionada, ni para bien, ni para mal.
Mi tarea ha acabado.
He cumplido con lo mejor de mi habilidad y por lo menos, en lo referente a la intención, con lo dispuesto por la ley.
Si se trata de hechos concretos, aquéllos que han sido enterrados han recibido los honores que los corresponde; en lo que se refiere a sus hijos, han de ser mantenidos hasta la adultez, por los caudales públicos.
El estado ofrece así una recompensa de valía como guirnalda de victoria para esta raza de bravos, recompensando tanto a los caídos como a sus descendientes. Allí donde la recompensa al mérito es máxima, allí se encuentran los mejores ciudadanos.
Terminando las lamentaciones por sus parientes, pueden ustedes partir.



Fuente:
Oracion Fúnebre de Pericles http://constitucionweb.blogspot.com/2010/02/la-oracion-fenebre-de-pericles.html




viernes, 5 de febrero de 2016

El Siglo de Pericles

                                          
     


Universidad Católica Argentina
Facultad de Teología 
Historia de la Filosofía I                                             
Grupo 1 – 1er. Año.

TEMA:

EL SIGLO DE PERICLES.


Luego de las guerras médicas, nombre que se conoce el enfrentamiento entre el Imperio Persa y algunas ciudades-estado griegas, este nombre se debe a que los griegos usaban  los términos medos y persas como sinónimos, comienza en la ciudad griega de Atenas lo que se denomina como el Siglo de Pericles, el Siglo V antes de Cristo.

Pericles, nacido en Atenas aproximadamente el 495 a.C. y falleció el 429 a.C., Político y orador ateniense, hijo de Jantipo, artífice de la victoria sobre los Persas en la batalla de Micala (479 a.C.) y Agariste, sobrina del prestiogoso legislador Clístenes y miembro de la familia aristocrática alcmeonidas, fue discípulo de los filósofos Protágoras de Abdera y Zenón de Eleo.

Se lo denominó el siglo de oro ya que en el se fomentaron las artes y las letras y le dio a Atenas un esplendor que no se volvió a repetir a lo largo de su historia, también se destacaron en política, filosofía, arquitectura, escultura, historia y literatura.

Con relación al ambiente histórico político, según Touchard, comienzan las grandes ideas de la Atenas democrática

El pensamiento político griego conoce un considerable desarrollo, condicionado en gran parte por las transformaciones económicas y sociales que se operan en la Grecia continental y especialmente en Atenas. 

Esta ciudad es la que domina el movimiento de las ideas a través de sus pensadores. 

Efialtes y Pericles realizan la democracia con hechos y no nos han dejado ningún escrito teórico, como tampoco ningún otro demócrata. Para reconstruir la ideología de estos se utiliza las obras de los historiadores Herodoto y Tucidides y de los dramaturgos Esquilo, Sófocles, Euripides, Aristofanes y por último de los restos que se conservan de las grandes obras de la sofística.

Asimismo intentó fundar una ciencia de la política. En este aspecto se organiza en torno de algunos centros principales de reflexión: la democracia y la igualdad, la libertad, la ley.

La vida política de los griegos está enteramente condicionada por la existencia de la Ciudad, la polis, que desempeña en el universo político de los griegos casi la misma función de los estados modernos.

La ciudad es una organización política y social unitaria de un territorio limitado que puede comprender una o varias ciudades. 
1. La democracia: Este es el término oficial que designa el estado político que prevalecía en Atenas durante el presente siglo y Pericles lo emplea en la admirable Oración Fúnebre, según Tucidedes, y que podía servir como manifiesto. 

La palabra democracia designa, en principio el gobierno del pueblo.

a) La igualdad política: Pericles invoca en primer lugar a la igualad en la Oración fúnebre. Así en un estado democrático es aquel donde la ley es la misma para todos (isonomía) y donde es igual también la participación en los negocios públicos (isegoría) y en el poder (isocratía).

En esta igualdad protege a las clases populares de una reacción oligárquica, que las expulsaría fuera de las Asambleas y a las grandes familias de una tiranía apoyada en el pueblo que las anularía políticamente.

La igualdad desempeña en el universo político la misma función que la medida en el orden moral. 

b) La igualdad socialEl partido democrático adoptó algunas medidas de carácter social: indemnizaciones destinadas a favorecer la participación en la vida pública, medidas de asistencia pública a los indigentes. 

