Hesíodo - Teogonía
TEOGONÍA DE HESÍODO
- Musas Heliconíadas
Comencemos nuestro canto por las Musas Heliconı́adas, que habitan la montaña grande y divina del Helicón. Con sus pies delicados danzan en torno a una fuente de violáceos reflejos y al altar del muy poderoso Cronión. Después de lavar su piel suave en las aguas del Permeso, en la Fuente del Caballo o en el divino Olmeo, forman bellos y deliciosos coros en la cumbre del Helicón y se cimbrean vivamente sobre sus pies. Partiendo de allı́, envueltas en densa niebla marchan al abrigo de la noche, lanzando al viento su maravillosa voz, con himnos a Zeus portador de la égida, a la augusta Hera argiva calzada con doradas sandalias, a la hija de Zeus portador de la égida, Atenea de ojos glaucos, a Febo Apolo y a la asaeteadora Ártemis, a Poseidón que abarca y sacude la tierra, a la venerable Temis, a Afrodita de ojos vivos, a Hebe de áurea corona, a la bella Dione a Eos al alto Helios y a la brillante Selene, a Leto, a Jápeto, a Cronos de retorcida mente, a Gea, al espacioso Océano, a la negra Noche y a la restante estirpe sagrada de sempiternos Inmortales. Ellas precisamente enseñaron una vez a Hesı́odo un bello canto mientras apacentaba sus ovejas al pie del divino Helicón. Este mensaje a mi en primer lugar me dirigieron las diosas, las Musas Olı́mpicas, hijas de Zeus portador de la égida: ”¡Pastores del campo, triste oprobio, vientres tan solo! Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad.. A sı́ dijeron las hijas bienhabladas del poderoso Zeus. Y me dieron un cetro después de cortar una admirable rama de florido laurel. Me infundieron voz divina para celebrar el futuro y el pasado y me encargaron alabar con himnos la estirpe de los felices Sempiternos y cantarles siempre a ellas mismas al principio y al final. Mas, ¿a que me detengo con esto en torno a la encina o la roca?
¡Ea, tú! comencemos por las Musas que a Zeus padre con himnos alegran su inmenso corazón dentro del Olimpo, narrando al unı́sono el presente, el pasado y el futuro. Infatigable brota de sus bocas la grata voz. Se torna resplandeciente la mansión del muy resonante Zeus padre al propagarse el delicado canto de las diosas y retumba la nevada cumbre del Olimpo y los palacios de los Inmortales. Ellas, lanzando al viento su voz inmortal, alaban con su canto primero, desde el origen, la augusta estirpe de los dioses a los que engendró Gea y el vasto Urano y los que de aquellos nacieron, los dioses dadores de bienes.
Luego, a Zeus padre de dioses y hombres, al comienzo y al final de su canto, celebran las diosas, como sobresale con mucho entre los dioses y es el de más poder. Y cuando cantan la raza de los hombres y los violentos Gigantes, regocijan el corazón de Zeus dentro del Olimpo las Musas Olı́mpicas, hijas de Zeus portador de la égida. Las alumbró en Pieria, amancebada con el padre crónida, Mnemóside, señora de las colinas de Eleuter, como olvido de males y remedio de preocupaciones. Nueve noches se unió con ella el prudente Zeus subiendo a su lecho sagrado, lejos de los Inmortales. Y cuando ya era el momento y dieron la vuelta las estaciones, con el paso de los meses, y se cumplieron muchos dı́as, nueve jóvenes de iguales pensamientos, interesadas solo por el canto y con un corazón exento de dolores en su pecho, dio a luz aquélla, cerca de la más alta cumbre del nevado Olimpo. Allı́ forman alegres coros y habitan suntuosos palacios. Junto a ellas viven, entre fiestas, las Gracias e Hı́mero. Y una deliciosa voz lanzando por su boca, cantan y celebran las normas y sabias costumbres de todos los Inmortales. Aquéllas iban entonces hacia el Olimpo, engalanadas con su bello canto, inmortal melodı́a. Retumbaban en torno la oscura tierra el son de sus cantos, y un delicioso ruido subı́a de debajo de sus pies al tiempo que marchaban al palacio de su padre. Reina aquél sobre el cielo y es dueño del trueno y del llameante rayo, desde que venció con su poder al padre Cronos. Perfectamente repartió por igual todas las cosas entre los Inmortales y fijó sus prerrogativas. Esto cantaban las Musas que habitan las mansiones olı́mpicas, las nueve hijas nacidas del poderoso Zeus: Clı́o, Euterpe, Talı́a, Melpómene, Terpsı́core, Erato, Polimnia, Urania y Calı́ope. esta es la más importante de todas, pues ella asiste a los venerables reyes.
