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viernes, 24 de mayo de 2013

Mímesis Aristotélica Uno


socrates, platon, aristoteles, filosofia griega


Autor: José Antonio Gutiérrez Alcoba 

“Según lo dicho, resulta evidente que no es tarea del poeta referir lo que realmente sucede sino lo que podría suceder y los acontecimientos posibles de acuerdo con la necesidad y la probabilidad. El historiador y el poeta no difieren por el hecho de escribir en prosa o en verso. Si las obras de Herodoto fueran versificadas, en modo alguno dejarían de ser historia tanto en prosa como en verso. Pero; el historiador y el poeta difieren en que el uno narra lo que sucedió y el otro lo que podría suceder. Por eso la poesía es algo más filosófico y serio que la historia; la una se refiere a lo universal, la otra a lo particular”.

Aristóteles

MÍMESIS

     Una rápida síntesis sobre la mímesis platónico-aristotélica permite visionar su pertinencia, su aplicabilidad y limitaciones para con algunos tipos y modelos que les sirven de ejemplo, siendo esta quizás la mejor forma de comprender la afirmación de que ¨…ante la falta de especificidad de la práctica literaria (Aristóteles) decidiera conjurarla de la manera más radical posible…¨

     En el cap. III de La República sostuvo Platón que la mimesis, correctamente entendida, es el acto por el cual el poeta:

¨…trata de conformarse en todo lo posible con el lenguaje de aquel en cuyo nombre habla… (lo cual es)…imitarle…¨  En el mismo libro, Platón subdivide la narración en:

a) Simple, aquella  ¨…en que el poeta habla por su nombre, y no trata de hacernos creer que sea otro el que habla en nombre de él…¨  o narración sencilla, simple y sin imitación, y, en el polo opuesto a ella clasifica a la narración imitativa,

b) ¨…aquella en la que el poeta, suprimiendo todo lo que intercala por su cuenta en los discursos de aquellos a quienes hace hablar, sólo deja el diálogo…¨  y

c) La narración compuesta o ¨…mezcla de una y otra…¨ (las anteriores)…y nos servimos de ella en la epopeya y otras cosas…¨

     En cuanto a Aristóteles, creemos importante observar que parece no existir en su poética una decisiva clasificación de los tipos de imitación.

     En efecto, en el capítulo III de la poética, el filósofo delimita que el poeta puede:

a) ¨…narrar en parte…¨    b) ¨…en parte asumir el papel de un personaje distinto como hace Homero…¨     c) ¨…y es posible presentar a los personajes como si ellos todo lo hicieran y lo crearan…¨  Se trata pues de tres tipos de imitación que todavía en este párrafo del Cap. III no poseen adscripción precisa a un género, sino en general a Homero, e implícitamente a la epopeya.
   
     El tipo a) es, por supuesto, pertinente a la narración simple platónica y se puede pensar que Aristóteles alude aquí a lo que nos va a decir en el Cap. XXIV ¨…es necesario que el poeta hable muy poco por su cuenta… (Lo que se encuentra limitado a un breve prefacio…¨  lo cual parece significar que se trata de la parte en cuanto cantidad o extensión breve de la intervención (adecuada) del poeta.

     El tipo b) es ya enigmático, pues supone que el autor se imita, se finge personaje, lo cual no es evidente en Homero, a no ser que se esté diciendo que el narrador es distinto del autor, en cuyo caso el narrador-Homero, en calidad de testigo de los acontecimientos que narra sea – puesto que sabemos que Homero compuso sus cantos cuatrocientos años después de acontecida la guerra de Troya - con toda intención ficcional, o, en otra variante, suponer que Homero encubra intencionalmente su propia interioridad simulándola en el carácter de uno o varios personajes.