Los discursos de Demóstenes muestran suficientemente que la democracia toma en consideración ante todo, el interés global de la Ciudad y que en nombre de la salud del Estado se pide a los ricos que no regateen en los pagos que deben hacer para sostener la vida de la República y a los pobres que no crean que el tesoro del Estado debe servir para su propio sustento. La fortuna de los ricos es el tesoro del estado. 

c) Gobierno del Pueblo: La soberanía reside por partes iguales en el conjunto del cuerpo cívico, y cada cual está obligado a ejercitar esa soberanía. Ser ciudadano es ya una función. El ideal de la época de Pericles consiste en un hombre comprometido ante todo en los negocios de la ciudad, bien para mandar, bien para obedecer. Pues somos los únicos que consideramos no hombre pacifico, sino inútil, al que nada participa en ella.

La Asamblea del Pueblo, y solo ella es omnipotente, el poder judicial está en sus manos, ningún cuerpo intermedio equilibra su poder, aunque los demócratas más conservadores, inquietos por esta libertad sin freno, tratan de resucitar los que la evolución democrática ha desmontado, el Areópago, por ejemplo. 

El Poder Ejecutivo no sirve en modo alguno de contrapeso, la rotación acelerada de los magistrados y la colegialidad de las funciones lo debilitan, el ostracismo permite desterrar a cualquier personalidad que parezca cobrar demasiada importancia. La preocupación esencial parece ser defender el régimen contra la influencia particular de un individuo o de una camarilla. 
Hay que añadir que, en esta época las magistraturas eran en su mayoría sacadas a suerte. 

Las magistraturas sometidas a elección, tales como la función de estratega, durante un tiempo adquirieron importancia por el hecho de que eran las únicas en las que un programa político o cualidades personales podían determinar la elección. 

Nada obstruye en la democracia al Poder Legislativo de la Asamblea, a no ser la ley ya existente. 

2. La libertad: Es lo que distingue a un griego de un bárbaro. Los atenienses conquistaron sucesivamente su libertad civil cuando Solon prohibió la prisión por deudas, su libertad jurídica, con una legislación que protege la persona física del ciudadano y anuncia por su espíritu el habeas corpus, su libertad política definida por un griego como el derecho de obedecer la ley dentro de la igualdad. 

La libertad es un estatuto de doble aspecto: por una parte independencia respecto a toda sujeción personal y por otra obediencia a las disposiciones generales, libertad mediante la ley pero sujeción a la ley.

Como hemos visto, la soberanía de la ley es un descubrimiento común de todas las ciudades griegas, la ley es el único soberano que vigila noche y día sobre las democracias. 

Todos les deben obedecer porque entre otras razones, toda ley es una invención y un don de los dioses, al mismo tiempo que una prescripción de hombres sabios, el contrato de una ciudad al que todos sus habitantes deben adaptar su manera de vivir.




Las criticas de las ideas democráticas:

Aristofanes: Denigra la demagogia, que ha entregado el Poder a una criatura tan inestable, ciega y exigente como Demos, el espíritu belicoso, censurado por el campesino ático, las innovaciones filosóficas que ponen en peligro los valores tradicionales, sumarios pero consagrados; la depravación de las costumbres políticas.

Lo que principalmente censura al régimen, el haber transformado al ateniense de antaño, vigoroso, frugal, entrenado en los deportes y en la guerra, cerrado a las especulaciones disolventes, duro en el trabajo y vigoroso en las diversiones, en un rábula, débil, malsano, pedante, parlanchín, reclamador, enredador, preocupado solo por gozar. 

La Constitución de los atenienses del seudo-Jenofonte: del análisis científico del régimen, dice que el autor animado por un lúcido odio, es conciente de la coherencia del régimen democrático, y también de que este régimen lejos de ser una degeneración fortuita, se encuentra en vinculación necesaria con la situación social.

En esta sociedad es justo que todo el mundo, y no solo los antiguos dirigentes, tome parte en las magistraturas y es completamente natural  que el pueblo se beneficie de las ventajas ya que el partido democrático quiere reservar las ganancias a su clientela.

Isocrates: Estos pensadores se encierran más en la especulación teórica. Se produce lo que ha podido denominarse abandono interior de la democracia, Isocrates representaría bastante bien a esa fracción de conservadores que decididos a admitir el principio de la democracia, buscan en la Historia un punto de equilibrio en el que alcanzó su perfección antes de comenzar a degenerar. 