Al que honran las hijas del poderoso Zeus y le miran al nacer, de los reyes vástagos de Zeus, a éste derraman sobre su lengua una dulce gota de miel y de su boca fluyen dulces palabras. Todos fijan en él cuando interpreta las leyes divinas con rectas sentencias y él con firmes palabras en un momento resuelve sabiamente un pleito por grande que sea. Pues aquı́ radica el que los reyes sean sabios, en que hacen cumplir en el ágora los actos de reparación a favor de la gente agraviada fácilmente, con persuasivas y complacientes palabras. Y cuando se dirige al tribunal, como un dios le propician con dulce respeto y él brilla en medio del vulgo. ¡Tan sagrado es el don de las Musas para los hombres! De las Musas y del flechador Apolo descienden los aedos y citaristas que hay sobre la tierra; y de Zeus, los reyes. ¡Dichoso aquel de quién se prendan las Musas! Dulce le brota la voz en la boca. Pues si alguien, vı́ctima de una desgracia, con el alma recién desgarrada se consume afligido en su corazón, después de que un aedo servidor de las Musas cante las gestas de los antiguos y ensalce a los felices dioses que habitan el Olimpo, al punto se olvida aquél de sus penas y ya no se acuerda de ninguna desgracia. ¡Rápidamente cambian el ánimo los regalos de las diosas!
¡Salud hijas de Zeus! Otorgadme el hechizo de vuestro canto. Celebrad la estirpe sagrada de los sempiternos Inmortales, los que nacieron de Gea y del estrellado Urano, los que nacieron de la tenebrosa Noche y los que crió el salobre Ponto. Decid también cómo nacieron al comienzo los dioses, la tierra, los rı́os, el ilimitado mar de agitadas olas y, allı́ arriba, los relucientes astros y el ancho cielo. Y los descendientes de aquéllos, los dioses dadores de bienes, cómo se repartieron la riqueza, cómo se dividieron los honores y cómo además, por primera vez, habitaron el muy abrupto Olimpo. Inspiradme esto, Musas que desde un principio habitáis las mansiones olı́mpicas, y decidme lo que de ello fue primero.
En primer lugar existió el Caos. Después Gea la de amplio pecho, sede siempre segura de todos los inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo. En el fondo de la tierra de anchos caminos existió el tenebroso Tártaro. Por último, Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales, que afloja los miembros y cautiva de todos los dioses y todos los hombres el corazón y la sensata voluntad en sus pechos. Del Caos surgieron Érebo y la negra Noche. De la Noche a se vez nacieron el Éter y el Dı́a, a los que alumbró preñada en contacto amoroso con Érebo. Gea alumbró primero al estrellado Urano con sus mismas proporciones, para que la contuviera por todas partes y poder ser ası́ sede siempre segura para los felices dioses. También dio a luz a las grandes Montañas, deliciosa morada de diosas, las Ninfas que habitan en los boscosos montes. Ella igualmente parió al estéril piélago de agitadas olas, el Ponto, sin mediar el grato comercio.
