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jueves, 24 de diciembre de 2009

Acerca de la palabra Aletheia

griego antiguo, ancient greek
Griego antiguo

Traducimos habitualmente alétheia por verdad, que el término verdad es la versión latinizada de la palabra griega aletheia, la traducción del griego a lo romano según una muy determinada comprensión del ser: la de su olvido. Este olvido ontológico se refleja en una errada y vacía relación con el ser. Al mismo tiempo el lenguaje que nombra lo que es en tanto que es, se desvirtúa, cae fuera de su elemento y ya no habla. La palabra al perder su referencia al ser, se pierde a sí misma.

Esta traducción no fue, entonces, un mero e inofensivo vocablo de un código a otro, donde sólo estarían en juego diferencias fonéticas y morfológicas. Fue parte de un proceso de desfiguración de lo griego, donde alétehia y otras palabras fundamentales del decir filosófico perdieron su contenido originario y su referencia esencial a la cosa. Dicho de otro modo: la consideración del lenguaje como instrumento de expresión y comunicación, regido por una gramática lógica para la cual el ser se ha convertido en objeto, no da cuenta de la esencia del lenguaje, es decir, de su fatal relación con el ser. Sólo la comprensión del lenguaje como el ámbito donde las cosas se abren, ámbito que el hombre habita y desde el cual constituye mundo, nos permitirá captar la cuestión en toda su densidad. En cuanto al hombre esencia como lenguaje, un uso degradado del mismo amenaza su propio ser. “Aunque tuviésemos mil ojos y mil oídos, mil manos y muchos otros sentidos y órganos si nuestra esencia no consistiese en el poder del lenguaje, todo ente permanecerìa cerrado para nosotros, tanto el que somos nosotros mismos como el que no somos” . M. Heidegger Introducción a la metafísica. Bs As. 1953,120

Es imperioso recuperar la capacidad nombrante de las palabras, es decir la palabra que habla y dice lo que es mostrando al ente en su ser. Esto es una tarea, un hacer esencial que toca al hombre en su asunto más propio. Se trata de instalarnos en una relación más originaria con el lenguaje, que patentice la traba esencial entre ser y lenguaje. Hay que reconquistar la fuerza nominal del lenguaje. Hay que recuperar el vínculo esencial entre palabra y cosa. Pero regresemos a nuestro término alétehia. del verbo lantháno –estar oculto- permanecer oculto a alguien/hacer olvidar (en el sentido de pasar inadvertido para otro)- más estrictamente de su forma antigua, homérica, letho, deriva del sustantivo léthe-olvido, ocultamiento y también aunque de un modo más indirecto, su opuesto aletehia –desolvido, desocultamiento. Léthe es también un personaje divino, hija de la Discordia y madre de las Gracias, que dio nombre a la Fuente del Olvido situada en los Infiernos, de la que bebían los muertos para olvidar su vida terrestre, y las almas antes de reencarnar para olvidar su vida subterránea. Motivo por el cual otra de las traducciones del término es verdad, los muertos al encarnar “olvidaban su vida pasada” y así encontraban la verdad en cada nueva vida.

A-létheia: la alfa inicial ha sido caracterizada por la gramática, surgida de un pensar griego tardío, como alfa privativa. Pero la privación no debe ser entendida como un modo de la negación. Al contrario, ella hace posible la afirmación iluminante de lo que es. Es la positividad de un no la que se impone, no una simple ausencia.

Después de este breve recorrido etimológico-semántico, podemos intentar una traducción más ajustada para alétehia. Sin duda –desocultación- refleja con más fidelidad el sentido de la palabra griega. Sin embargo no es suficiente. ¿Por qué? ¿Acaso no se trataba de reconquistar el significado propio de las palabras? Sí. Pero este no se funda en un juego de etimologías ni en la correcta acepción que nos proporcionan los diccionarios. Es preciso llegar al decir griego mismo, que se hará diálogo vivo y originario en los textos de filósofos y poetas. “El lenguaje no es su esencia, la exteriorización de un organismo, tampoco la expresión de un viviente. De ahí el que no ha de pensarse con justeza esencial desde su carácter de signo, tal vez tampoco desde Heidegger” Carta sobre el humanismo, Madrid 1959,22)

Y esto es aletheia, desocultación- alfa privativa mediante, pero también ocultación.
Desocultación-ocultación no son opuestos, ni se excluyen. Tampoco se complementan. Son uno y lo mismo y determinan el modo en que está presente lo presente.
El lenguaje es el ámbito-inadmisible para la lógica, donde el ser se manifiesta ocultándose. El lenguaje dice el ser como desocultación, ocultación. Por eso es alétehìa.