Sobre la base de la isonomia, instrumento indiscutido dentro de la democracia, Isocrates propone volver a quienes los merecen su influencia dentro del Estado y moderar la igualdad matemática mediante una igualdad selectiva que daría a cada cual lo que le es debido, restablecer el papel y la importancia del Areópago aristocrático, que vigilia el orden, sustituir el sorteo por la elección. 

En suma. Isocrates quiere una democracia en la que el pueblo como tirano y las personas honradas como servidores, una democracia en la que el pueblo ejercería su soberanía mediante la elección y en la que los notables se ocuparían de los negocios.

Jenofonte y las ideas monárquicas: El pensamiento de Jenofonte es muy diferente. Discípulo de Sócrates, se dedica a una áspera crítica a la democracia ateniense, caracterizada según él por la división, la indisciplina y la incompetencia. 

Jenofonte ilustra el aspecto del pensamiento autoritario, las ideas monárquicas

La monarquía como tal era censurada por los griegos y considerada una institución bárbara, la tiranía había dejado en Grecia dolorosos recuerdos.

En el lenguaje político del siglo IV rey es quien gobierna constitucionalmente y con el consentimiento del pueblo, es tirano aquel cuya autoridad no se apoya ni en las leyes ni en el consentimiento popular.

Jenofonte cree profundamente en la figura del jefe y en los méritos que posee el gobierno de uno solo. 

Esta doble superioridad de la competencia y la autoridad nunca es objeto de un análisis riguroso por parte de Jenofonte. 

Las ideas políticas de Platón: La obra política de Platón es de diferente riqueza y amplitud. Si bien algunas de sus opciones personales pudieron estar cercanas a las que acabamos de exponer fueron en cambio el punto de partida de reflexiones que han hecho de Platón uno de los maestros de la filosofía política occidental. 

a) La República: Lucha contra el amoralismo democrático o aristocrático. Ninguno de los regimenes existentes, ninguna de las doctrinas que aquellos habían hecho nacer, satisfacía a Platón. La democracia es el reino de los sofistas, que, en lugar de ilustrar al pueblo, se contentan con estudiar su comportamiento y con erigir en valores morales sus apetitos.

La política de estos demagogos no es más que el registro del hecho, el reflejo de las pasiones de la masa. 

En esa jungla que es la sociedad resulta natural que los apetitos de los individuos fuertes por su superioridad física, intelectual o social se opongan a las pasiones de la masa, fuerte por su peso. 

Política y moral: Justicia. Por consiguiente, la primera tentativa del filósofo es constituir en ciencia la moral y la política, las cuales coinciden en su motor común, el bien, que no es diferente de la verdad, así como sustraer la política del empirismo para vincularla a valores eternos que las fluctuaciones del devenir no perturben.

En ese sentido la tentativa de Platón esta encaminada a salvar la moral y la política del relativismo a que las reducía Protágoras. La ciencia política debe volver a encontrar las leyes ideales. 

Platón rechaza la democracia ateniense, cualquier otro régimen, incluso la constitución espartana, como empírico. 

Platón funda la política como ciencia deduciéndola de la Justicia y no ciertamente como descripción objetiva de los fenómenos políticos, sino como estudio normativo de los principios teóricos del gobierno de los hombres.

El hombre y la Ciudad: El hombre es triple, compuesto de razón, de pasiones generosas y deseos inferiores, pero en proporción variable. En cada uno de los regimenes mencionados predominan una o dos de las últimas categorías, bajo el control y la soberanía de la razón. Para obtener un hombre justo es preciso construir una ciudad justa. 

Su ciudad no estará formada por tres clases netamente distintas y cuya cohabitación realizara una especie de perfección. La primera clase es la de los jefes y tiene como virtud propia la sabiduría, la segunda es la de los auxiliares o guerreros, dotados de valor y la tercera es la de los artesanos o labradores, tanto patronos como obreros, que necesita la templanza y debe saber resistir a los apetitos. Cada clase representa un aspecto del alma y el conjunto de la ciudad, representa el alma entera. De esta forma la ciudad es justa porque cada parte cumple su función en ella y los ciudadanos son justos en la medida de su participación justa en una Ciudad justa. 