Luego, acostada con Urano, alumbró a Océano de profundas corrientes, a Ceo, a Crı́o, a Hiperión, a Jápeto, a Tea, a Rea, a Temis, a Mnemóside, a Febe de áurea corono y a la amable Tetis. Después de ellos nació el más joven, Cronos, de mente retorcida, el más terrible de los hijos y se llenó de un intenso odio hacia su padre. Dio a luz además a los Cı́clopes de soberbio espı́ritu, a Brontes, a Estéropes y al violento Arges, que regalaron a Zeus el trueno y le fabricaron el rayo. Éstos en lo demás eran semejantes a los dioses, pero en medio de su frente habı́a un solo ojo. Cı́clopes era su nombre por eponimia, ya que efectivamente, un solo ojo completamente redondo se hallaba en su frente. El vigor, la fuerza y los recursos presidı́an sus actos. También de Gea y Urano nacieron otros tres hijos enormes y violentos cuyo nombre no debe pronunciarse: Coto, Briareo y Giges, monstruosos engendros. Cien brazos informes salı́an agitadamente de sus hombros y a cada uno le nacı́an cincuenta cabezas de los hombros, sobre robustos miembros. Una fuerza terriblemente poderosa se albergaba en su enorme cuerpo.
Pues bien, cuantos nacieron de Gea y Urano, los hijos más terribles, estaban irritados con su padre desde siempre. Y cada vez que alguno de ellos estaba a punto de nacer, Urano los retenı́a a todos ocultos en el seno de Gea sin dejarles salir a la luz y se gozaba cı́nicamente con su malvada acción. La monstruosa Gea, a punto de reventar, se quejaba en su interior y urdió una cruel artimaña. Produciendo al punto un tipo de brillante acero, forjó una enorme hoz y luego explicó el plan a sus hijos. Armada de valor dijo afligida en su corazón: ¡Hijos mı́os y de soberbio padre! Si queréis seguir mis instrucciones, podremos vengar el cruel ultraje de vuestro padre; pues él fue el primero en maquinar odiosas acciones. Ası́ habló y lógicamente un temor los dominó a todos y ninguno de ellos se atrevió a hablar. Mas el poderoso Cronos, de mente retorcida, armado de valor, al punto respondió con estas palabras a su prudente madre: Madre, yo podrı́a, lo prometo, realizar dicha empresa, ya que no siento piedad por nuestro abominable padre; pues él fue el primero en maquinar odiosas acciones. Ası́ hablo. La monstruosa Gea se alegró mucho en su corazón y le apostó secretamente en emboscada. Puso en sus manos una hoz de agudos dientes y disimuló perfectamente la trampa. Vino el poderoso Urano conduciendo la noche, se echó sobre la tierra ansioso de amor y se extendió por todas partes. El hijo, saliendo de su escondite, logró alcanzarle con la mano izquierda, empuño con la derecha la prodigiosa hoz, enorme y de afilados dientes, y apresuradamente segó los genitales de su padre y luego los arrojó a la ventura por detrás. No en vano escaparon aquéllos de su mano. Pues cuantas gotas de sangre salpicaron, todas las recogió Gea. Y al completarse un año, dio a luz a las poderosas Erinias, a los altos Gigantes de resplandecientes armas, que sostienen en su mano largas lanzas, y a las Ninfas que llaman Melias sobre la tierra ilimitada. En cuanto a los genitales, desde el mismo instante en que los cercenó con el acero y los arrojó lejos del continente en el tempestuoso ponto, fueron luego llevados por el piélago durante mucho tiempo. A su alrededor surgı́a del miembro inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació una doncella. Primero navegó hacia la divina Citera y desde allı́ se dirigió después a Chipre rodeada de corrientes. Salió del mar la augusta y bella diosa, y bajo sus delicados pies crecı́a la hierba en torno. Afrodita la llaman los dioses y hombres, porque nació en medio de la espuma, y también Citerea, porque se dirigió a Citera. Ciprogénea, porque nació en Chipre de muchas olas, y Filomedea, porque surgió de los genitales. La acompañó Eros y la siguió el bello Hı́mero al principio cuando nació, y luego en su marcha hacia la tribu de los dioses. Y estas atribuciones posee desde el principio y ha recibido como lote entre los hombres y dioses inmortales: las intimidades con doncellas, las sonrisas, los engaños, el dulce placer, el amor y la dulzura. A estos dioses su padre, el poderoso Urano, les dio el nombre de Titanes aplicando tal insulto a los hijos que el mismo engendró. Decı́a que en su intento, con temeraria sensatez habı́an cometido un acto terrible por el que luego tendrı́an justo castigo.