Comenzamos esta nota buscando el significado de alétehia, desde lo griego y su lengua, y en estas mismas reflexiones ella nos salió al encuentro.-

Autora: María Alejandra Crespín Argañaraz

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Termina restauración de entrada a la Acrópolis



Associated Press. 21 de diciembre de 2009.

El ambicioso programa de restauración de la entrada monumental al conjunto arqueológico de la Acrópolis, de 2.500 años de antigüedad, fue completado exitosamente, informaron las autoridades griegas el lunes.

El proyecto de siete años de duración alargó el techo del antiguo edificio de mármol, conocido como Propylea, que en los tiempos antiguos servía como vestíbulo de la Acrópolis, precisó el ministerio de Cultura.

Fueron retirados 255 bloques de mármol del monumento para que los expertos pudieran retirar placas de metal usadas por otros restauradores que comenzaban a oxidarse, lo que había llevado a múltiples fisuras en la estructura, agregó.

La Propylea es el único monumento de la Acrópolis de Atenas que mantiene grandes secciones de su antiguo techo. El conjunto arqueológico está siendo restaurado en general y se espera que las obras duren más allá de 2020.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Espartanos: una vida dedicada a la guerra

Historia de National Geographic: Esparta

A los pies del monte Taigeto, en el Peloponeso, se alzaba la orgullosa ciudad de Esparta. Sus ciudadanos, educados con extrema dureza, perdían cualquier atisbo de individualidad para convertirse en guerreros ímplacables, cuyo único objetivo era combatir por su patria hasta la muerte.

Una sociedad cuyos miembros eran educados desde niños para combatir, y cuyos ciudadanos sólo tenían como ocupación la guerra. Esto era Esparta: un Estado que hacía de cada hombre un soldado. La fiereza de los espartanos, su valor, su frugalidad y ese orgullo de hombres libres descendientes de los hijos de Heracles se convirtieron en modelo de radicalidad moral y de sometimiento de los ciudadanos a las leyes y costumbres de su ‘polis’, su ciudad. Esparta era una sociedad fuertemente cohesionada por una vida de cuño militar y una estricta educación, en la que los niños abandonaban pronto el núcleo familiar para tomar conciencia de su pertenencia a una ciudadanía igualitaria y solidaria a la que, llegado el caso, tendrían que defender con su vida. Una sociedad en la que la cobardía en los hechos de armas no conllevaba únicamente el deshonor, sino una exclusión social absoluta que llegaba a la prohibición de contraer matrimonio y de participar en instituciones y festejos públicos. La sociedad espartana se dividía en tres estamentos: el ‘demos’, los hombres libres, los únicos que tenían derechos; los periecos, emigrados de otras regiones de Grecia que vivían y trabajaban allí, aunque no participaban en las instituciones; y los hilotas, los esclavos, que provenían de los territorios sometidos de Laconia y Mesenia, podían tener familia propia, no eran vendidos y no vivían en las casas de los amos. Se decía que Esparta era la tierra en la que se podía encontrar a los hombres libres más libres y a los esclavos más esclavizados. Parece que Esparta surgió a inicios del siglo VIII a.C. como una unión de varias comunidades en torno a la ribera del Eurotas: las cuatro aldeas que formaban propiamente Esparta, a las que se añade el núcleo de Amiclas, al sur del valle. Los espartiatas estaban divididos en tres tribus dorias: ‘pamphylleis’, ‘hylleis’ y ‘dymanes’. Pocas décadas después de su unión, las cuatro comunidades llevaron a cabo una serie de guerras para ampliar su territorio hasta apoderarse de Laconia y, posteriormente, cruzar la elevada cordillera del Taigeto para someter Mesenia entre los años 740-720 a.C. Licurgo desempeñó un papel fundamental en la historia arcaica de Esparta, fue un célebre legislador que introdujo las reformas que caracterizaron el Estado espartano y dictó las leyes que marcaron la vida y costumbres de los lacedemonios, como se conocía a los espartanos por su país, Lacedemonia. En Esparta se prohibió el enriquecimiento individual de los ciudadanos y se castigó el ánimo de lucro; sus propiedades eran rigurosamente controladas por un Estado que prohibía la posesión de oro y plata, y que acuñaba una moneda de hierro de escaso valor y cuyo peso la hacía difícilmente transportable, algo que se convirtió en objeto de burla para el resto de los griegos. Desde el mismo instante de su nacimiento, los espartanos estaban al servicio del Estado: los muchachos, para ser soldados, y las jóvenes, para ser madres de los mejores combatientes. La educación estaba encaminada tanto al fortalecimiento físico que requería un hoplita como a la asunción de una férrea disciplina dirigida a borrar cualquier rasgo de individualidad.

Fuente: http://www.historiang.com