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Argos

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          Autor: José Antonio Gutiérrez Alcoba Cual solitaria gaviota emite nítido canto matinal mientras sobrevuela por el ancho dorso del mar que apacible descansa después de trabajar duramente moviendo agotadoras tormentas; así se oyó el oráculo de Argos, noble ser de voz inarticulada: “¡Hijo de Laertes, asolador de ciudades!” “¡acaba con esto!” Luego se desplomó exánime el cuadrúpedo cuerpo senil, agradecido de haber contemplado por última vez a su señor, y su alma bajó al Hades. Odiseo, cubrió su rostro con un fleco de sus míseros andrajos, ocultando de Eumeo una sentida lágrima y así como un buzo divisa tras el prisma de salobre agua al collado redentor o el navegante atisba una isla tras espesa bruma que dará hospitalario término a sus afanes. Así, tras la lágrima, vio a los orgullosos pretendientes devorando sus bienes al vigésimo año de su partida de Ítaca.

ÍTACA

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        Autor: José Antonio Gutiérrez Alcoba Llegado el día, Icario, su esposa Anfitea junto a sus hijas Penélope e Íftima con modesto séquito portando comedidas dotes, arribaron a la mansión de alta techumbre y pronto al palacio de espacioso pavimento llegaron invitados desembarcados de veleras naves después de atravesar el anchuroso Ponto cargados con ricos presentes. Laertes y Anticlea, ilustres anfitriones, les dieron lugar en amplias moradas poniendo a sus órdenes moderada servidumbre dirigida por su hija menor Ctímene y por Euriclea, esclava adquirida para su hijo por Laertes. Vinieron por mar y por tierra, y durante tres días que duró la boda, la adusta ciudad se llenó de tumultuosa alegría, los aedos traídos por los visitantes organizaron certámenes musicales en el lugar reservado a los oradores se organizó una procesión ceremonial para vestir a la deidad de ojos de lechuza con un peplo bordado en hilo de lino. El don de Dionisos corrió en abundancia por tus ...