Parió la Noche al maldito Moros, a la negra Ker y a Tánato; parió también a Hipnos y engendró la tribu de los Sueños. Luego ademas la diosa, la oscura Noche, dio a luz sin acostarse con nadie a la Burla, al doloroso Lamento y a las Hespérides que, al otro lado del ilustre Océano, cuidan las bellas manzanas de oro y los árboles que producen el fruto. Parió igualmente a las Moiras y las Keres, vengadoras implacables: a Cloto, a Láquesis y a Átropo que conceden a los mortales, cuando nacen, la posesión del bien y del mal y persiguen los delitos de hombres y dioses. Nunca cejan las diosas en su terrible cólera antes de aplicar un amargo castigo a quien comete delitos. También alumbró a Némesis, azote para los hombres mortales, la funesta Noche. Después de ella tuvo al Engaño, la Ternura y la funesta Vejez, y engendró a la astuta Eris. Por su parte la maldita Eris parió a la dolorosa Fatiga, al Olvido, al Hambre y los Dolores que causan llanto, a los Combates, Guerras, Matanzas, Masacres, Odios, Mentiras, Discursos, Ambigüedades, al Desorden y la Destrucción, compañeros inseparables, y al Juramento, el que más dolores propicia a los hombres de la tierra siempre que alguno perjura voluntariamente.
El Ponto engendró al sincero y veraz Nereo, el mayor de sus hijos. Además, le llaman Viejo, porque, infalible y benévolo, no se le ocultan las leyes divinas, sino que conoce justos y sabios designos. Luego engendró, amancebado con Gea, al enorme Taumante, al arrogante Forcis, y a Ceto de hermosas mejillas y Euribia que alberga en su pecho corazón de acero.
Adorables y divinas hijas nacieron en el ponto estéril de Nereo y Doris de hermosos cabellos hija del Océano rı́o perfecto: Ploto, Eucranta, Sao, Anfı́trite, Eudora, Tetis, Galena, Glauca, Cimótoa, Espeo, Toa, la amable Halı́a, Pası́tea, Érato, Eunice de rosados brazos, la graciosa Mélite, Eulı́mene, Ágave, Doto, Proto, Ferusa, Dinámene, Nesea, Actea, Protomedea, Doris, Pánope, la hermosa Galatea, la encantadora Hipótoa, Hipónoe de rosados brazos, Cimódoca que calma sin esfuerzo el oleaje en el sombrı́o ponto y las ráfagas de los vientos huracanados junto con Cimatolega y Anfı́titre de bellos tobillos, Cimo, Égone, Halimeda de bella corona, la risueña Glaucónoma, Pontoporea, Leágora, Evágora, Laomedea, Polı́noe, Autónoe, Lisiánasa, Evarna de encantadora figura y belleza sin tacha, Psámata de gracioso porte, la divina Menipa, Neso, Eupompa, Temisto, Prónoe y Nemertes que tiene la inteligencia de su inmortal padre. Estas cincuenta hijas nacieron del intachable Nereo, expertas en obras intachables. Hijos de Taumante y Electra: Taumante se llevó a Electra, hija del Océano de profundas corrientes. Ésta parió a la veloz Iris y a las Harpı́as de hermosos cabellos, Aelo y Ocı́peta, que con sus rápidas alas compiten con las ráfagas de los vientos y con las aves; pues ya se lanzaban por los aires.