     El tipo c) puede comprenderse como narración simple en tanto que el yo autoral aparece hablando, no de sí mismo, sino pidiendo para sí en primera persona y en tránsito de efectuar la imitación (Aristóteles no dice de ella que no lo sea, sólo dice que es mala imitación). En el breve prefacio de la invocación ¨…Canta oh Diosa la cólera del Pelida Aquiles, cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Orco muchas almas valerosas de héroes...¨  se encuentra claramente involucrado el yo autoral de Homero, y es más preciso en: ¨…decidme (a mí, a Homero) ahora, Musas…¨  invocación después de la cual, acto seguido, el sujeto - Homero se diluye en un sujeto plural en vías hacia la abstracción de la singularidad individual subjetiva, hacia la universalidad o multitud anónima del género: ¨…pues nosotros, que nada sabemos oímos su fama, cuales, cuales eran de todos los dánaos los jefes y príncipes…¨ , así como también en : ¨…Háblame (a mí, a Homero) Musa de aquel varón de multiforme ingenio…¨

     ¿Se trata aquí del mismo yo narrativo del que hablaba Platón al glosar a Crises?  Se puede afirmar que no. Aquí Homero Clama; allá Platón describe.

     El tercer tipo d) posee la mayor extensión en la mixtura narrativa del género híbrido épico y lo será característicamente propio de la tragedia en sentido puro.

     Si se dividiera la visión en un sentido retrospectivo (hacia la génesis del género y sus límites) y un horizonte perspectivo (su variedad y sus límites) tal vez sea posible descifrar un poco más nuestro problema.
Es decir, ¿Cuáles son los límites en la concepción platónica? ¿Cuáles en Aristóteles?

     La respuesta es la duración, la duración en su acontecer espacio-temporal real (la historia), y el tiempo en su secuencia imaginaria, ficcional; es decir, una relación de dimensiones.

     Es Platón quien hace constar sobre Crises: “…no es Homero el que habla, sino el anciano sacerdote de Apolo. La mayor parte de las relaciones de la Ilíada y la Odisea son de este tipo… ¿no es siempre una relación ya hable el poeta por sí o ya lo haga por boca de otros?...”  Es precisamente esta relación que etimológicamente podemos asociar con el término relato “…del lat. Relatus-cfr. relación…” Es relación en tanto que en su origen no es más que “…todo lo que dicen los poetas y autores de fábulas, ¿es otra cosa que narración de cosas pasadas, presentes y futuras?..."

     ¿No es sintomático que ambos filósofos tropiecen al unísono, uno con el tiempo, otro con la historia?

     Para tratar de definir la mimesis y la ficción no bastaba una definición positiva; hacía falta establecer la diferencia con prácticas verbales extramiméticas, la cual fue para Aristóteles la historia, es decir una práctica documental, testimonial u objetiva, no ficcional (hoy poseemos oposiciones más netas: periodismo, libros de biología, etc.), pero aunque él menciona a Herodoto, uno se pregunta si el criterio de ficcionalidad es suficiente para negar lo que Genette llama la “literaridad” del texto no incluido bajo tal concepto. Pues si “la mayoría de las relaciones son de este tipo" mimético, puede hablarse de una minoría de relaciones de este tipo en la práctica verbal del historiador, lo cual no es cierto respecto de Tucídides al recrear los discursos de Pericles, ni de Herodoto con respecto a la vida de Artajerjes y tampoco va a ser cierto en relación con un historiador filosóficamente platónico como Plutarco a quien sorprendemos, de suyo parco en la descripción de sus personajes, fingiendo el yo lírico de Cleopatra cuando ya vencida y muerto su amante, hace a este las honras fúnebres:

        “…amado Antonio –exclamó-, te sepulté ha poco con manos libres; pero ahora te hago estas libaciones siendo sierva, y observada con guardias para que no lastime con lloros y lamentos este cuerpo esclavo, que quieren reservar para el triunfo que contra ti ha de celebrarse. No esperes ya otros honores que estas exequias, a lo menos de dispensarlos Cleopatra. Vivos, nada hubo que nos separara; pero en muerte, quieren que cambiemos de lugares: tú, romano, quedando aquí sepultado, y yo, infeliz de mí, en Italia, participando sólo en esto de tu patria; pero si es alguno el poder y el mando de los dioses de ella, ya que los de aquí nos han hecho traición, no abandones viva a tu mujer, ni mires con indiferencia que triunfen de ti en esta miserable, sino antes ocúltame y sepúltame aquí contigo, pues que con verme agobiada de millares de males, ninguno es para mí tan grande y tan terrible como este corto tiempo que sin ti he vivido…” 

     Diremos pues que Plutarco ficcionaliza, pues no estuvo en Egipto y no pudo haber conocido sino mediante relatos orales a Cleopatra, del mismo modo que advertiremos como ésta ficcionaliza a Antonio.

