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Telégono

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Circe Telégono es una figura intrigante de la mitología griega. Él es conocido principalmente como el hijo de Ulises (Odiseo) y Circe. Su historia es parte de los relatos post-homéricos que amplían los eventos que suceden después de la "Odisea". Aquí tienes un resumen de su historia: Telégono fue criado por su madre, Circe, la famosa hechicera de la isla Eea. Cuando creció, Circe le reveló la identidad de su padre y Telégono decidió ir en su búsqueda. Equipado con una lanza envenenada, navegó hacia Ítaca sin saber que el lugar que buscaba era, de hecho, el hogar de su padre. Al llegar a Ítaca, Telégono comenzó a saquear la isla, lo que llevó a una confrontación con los habitantes locales. En el enfrentamiento, Odiseo salió a defender su reino. Desafortunadamente, en medio de la batalla, Telégono hirió mortalmente a Odiseo con su lanza envenenada sin darse cuenta de quién era. Así, sin saberlo, Telégono mató a su propio padre. Después de la tragedia, Telégono llevó el cuerpo d...

Los pretendientes vejan a Odiseo. LA ODISEA

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CANTO XVIII Odisea Trad. Luis Segalá y Estalella Los pretendientes vejan a Odiseo 1 Llegó entonces un mendigo que andaba por todo el pueblo; el cual pedía limosna en la ciudad de Ítaca, se señalaba por su vientre glotón —por comer y beber incesantemente— y hallábase falto de fuerza y de vigor, aunque tenía gran presencia. Arneo era su nombre, el que al nacer le puso su veneranda madre; pero llamábanle Iro todos los jóvenes, porque hacía los mandados que se le ordenaban. Intentó el tal sujeto, cuando llegó, echar a Odiseo de su propia casa e insultóle con estas aladas palabras: 10 —Retírate del umbral, oh viejo, para que no hayas de verte muy pronto asido de un pie y arrastrado afuera. ¿No adviertes que todos me guiñan el ojo, instigándome a que te arrastre, y no lo hago porque me da vergüenza? Mas, ea, álzate, si no quieres que en la disputa lleguemos a las manos. 14 Mirándole con torva faz, le respondió el ingenioso Odiseo: 15 —¡Infeliz! Ningún daño te causo, ni de palabra ni de obra...

Telémaco reconoce a Odiseo. LA ODISEA

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CANTO XVI Odisea Trad. Luis Segalá y Estalella Telémaco reconoce a Odiseo 1 No bien rayó la luz de la aurora, Odiseo y el divinal porquerizo encendieron fuego en la cabaña y prepararon el desayuno, después de despedir a los pastores que se fueron con los cerdos repartidos en piaras. Cuando Telémaco llegó a la majada, los perros ladradores le halagaron, sin que ninguno ladrase. Advirtió Odiseo que los perros meneaban la cola, percibió el ruido de las pisadas, y enseguida dijo a Eumeo estas aladas palabras: 8 —¡Eumeo! Sin duda viene algún compañero tuyo u otro conocido, porque los perros, en vez de ladrar, mueven la cola y oigo ruido de pasos. 11 Aún no había terminado de proferir estas palabras, cuando su caro hijo se detuvo en el umbral. Levantóse atónito el porquerizo, se le cayeron las tazas con que se ocupaba en mezclar el negro vino, fuese al encuentro de su señor y le besó la cabeza, los bellos ojos y ambas manos, vertiendo abundantes lágrimas. 17 De la suerte que el padre amoroso...