A su vez Ceto tuvo con Forcis a las Grayas de bellas mejillas, canosas desde su nacimiento; las llaman Viejas los dioses inmortales y los hombres que pululan por la tierra. También a Penfredo de bello peplo, a Enı́o de peplo azafranado y a las Gorgonas que viven al otro lado del ilustre Océano, en el confı́n del mundo hacia la noche, donde las Hespérides de aguda voz: Esteno, Eurı́ale y la Medusa desventurada; ésta era mortal y las otras inmortales y exentas de vejez las dos. Con ella sola se acostó el de Azulada Cabellera en un suave prado, entre primaverales flores. Y cuando Perseo le crecenó la cabeza, de dentro brotó el enorme Crisaor y el caballo Pegaso. A éste le venı́a el nombre de que nació junto a los manantiales del Océano, y a aquél porque tenı́a en sus manos una espada de oro. Pegaso, levantando el vuelo y abandonando la tierra madre de rebaños, marchó a la mansión de los Inmortales y allı́ habita, en los palacios de Zeus, llevando el trueno y el rayo al prudente Zeus. Crisaor engendró al tricéfalo Gerión unido con Calı́rroe hija del ilustre Océano; a éste lo mató el fornido Heracles por sus bueyes de marcha basculante en Eritrea rodeada de corrientes. Fue aquél dı́a en que arrastró los bueyes de ancha frente hasta la sagrada Tirinto, atravesando la corriente del Océano, después de matar a Orto y al boyero Euritión en su sombrı́o establo, al otro lado del ilustre Océano. Otro monstruo extraordinario, en nada parecido a los hombres mortales ni a los inmortales dioses, tuvo Medus en una cóncava gruta: la divina y astuta Equidna, mitad ninfa de ojos vivos y hermosas mejillas, mitad en cambio monstruosa y terrible serpiente, enorme jaspeada y sanguinaria, bajo las entrañas de la venerable tierra. Allı́ habita una caverna en las profundidades, bajo una oronda roca, lejos de los inmortales dioses y de los humanos mortales; allı́ entonces le dieron como parte los dioses habitar ilustres mansiones. Y fue retenida en el paı́s de los Árimos, bajo la tierra, la funesta Equidna ninfa inmortal y exenta de vejez, por todos los siglos. Con ella cuentan que el terrible, violento y malvado Tifón tuvo contacto amoroso, con la joven de vivos ojos. Y preñada, dio a luz a feroces hijos: primero parió al perro Orto para Gerión. En segundo lugar tuvo un prodigioso hijo, indecible, el sanguinario Cerbero, perro de broncı́neo ladrido de Hades, de cincuenta cabezas, despiadado y feroz. En tercer lugar engendró a la perversa Hidra de Lerna, a la que alimentó Hera, diosa de blancos brazos, irritada terriblemente con el fornido Heracles. La aniquiló el hijo de Zeus con su implacable bronce, el Anfitriénida Heracles, con ayuda del belicoso Yolao, según los planes de Atenea amiga de botı́n. La Hidra parió a la terrible, enorme, ágil y violenta Quimera, que exhala indómito fuego. Tres eran sus cabezas: una de león de encendidos ojos, otra de cabra y la tercera de serpiente, de violento dragón. León por delante, dragón por detrás y cabra en medio, resoplaba una terrible y ardiente llama de fuego. Pegaso la mató y el valiente Belerofonte. Ésta, amancebada con Orto, parió a la funesta Esfinge, ruina para los cadmeos, y al león de Nemea, al que Hera, célebre esposa de Zeus, crió y puso en los montes de Nemea, calamidad para los hombres. Allı́ devastaba las tribus de hombres que habitaban el lugar y era dueño de Treto, Nemea y Apesante. Pero lo mató el vigor del fornido Heracles. Ceto, en contacto amoroso con Forcis, alumbró por último un terrible reptil que en sombrı́as grutas de la tierra, allá en los extremos confines, guarda manzanas completamente de oro. Ésta es la estirpe de Ceto y Forcis.