     La controversia con la historia es, sin embargo, el primer límite definitorio.

     Establecida la diferencia específica externa, se hizo preciso delimitar a la poesía en su definición interna, es decir, cuando es poesía en sentido propio y cuándo deja de serlo. La poesía comienza a ser, en el momento en que el poeta deja de hablar de sí mismo y pone la narración de los acontecimientos en los personajes. Es así que ni Platón ni Aristóteles se adentran  más allá de ese brevísimo prefacio en que se advierte a Homero (que además es mala imitación). Es decir, que desconocen, no admiten e ignoran casi por completo a la poesía lírica, a la poesía subjetiva, deteniéndose ante el límite amurallado del autor. Tanto Platón como Aristóteles no franquean sus puertas, la poesía mimética, la ficción deja de serlo cuando el autor habla de sí mismo.

     No es posible afirmar una división tajante entre lírica y poesía en Homero, cual si fuese cierto que tuviéramos que esperar siglos para comprender tesis como la de Batteux “…quien sostiene con gran esfuerzo de sofismas que la poesía lírica es también mimética en el sentido antiguo, ya que puede expresar “sentimientos fingidos” y, por tanto, ficcional…”

     Ya en la Ilíada encontramos el uso de ficcionalidad lírica, pues en el coloquio entre Héctor y Andrómaca, el sujeto mimético expresa un yo lírico:

   “…Andrómaca llorosa se detuvo a su vera, y asiéndole de la mano le dijo:... ¡Desgraciado, tu valor te perderá!. No te apiadas del tierno infante ni de mí, infortunada, que pronto seré viuda; pues los aqueos te acometerán todos a una y acabarán contigo. Preferible sería que, al perderte, la tierra me tragara, porque si mueres no habrá consuelo para mí, sino pesares; que ya no tengo padre ni venerable madre (sigue aquí una narración simple descriptiva)…Héctor, ahora tú eres mi padre, mi venerable madre y mi hermano; tú mi floreciente esposo. Pues, ea, sé compasivo, quédate en la torre. – No hagas a un niño huérfano y a una mujer viuda…”

     De modo que si la controversia con la historia constituyó la primera diferencia específica externa para definir a la poesía en tanto que imitación y ficción; la diferencia interna la constituyó la poesía lírica, al punto que tuvo una existencia paralela sin llegar a mezclarse del todo con aquella. Esta:

“…Es aquella – dicen los retóricos de profesión - en las que el poeta expresa los estados de su alma, sus impresiones, sus ideas, sus reflexiones, sus entusiasmos y los afectos más íntimos de su corazón…es objeto de la poesía lírica, la expresión directa de los deseos, las alegrías, las tristezas, los temores y las esperanzas del poeta…la forma de la poesía lírica es la subjetiva o enunciativa…el poema lírico es de muy poca extensión material, como hijo del entusiasmo, del arrebato y de la pasión que no puede sostenerse por mucho tiempo. Su unidad procede de la situación determinada del alma del poeta más bien que del asunto…Entre las composiciones líricas están la oda, la elegía, madrigal, letrilla, dolora, epigrama, copla, himno…Modernamente, según Hegel, la epopeya y, en general la poesía recitativa y con ella la poesía dramática desarrollada sobre la escena, tiene como finalidad producir en el auditorio los mismos sentimientos que embargan el alma del poeta; en la poesía lírica por el contrario, el objeto lo constituyen los sentimientos íntimos del poeta. La epopeya y sus afines tienen un carácter objetivo; la poesía (lírica) lo tiene subjetivo…Y el mismo gran estético afirma que la poesía lírica es independiente de la forma y del ritmo propio de los diversos géneros poéticos; es ella el fondo mismo del lirismo, la propia inspiración. Para Jouffroy el lirismo es la poesía, los géneros son únicamente formas de expresión…todos los críticos están conformes en que la poesía lírica fue la primera en brotar del hombre, precisamente por estar originada en él mismo, en su emoción y en su deseo…”

     Genette hace constar el importante papel que tuvo esta división entre ficción y lírica, y las une bajo el concepto de poesía ficcional, aceptando la sugestión propuesta por Batteux y Kate Hamburger al concluir la “ficcionalidad” del yo lírico en tanto que este permanece indeterminado, sin emitir propiamente enunciados de la realidad sino de la simulación.