Platón nos ofrece una sociedad, a la vez jerarquizada y unificada y en el fondo esta doble exigencia explica toda la construcción platónica

Sus esfuerzos tienden en esencia a realizar una Ciudad que forme una unidad política y moral. Sus concepciones son, diríamos nosotros, totalitarias. 

Para sus ojos es sobre todo escandalosa esa democracia en la que el individualismo permite las éticas personales. Por otro lado, está absolutamente convencido de que los hombres no están igualmente dotados por la naturaleza. 

Platón se ve conducido a concebir una especie de unidad funcional en la que cada parte, diferenciada como órganodesempeñaría su papel separadamente, pero en interés común

Educación del ciudadano: Una educación estricta, dispensada por el Estado esta Destinada a formar esta élite. Después de una selección se somete a los jóvenes destinados a guerreros o jefes a un periodo de entrenamiento deportivo, de los diecisiete a los veinte años. 

De los veinte a los treinta se da a los futuros filósofos una visión de conjunto de las relaciones que unen a las ciencias exactas.

De treinta y treinta y cinco años se les inicia en la teoría de las ideas.

Luego vuelven a las funciones políticas durante quince años y a los 50 años vuelven a estudiar. 

Nadie hizo más que Platón para sacar a la política del simple empirismo oportunista. 

1. Según Platón, las mujeres pueden, en la sociedad de los guardianes, tener idéntico papel en las actividades públicas que los hombres, recibiendo por ello la misma educación. Se suprimen los vínculos matrimoniales y se instituye la comunidad de mujeres, siendo los magistrados quienes regulan las uniones y fijan el tiempo de procreación. El estado educa a los niños. 
2. Las leyes: las leyes, obras de vejez, tienen, aunque en apariencia, intenciones más realistas. Las leyes deben tener un origen divino, y Dios es la medida de todas las cosas. 

Su estado es teocrático e intolerante, y en especial el ateísmo será perseguido severamente. Se garantiza así la unidad moral de la Ciudad, se intentará corregir al contraventor y si esto no se consigue se les ejecutará. 

Una serie de cuerpos de funcionarios controlan la existencia de los ciudadanos. El omnipotente Consejo Nocturno dirige la vida moral y material de la Ciudad. El magistrado principal se ocupará de vigilar la educación, que será estricta. El matrimonio es obligatorio, las comidas en común, la prohibición de los viajes al extranjero, meticulosas disposiciones sobre la moralidad privada, un estatuto duro para los esclavos, todas las medidas tienen como objetivo mantener elevado el nivel de las costumbres y sofocar cualquier veleidad de independencia. Aquí Platón da libre curso a su desconfianza respecto a la diversidad. Así muestra un Estado aristocrático, gobernado severamente, y ordenado en forma militar, y que se asemeja mucho a una Esparta transformada en sistemática y por así decirlo, filosóficamente totalitaria. 

La democracia moderada de Aristóteles:

La obra política de Aristóteles representa también una tentativa de detener la decadencia de la ciudad griega. Pero su espíritu es totalmente diferente.

Aristóteles está separado por una generación de Platón.

Para Aristóteles el hombre es un animal político, se distingue de los demás animales por su pertenencia a una polis. Esta fruto de la civilización es el término de un desarrollo de las asociaciones humanas cuyos estadios han sido, la familia, la tribu, la aldea, la ciudad. Por otra parte, la ciudad es, según él, la Constitución. 

La Constitución crea al estado hasta el punto que si la constitución cambia, cabe preguntar si se trata del mismo estado. Esta visión abstracta que limitara constantemente el pensamiento político de los griegos clásicos, era ya de Platón e Isocrates.
Es el defensor de la Ciudad a doble título, en primer lugar la defiende en el plano filosófico como forma natural de la vida humana y en segundo lugar, aunque sabe muy bien que es sólo un modo, entre otros, de la vida social, tiende a subrayar el valor particular de este sistema político, mas aun precisa las dimensiones de la ciudad ideal que no debe ser demasiado vasta. 

Método. Aristóteles reconoce después de la diversidad de las politeiai. Preocupado ante todo por establecer catálogos precisos, registro 158 constituciones de ciudades o de diferentes países, con ayuda de sus discípulos. Estudió también el derecho usual de los bárbaroslas leyes de Solon y las reivindicaciones de las ciudades griegas, entre otras colecciones de investigación política. 