Tetis con el Océano parió a los voraginosos Rı́os: el Nilo, el Alfeo, el Erı́dano de profundos remolinos, el Estrimón, el Meandro, el Istro de bellas corrientes, el Fasis, el Reso, el Aqueloo de plateados remolinos, el Neso, el Rodio, el Haliacmón, el Heptáporo, el Gránico, el Esepo y el divino Simunte, el Peneo, el Hermo, el Ceco de bella corriente, el largo Sangario, el Ladón, el Partenio, el Eveno, el Ardesco y el divino Escamandro. Tuvo también una sagrada estirpe de hijas que por la tierra se encargan de la crianza de los hombres, en compañı́a del soberano Apolo y de los Ríos y han recibido de Zeus este destino: Peito, Admeta, Yanta, Electra, Doris, Primno, la divina Urania, Hipo, Clı́mene, Rodea, Calı́rroe, Zeuxo, Clitia, Idı́a, Pisı́toa, Plexaura, la encantadora Galaxaura, Dione, Melóbosis, Toa, la bella Polidora, Cerceis de graciosa figura, Pluto ojos de buey, Perseis, Yanira, Acasta, Jante, la deliciosa Petrea, Menesto, Europa, Metis, Eurı́nome, Telesto de azafranado peplo, Criseida, Asia, la deseable Calipso, Eudora, Tyche Ánfiro, Ocı́rroe y Estigia, la que es más importante de todas. Éstas son las hijas más antiguas que nacieron del Océano y Tetis. Y aún hay otras muchas ̧pues son tres mil las Oceánides de finos tobillos que, muy repartidas, por igual guardan por todas partes la tierra y las profundidades de las lagunas, resplandecientes hijas de diosas. Y otros tantos los rı́os que corren estrepitosamente, hijos del Océano, a los que alumbró la augusta Tetis. ¡Arduo intento decir un mortal el nombre de todos ellos! Mas conocen cada uno en particular a aquellos que habitan sus riberas.
Tea dio a luz al alto Helios, la brillante Selene y Eos que alumbra a todos los seres de la tierra y los inmortales dioses que habitan el vasto cielo, entregada al amor de Hiperión.
Euribia, divina entre diosas, parió en contacto amoroso con Crı́o, al poderoso Astreo, a Palante y a Perses que se distinguió entre todos por su sabidurı́a. Con Astreo, Eos parió a los impetuosos vientos, el despejador Céfiro, el Bóreas de rápida marcha y el Noto, acostada amorosamente la diosa con el dios. Después de ellos, la Hija de la Mañana dio a luz al lucero Eósforo, las brillantes estrellas y todo cuanto corona el cielo. Estigia, hija del Océano, parió en su palacio unida con Palante, a Celo y Nike de bellos tobillos, y dio vida también a Cratos y Bı́a, hijos muy señalados. No está su morada lejos de Zeus ni existe lugar alguno ni camino donde no gobierne el dios mediante aquéllos, sino que siempre se sientan al lado de Zeus gravisonante. Ası́ lo planeó Estigia, inmortal Oceánide, aquel dı́a, cuando el fulminador Olı́mpico convocó a todos los inmortales dioses en el elevado Olimpo y dijo que a ninguno de los dioses que lucharan a su lado contra los Titanes le mermarı́a honores, sino que cada cual conservarı́a al menos el rango de antes entre los dioses inmortales. Y aseguró que si alguien habı́a sido deshonrado y privado de dignidad por Cronos, accederı́a al rango y dignidades que es legı́timo. Marchó entonces la primera la inmortal Estigia al Olimpo en compañı́a de sus hijos, por solicitud hacia su padre. Y Zeus la honró y le otorgó excelentes premios; pues determinó que ella fuera juramento solemne de los dioses y que sus hijos convivieran con él por todos los siglos. Ası́ como lo prometió ante todos, ası́ lo cumplió siempre. Y él goza de gran poder y soberanı́a.
A su vez Febe visitó el lecho muy deseable de Ceos. Y preñada luego la diosa en su abrazo con el dios, parió a Leto de azulado Peplo, siempre dulce, benévola con hombres y dioses inmortales, dulce desde su origen, y la más amable dentro del Olimpo. También dio a luz a la renombrada Asteria que un dı́a se llevó Perses a su espléndido palacio para llamarse esposa suya.
