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Penélope reconoce a Odiseo. LA ODISEA

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CANTO XXIII Odisea Trad. Luis Segalá y Estalella Penélope reconoce a Odiseo 1 Muy alegre se encaminó la vieja a la estancia superior para decirle a su señora que tenía dentro de la casa al amado esposo. Apenas llegó, moviendo firmemente las rodillas y dando saltos con sus pies, inclinóse sobre la cabeza de Penelopea y le dijo estas palabras: 5 —Despierta, Penelopea, hija querida, para ver con tus ojos lo que ansiabas todos los días. Ya llegó Odiseo, ya volvió a su casa, aunque tarde, y ha dado muerte a los ilustres pretendientes que contristaban el palacio, se comían los bienes y violentaban a tu hijo. 10 Respondióle la discreta Penelopea: 11 —¡Ama querida! Los dioses te han trastornado el juicio; que ellos pueden entontecer al muy discreto y dar prudencia al simple, y ahora te dañaron a ti, de ingenio tan sesudo. ¿Por qué te burlas de mí, que padezco en el ánimo multitud de pesares, refiriéndome embustes y despertándome del dulce sueño que me tenía amodorrada por haberse difundido sob...

La venganza. LA ODISEA

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CANTO XXII Odisea Trad. Luis Segalá y Estalella La venganza 1 Entonces se desnudó de sus andrajos el ingenioso Odiseo, saltó al grande umbral con el arco y la aljaba repleta de veloces flechas y, derramándolas delante de sus pies habló de esta guisa a los pretendientes: 5 —Ya este certamen fatigoso está acabado; ahora apuntaré a otro blanco adonde jamás tiró varón alguno, y he de ver si lo acierto por concederme Apolo tal gloria. 8 Dijo, y enderezó la amarga saeta hacia Antínoo. Levantaba éste una bella copa de oro, de doble asa, y teníala ya en las manos para beber el vino, sin que el pensamiento de la muerte embargara su ánimo: ¿quién pensara que entre tantos convidados, un sólo hombre, por valiente que fuera, había de darle tan mala muerte y negro hado? 15 Pues Odiseo, acertándole en la garganta, hirióle con la flecha y la punta asomó por la tierna cerviz. Desplomóse hacia atrás Antínoo, al recibir la herida, cayósele la copa de las manos, y brotó de sus narices un espeso chorro de...

El certamen del arco. LA ODISEA

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CANTO XXI Odisea Trad. Luis Segalá y Estalella El certamen del arco 1 Atenea, la deidad de ojos de lechuza, inspiróle en el corazón a la discreta Penelopea, hija de Icario, que en la propia casa de Odiseo les sacara a los pretendientes el arco y el blanquizco hierro, a fin de celebrar el certamen que había de ser el preludio de su matanza. Subió Penelopea la alta escalera de la casa; tomó en su robusta mano una hermosa llave bien curvada, de bronce, con el cabo de marfil; y se fue con las siervas al aposento más interior, donde guardaba las alhajas del rey —bronce, oro y labrado hierro—, y también el flexible arco y la aljaba para las flechas, que contenía muchas y dolorosas saetas; dones ambos que a Odiseo le había hecho su huésped Ifito Eurítida, semejante a los inmortales, cuando se juntó con él en Lacedemonia. Encontráronse en Mesena, en casa del belicoso Ortíloco. Odiseo iba a cobrar una deuda de todo el pueblo, pues los mesenios se habían llevado de Ítaca, en naves de muchos banc...

La última cena de los pretendientes. LA ODISEA

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CANTO XX Odisea Trad. Luis Segalá y Estalella La última cena de los pretendientes 1 Acostóse a su vez el divinal Odiseo en el vestíbulo de la casa: tendió la piel cruda de buey, echó encima otras muchas pieles de ovejas sacrificadas por los aqueos, y, tan pronto como se tendió, cobijóle Eurínome con un manto. Mientras Odiseo estaba echado en vela, y discurría males contra los pretendientes, salieron del palacio, riendo y bromeando unas con otras, las mujeres que con ellos solían juntarse. El héroe sintió conmovérsele el ánimo en el pecho, y revolvió muchas cosas en su mente y en su corazón, pues se hallaba indeciso entre arremeter a las criadas y matarlas o dejar que por la última y postrera vez se uniesen con los orgullosos pretendientes; y en tanto el corazón desde dentro le ladraba. Como la perra que anda alrededor de sus tiernos cachorrillos ladra y desea acometer cuando ve a un hombre a quien no conoce, así, al presenciar con indignación aquellas malas acciones, ladraba interiorm...