Se entregó a un trabajo de encuesta considerable, buscando materiales en los trabajos de los historiadores, de los logógrafos, de los técnicos y de los viajeros. Por lo tanto su manera de proceder es totalmente diferente a la de Platón, hoy en día la llamaríamos científica. 

Hay en la política dos intenciones diferentes, por una parte trata de estudiar la mecánica de los Gobiernos existentes y por otra cuida, al igual de Platón de describir un estado ideal, el mejor posible.

Estudio de los regímenes existentes: Aristóteles distingue tres tipos de Constituciones, según el numero de los gobernantes, monarquía, aristocracia y timocrática (democracia censitaria) teniendo cada una de ellas una forma corrompida, tiránica, oligárquica y democrática. En las buenas Constituciones el gobierno se ejerce en beneficio de los gobernadostal es el criterio que separa ambas partes. 

Aristóteles desea hacer prevalecer una Constitución basada en la clase media, esa clase que había intentado en varias ocasiones imponer en Atenas sus puntos de vista y que se definía como intermediaria entre los ricos, llevados por el egoísmo y la ambición y los no propietarios, carga y amenaza para el Estado, según Aristóteles esta clase es la que asegura la estabilidad al Estado, permanece fiel a las leyes y desconfía de los arrebatos pasionales, no trabaja solo para su interés sino para el de todos. Sitúa la virtud en una especie de término medio, de vía media. 

Intenta conciliar el principio democrático y el principio aristocrático, Aristóteles cree en el valor de las mayorías. 

Reserva las funciones para la virtud, defendiendo Aristóteles ahí la doctrina de la igualdad proporcional al mérito, tan apreciada por Isocrates, frente a la igualdad aritmética. Todo el edificio tendrá como garantía un censo razonable que asegurará a la clase media la preponderancia política necesaria para arrastrar tras de sí a las demás clases por la camino de la moderación.

Si bien Platón deseaba lo absoluto, Aristóteles desea una conciliación, una constitución concreta cuya denominación exacta no le preocupa. Aristóteles se limita a pedir al buen gobierno que proteja al pobre de la opresión y al rico de la confiscación, y a la clase media que gobierne lo mejor posible los intereses de todos. 

El estado Ideal: No expone un estatuto político preciso, solo manifiesta su intención de exponer más bien las condiciones generales que aseguran el buen funcionamiento de una Ciudad. Además trata de establecer más que una Ciudad Justa, como Platón, una Ciudad feliz, la felicidad en un uso perfecto de la virtud. 

Condiciones generales: modesto tamaño, territorio reducido, fácil de defender y escogido de manera que todo el mundo pueda conocerse, la posición geográficapróxima al mar y con fáciles comunicaciones, variará con el tipo de Estado, ya que la oligarquía necesita de recinto amurallado y en cambio la democracia se aviene a la llanura. 

Por último las consideraciones prácticas sobre el urbanismo hacen patente una preocupación por la organización práctica. Se le atribuye corrientemente el mérito de haber introducido en el pensamiento político algunas consideraciones sobre el clima y la raza, tomadas de la ciencia médica y destinadas a una gran celebridad. 

Se puede señalar:

1. Aristóteles continua prisionero de las frmulas tradicionales. Aun cuando es el campeón de la clase media, se adhiere cuando define Ciudad ideal al menos, el principio del ocio noble, debiendo estar el ciudadano que él elogia totalmente liberado de ocupaciones manuales o comerciales. 
2. Se muestra incierto en sus puntos de vista teóricos. Admite en mayor y menor grado cualquier régimen menos la tiranía
3. Por último la impresión de esta diversidad política le lleva a buscar explicaciones y determinaciones antes que definiciones normativas.


EL SIGLO DE PERICLES:  

GOBIERNO:

En este siglo Atenas estaba gobernada por 10 estrategas (o generales) que eran elegidos cada año por las 10 tribus ciudadanas. Se encargaban de la guerra 

Medidas para los pobres:
• Concesión de salario a los funcionarios públicos.
• Buscar y proporcionar trabajo a los pobres.
• Otorgar tierras a los campesinos desposeídos.
• Asistencia pública para los inválidoshuérfanos e indigentes.
• Hubo otras ayudas sociales más. 




LAS INSTITUCIONES:

Los magistrados eran aquellas personas que ocupaban un cargo público, aquellos que formaban la administración del estado. Eran elegidos por el sistema de las habas. Se disponía de unas habas blancas y otras negras y según el haba que saque la persona obtenía sí o no el cargo. 