Embarazada ésta, parió a Hécate, a la que Zeus Crónida honró sobre todos y le procuró espléndidos regalos, la suerte de participar en la tierra y el mar estéril. Ella también obtuvo en lote la dignidad que confiere el estrellado cielo y es especialmente respetada por los dioses inmortales. Todavı́a ahora, cuando alguno de los hombres de la tierra los propicia, celebrando magnı́ficos sacrificios según costumbre, invoca repetidamente a Hécate. Muy fácilmente obtiene gran honor aquel cuyas súplicas acepta complaciente la diosa, y le concede prosperidad puesto que está en su mano. Pues cuantos nacieron de Gea y Urano y obtuvieron honras, ella posee el lote de todos ellos. En nada la maltrató el Crónida ni tampoco le quitó nada de lo que recibió en suerte entre los primeros dioses, los Titanes; sino que sus atribuciones son las mismas que tuvo desde el principio. Y no por unigénita la diosa obtuvo en lote menos dignidad, sino todavı́a mucha más aún, puesto que Zeus la respeta. Al que ella quiere, grandemente le asiste y ayuda; en el juicio se sienta junto a los venerables reyes, y en el ágora hace destacar entre la gente al que ella quiere. O cuando armados de coraza marchan los varones hacia la guerra destructora de hombres, allı́ la diosa asiste a los que quiere decididamente concederles la victoria y encumbrarles de gloria. Es capaz de asistir a los nobles que quiere y con igual capacidad, cuando los jóvenes compiten en juegos, allı́ los asiste y ayuda la diosa; y el vencedor en fuerza y capacidad, fácilmente y contento se lleva un magnı́fico premio y proporciona gloria a sus padres. A los que trabajan en el mar intransitable y elevan sus súplicas a Hécate y al resonante Ennosigeo, fácilmente la ilustre diosa les concede pesca abundante y fácilmente se la quita cuando parece segura si ası́ lo desea su corazón. Es capaz de aumentar el ganado en los establos junto con Hermes, y en cuanto a las manadas de bueyes, los extensos rebaños de cabras y las majadas de lanudas ovejas, si ası́ lo desea en su corazón, multiplica los pequeños y disminuye los numerosos. Ası́, aunque es unigénita, de madre, goza de gran respeto entre todos los Inmortales por sus prerrogativas. El Crónida la hizo criadora de los jóvenes que después de ella vieron la luz de la Aurora que a muchos alumbra. Y ası́, desde siempre, es criadora de la juventud y estas son sus atribuciones.
Rea, entregada a Cronos, tuvo famosos hijos: Histia, Deméter, Hera de áureas sandalias, el poderoso Hades que reside bajo la tierra con implacable corazón, el resonante Ennosigeo y el prudente Zeus, padre de dioses y hombres, por cuyo trueno tiembla la anchurosa tierra. A los primeros se los tragó el poderoso Cronos según iban viniendo a sus rodillas desde el sagrado vientre de su madre, conduciéndose ası́ para que ningún otro de los ilustres descendientes de Urano tuviera dignidad real entre los Inmortales. Pues sabı́a por Gea y el estrellado Urano que era su destino sucumbir a manos de su propio hijo, por poderoso que fuera, vı́ctima de los planes del gran Zeus. Por ello no tenı́a descuidada la vigilancia, sino que, siempre al acecho, se iba tragando a sus hijos; y Rea sufrı́a terriblemente. Pero cuando ya estaba a punto de dar a luz a Zeus, padre de dioses y hombres, entonces suplicó enseguida a sus padres, los de ella, Gea y el estrellado Urano, que le ayudaran a urdir un plan para tener ocultamente el parto de su hijo y vengar las Erinias de su padre y de los hijos que se tragó el poderoso Cronos de mente retorcida. Aquéllos escucharon atentamente a su hija y la obedecieron; la pusieron ambos al corriente de cuanto estaba decretado que ocurriera respecto al rey Cronos y a su intrépido hijo, y la enviaron a Licto, a un rico pueblo de Creta, cuando ya estaba a punto de parir al más joven de sus hijos, el poderoso Zeus. A éste le recogió la monstruosa Gea para criarlo y cuidarlo en