Argos
Autor: José Antonio Gutiérrez Alcoba
Cual solitaria gaviota emite nítido canto matinal
mientras sobrevuela por el ancho dorso del mar
que apacible descansa
después de trabajar duramente
moviendo agotadoras tormentas;
así se oyó el oráculo de Argos, noble ser de voz inarticulada:
“¡Hijo de Laertes, asolador de ciudades!”
“¡acaba con esto!”
Luego se desplomó exánime el cuadrúpedo cuerpo senil,
agradecido de haber contemplado por última vez a su señor,
y su alma bajó al Hades.
Odiseo, cubrió su rostro con un fleco de sus míseros andrajos,
ocultando de Eumeo una sentida lágrima
y así como un buzo divisa tras el prisma de salobre agua al collado redentor
o el navegante atisba una isla tras espesa bruma
que dará hospitalario término a sus afanes.
Así, tras la lágrima,
vio a los orgullosos pretendientes
devorando sus bienes al vigésimo año de su partida de Ítaca.
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