Había dos cargos que no eran elegidos por este métodoel estratega (general) y el magistrado de las finanzas que lo elegía la Asamblea del pueblo. 

Había más de 40 funcionarios de la hacienda y más de 60 policías

La Asamblea fue el primer órgano de la democracia. Se reunían con una frecuencia de 40 veces al año. Dictaba leyes y decretos y los mandaba al Consejo o Bule.

Este estaba formado por 500 miembros, 50 de cada tribu y aprobaba las leyes o decretos.

LAS ARTES Y LAS LETRAS:

Se trata de un siglo de oro para la escultura y la arquitectura. Algunos ejemplos:

• Reconstrucción del templo Zeus en Olimpia.
• Reconstrucción del templo de Apolo en Delfos.
• Construcción de la Acrópolis, la ciudad de los mármoles para gloria de los Dioses.

Escultores:

Fidias como el más grande es el autor de dos inmensas estatuas: criselefantinas y atenea.

Otros escultores fueron Mirón y Policleto. 



El Teatro:

El teatro alcanzó su gran apogeo en el siglo V a.C. Pericles lo impulsó y favoreció con una serie de medidas prácticas y económicas. Las familias más ricas tenían la obligación de cuidar y sostener los coros y a los actores. De esta manera Pericles se ocupaba de mantener la tradición según la cual las piezas de teatro servían para educar moral e intelectualmente al pueblo. 

Atenas llegó a ser la gran ciudad del teatro griego. Hasta ese siglo existían solamente teatros levantados en piedra, pero en el siglo de Pericles se organizaban las representaciones en unos teatros provisionales, hechos de madera, que solo les mantenían los diez días que duraban las representaciones.

Estas sesiones se daban durante ocho horas seguidas y eran una especie de concurso que tenía su jurado encargado de proclamar su vencedor. Los mejores escritores dramáticos de la época acudían a estos certámenes y estrenaban allí sus obras. Debían actuar como máximo tres actores que llevaban la máscara que les identificaba con el personaje que representaban, acompañaban a los actores un coro que cantaba y los recitadores.

Escritores dramáticos:

Esquilo, cuyos temas versaban sobre la mitología.
Sófocles, cuyas obras suponían una critica acerba sobre los problemas religiosos y políticos
Aristofanes, que dominó el teatro cómico recurriendo a las críticas y caricaturas. 

Pensadores:

Demócrito, fue quizás el más interesante de todos, con su teoría atómica del Universo (imaginó el Universo como una inmensa combinación de átomos).

En la segunda mitad del siglo V se dio el nombre de sofistas a los maestros que daban una instrucción sobre diversas ramas de la ciencia y el conocimiento a cambio de un salario. 

Atenas fue en este siglo la “escuela de Grecia”. Pericles y su esposa se rodearon y tuvieron como huéspedes no sólo a grandes hombres atenienses sino a grandes personajes forasteros, los más cultivados de Grecia y de fuera de Grecia. Frecuentaron su casa el filósofo Anaxágoras, el historiador Herodoto y el arquitecto Hipódamo de Mileto, que fue quien reestructuró El Pireo. 

Destacaron los historiadores Herodoto, que describió las Guerras Médicas, Tucidides que dejó escrita la obra más grande de la Antigüedad, Guerra del Peloponeso, y Jenofonte escritor parcial y mal documentado pero que en opinión de los estudiosos, dejó una obra útil para consulta sobre los primeros años del siglo IV a.C. 

Atenas fue también la capital de la elocuencia. Desde finales del siglo V la elocuencia se había elevado a la categoría de arte. Existían los logógrafos que escribían los discursos y que crearon una forma literaria nueva caracterizada por la claridad y pureza del lenguaje. Llegó a ser una profesión lucrativa. Se sabe que el logógrafo Lisias hizo una gran fortuna gracias a su profesión. Más tarde se hicieron famosos los oradores Isócrates y Demóstenes. 

FIN DEL SIGLO DE PERICLES.

La devastadora guerra del Peloponeso que da la victoria a Esparta, hizo estragos en la ciudad ateniense que perdió definitivamente su independencia el 338 a.C. cuando el rey de Macedonia Filipo II venció a los griegos y los sometió a sus supremacías.