     Puesto que la pregunta por aquello que hace de un texto una obra de arte aún se sostiene, el mínimo común denominador de la literaridad lo constituiría pues, aquel uso del lenguaje estrictamente dirigido a crear significaciones a partir de sí mismo, es decir una función que viene determinada por la no subordinación al nivel del uso pragmático de la lengua o lo que Jakobson llamó “la función poética del lenguaje”, caracterizada por la intransitividad entre sus enunciados y los acontecimientos propios de la realidad, por la opacidad o capacidad simbólica de cerrarse sobre su propio discurso y construir su propia significación prescindiendo de referentes externos a sí misma. En este punto se incluyen los postulados del formalismo, en el sentido de que una obra puede ser estéticamente satisfactoria, si cumple con este requisito de hacer eco en su interior a través de la forma, prescindiendo de su contenido, en este momento, de algún modo, la obra se autoimita.

     Es esta última propuesta la que, nacida al calor de la discusión teórica sobre los géneros, los sintetiza incluyéndolos en lo que Genette llama “poética esencialista” o “cerrada”, pues en ella, (desde Platón a Jakobson) al predominar la “función estética del lenguaje” deja por fuera a una gran cantidad de tipos textuales, los cuales, no siendo expresamente literarios, poseen la capacidad de ser asumidos por el gusto estético de cualquier época, cual sucediera con el ensayo o con el diario íntimo, es decir, “…no conduce a ninguna realidad extratextual…” y es a esto que llama “literaridad constitutiva”.

     Es al vasto universo de la producción textual excluida de la “literaridad constitutiva” a lo que Genette llama “literaridad condicional” o “literaridad por dicción”, en el entendido que, existen textos los cuales, habiendo sido ideados con una función pragmática, con carácter transitivo y objetivo entre el lenguaje y el objeto designado, poseen la capacidad de ser asumidos estéticamente por el consumidor de acuerdo a una fruición no pragmática. Textos de divulgación científica como los de Isaac Asimov se asumen como obras literarias, así las cartas de Colón, las crónicas de Martí, etc.

     Pero, para que una obra escrita con una finalidad distinta pueda ser leída y asumida estéticamente, ¿debe, necesariamente, pasar por el molde preexistente de la poética ficcional?

     Según las consecuencias de esta última idea, puede definirse a la mímesis como un discurso literario caracterizado por el uso de la función poética del lenguaje con carácter de ficción, el cual tiene la capacidad de asimilar a las dicciones pragmáticas del lenguaje hasta convertirlas en discursos estéticos, es decir; la mimesis es una propiedad constitutiva del lenguaje cuando este trasciende su propia naturaleza pragmática.

Referencias

 Ídem p. 15. paréntesis nuestro.
 PLATON. La república. L. III p 91. (paréntesis nuestro)
 Ídem L III p 91
 Ídem. L III. P 92
 Ídem. L III p 92.

 ARISTÓTELES. La poética. Cap. III p 3.
 Ídem. Cap. III  p 3
 Ídem. Cap. III  p 3
 Ídem.

 Homero. La Ilíada Ed. Alba 1999. p 24 Rapsodia I
 Ídem. Rapsodia II
 Ídem. (Subrayado nuestro)
 HOMERO. La odisea. Ed. Juventud. Barcelona (España)
 Cfr. Platón. Op cit. L III p 91.
 Ídem L. III
 Cfr. Diccionario Enciclopédico Quillet. Ed. Cumbre, 1976. T VIII.
 Platón Op. Cit. L. III.

 PLUTARCO. Vidas paralelas. Ed. Espasa-Calpe. Madrid, 1969. p 163

 GENETTE. Op. Cit.
 HOMERO. La Ilíada.

 SAINZ DE ROBLES, CARLOS FEDERICO. “Ensayo de un diccionario de literatura” Ed. Aguilar. Madrid, 1954 p. 276.

 En GENETTE. Op cit. P 31.