Los feacios despiden a Odiseo. Llegada a Ítaca. LA ODISEA

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    CANTO XIII Odisea Trad. Luis Segalá y Estalella Los feacios despiden a Odiseo. Llegada a Ítaca 1 Así dijo. Enmudecieron los oyentes y, arrobados por el placer de escucharle, se quedaron silenciosos en el obscuro palacio. Mas Alcínoo le respondió diciendo: 4 —¡Oh, Odiseo! Pues llegaste a mi mansión de pavimento de bronce y elevada techumbre, creo que tornarás a tu patria sin tener que andar vagueando, aunque sean en tan gran número los males que hasta ahora has padecido. Y dirigiéndome a vosotros todos, los que siempre bebéis en mi palacio el negro vino de honor y oís al aedo, mirad lo que os encargo: ya tiene el huésped en pulimentada arca vestiduras y oro labrado y los demás presentes que los consejeros feacios le han traído, ea démosle sendos trípodes grandes y calderos; y reunámonos después para hacer una colecta por la población, porque sería difícil a cada uno de nosotros obsequiarle con tal regalo, valiéndonos de sola nuestra posibilidad. 16 Así les habló Alcínoo, y ...

Argos

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          Autor: José Antonio Gutiérrez Alcoba Cual solitaria gaviota emite nítido canto matinal mientras sobrevuela por el ancho dorso del mar que apacible descansa después de trabajar duramente moviendo agotadoras tormentas; así se oyó el oráculo de Argos, noble ser de voz inarticulada: “¡Hijo de Laertes, asolador de ciudades!” “¡acaba con esto!” Luego se desplomó exánime el cuadrúpedo cuerpo senil, agradecido de haber contemplado por última vez a su señor, y su alma bajó al Hades. Odiseo, cubrió su rostro con un fleco de sus míseros andrajos, ocultando de Eumeo una sentida lágrima y así como un buzo divisa tras el prisma de salobre agua al collado redentor o el navegante atisba una isla tras espesa bruma que dará hospitalario término a sus afanes. Así, tras la lágrima, vio a los orgullosos pretendientes devorando sus bienes al vigésimo año de su partida de Ítaca.

ÍTACA

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        Autor: José Antonio Gutiérrez Alcoba Llegado el día, Icario, su esposa Anfitea junto a sus hijas Penélope e Íftima con modesto séquito portando comedidas dotes, arribaron a la mansión de alta techumbre y pronto al palacio de espacioso pavimento llegaron invitados desembarcados de veleras naves después de atravesar el anchuroso Ponto cargados con ricos presentes. Laertes y Anticlea, ilustres anfitriones, les dieron lugar en amplias moradas poniendo a sus órdenes moderada servidumbre dirigida por su hija menor Ctímene y por Euriclea, esclava adquirida para su hijo por Laertes. Vinieron por mar y por tierra, y durante tres días que duró la boda, la adusta ciudad se llenó de tumultuosa alegría, los aedos traídos por los visitantes organizaron certámenes musicales en el lugar reservado a los oradores se organizó una procesión ceremonial para vestir a la deidad de ojos de lechuza con un peplo bordado en hilo de lino. El don de Dionisos corrió en abundancia por tus ...

¿Dónde fue vencida Troya realmente?

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Ítaca Autor: José Antonio Gutiérrez Alcoba  EL PUNTO DE VISTA DE ANFIMEDONTE Dijiste al Atrida: --La hija del ínclito Icario, nos preparaba negra muerte, mientras tejía con el día, y en noche deshacía lo urdido, de un sudario para la sacra potestad de Laertes, semejante al sol o a la luna. Henos aquí conducidos como un rebaño de cabras por el cilenio Hermes, hijo de Maya. Somos ciento cincuenta pretendientes que preferíamos ser reyes de Ítaca, a imperar sobre Samos, Crocilea, Egilipe, Duliquio o la selvosa Zacinto. Nuestros padres, negáronse a acudir a la vasta Troya de anchurosas calles, para vengar el rapto de Helena y no hicieron esfuerzo alguno por disuadirnos de nuestro empeño. --Agamenón: Tan alto número de ilustres varones, con heraldos y servidumbre, sólo podían sostenerse con frecuentes hecatombes. Di, ¿sacrificabais a las deidades? --Anfimedonte: Sólo una vez se mencionó eso. Ya cercana la hora postrera, Antínoo, cuya inane cabeza ves, pidió al cabrero Melantio traer nutr...