la espaciosa Creta. Allı́ se dirigió, llevándole, al amparo de la rápida negra noche, en primer lugar, a Licto. Le cogió en sus brazos y le ocultó en una profunda gruta, bajo las entrañas de la divina tierra, en el monte Egeo de densa arboleda. Y envolviendo en pañales una enorme piedra, la puso en manos del gran soberano Uránida, rey de los primeros dioses. Aquél la agarró entonces con sus manos y la introdujo en su estómago, ¡desgraciado! No advirtió en su corazón que, a cambio de la piedra, se le quedaba para el futuro su invencible e imperturbable hijo, que pronto, venciéndole con su fuerza y sus propias manos, iba a privarle de su dignidad y a reinar entre los Inmortales. Rápidamente crecieron luego el vigor y los hermosos miembros del soberano. Y al cabo de un año echó fuera de nuevo su prole el poderoso Cronos de mente retorcida, engañado por las hábiles indicaciones de Gea, vencido por la fuerza y habilidad de su hijo. Primero vomitó la piedra, última cosa que se tragó; y Zeus la clavó sobre la anchurosa tierra, en la sacratı́sima Pito, en los valles del pie del Parnaso, monumento para la posteridad, maravilla para los hombres mortales. Libró a sus tı́os paternos de sus dolorosas cadenas, a los Uránidas Brontes, Estéropes y el vigoroso Arges, a los que insensatamente encadenó su padre; aquéllos le guardaron gratitud por sus beneficios y le regalaron el trueno, el llameante rayo y el relámpago; antes los tenı́a ocultos la enorme Gea, y con ellos seguro gobierna a mortales e inmortales.
Jápeto se llevó a la joven Clímene, Oceánide de bellos tobillos y subió a su mismo lecho. Ésta le dio un hijo, el intrépido Atlas, y parió al muy ilustre Menetio, al mañoso y astuto Prometeo y al torpe Epimeteo, que fue desde un principio siempre ruina para los hombres que se alimentan de pan. Pues él por primera vez aceptó una joven mujer modelada por Zeus. Al violento Menetio, Zeus de amplia mirada le hundió en el Érebo, alcanzándole con el ardiente rayo, por su insolencia y desmedida audacia. Atlas sostiene el vasto cielo a causa de una imperiosa fatalidad allá en los confines de la tierra, a la entrada del paı́s de las Hespérides de fina voz, apoyándolo en su cabeza e infatigables brazos; pues esta suerte le asignó como lote el prudente Zeus. A Prometeo abundante en recursos le ató con irrompibles ligaduras, dolorosas cadenas, que metió a través de una columna y lanzó sobre él su águila de amplias alas. Ésta le comı́a el hı́gado inmortal y aquél durante la noche crecı́a por todas partes en la misma proporción que durante el dı́a devoraba el ave de amplias alas. La mató Heracles, ilustre hijo de Alcmena de bellos tobillos y libró de su horrible tormento al Japetónida, dando fin a sus inquietudes no sin el consentimiento de Zeus Olı́mpico que reina en las alturas, sino para que la fama de Heracles, nacido en Tebas, fuera mayor todavı́a que antes sobre la tierra fecunda. Por estos anhelos favorecı́a a su muy ilustre hijo y, aunque irritado, calmó la cólera que antes tenı́a desde que Prometeo combatió la voluntad del muy poderoso Cronión.
Ocurrió que cuando dioses y hombres mortales se separaron en Mecona, Prometeo presentó un enorme buey que habı́a dividido con ánimo resuelto, pensando engañar la inteligencia de Zeus. Puso, de un lado, en la piel, la carne y ricas vı́sceras con la grasa, ocultándolas en el vientre del buey. De otro, recogiendo los blancos huesos del buey con falaz astucia, los disimuló cubriéndolos de brillante grasa.
Entonces se dirigió a él el padre de hombres y dioses: ¡Japetónida, el más ilustre de todos los dioses, amigo mı́o, cuan parcialmente hiciste el reparto de lotes! Ası́ habló en torno de burla Zeus, conocedor de inmortales designios. Le respondió el astuto Prometeo con una leve sonrisa y no ocultó su falaz astucia: ¡Zeus, el más ilustre y poderoso de los dioses sempiternos! Escoge de ellos el que en tu pecho te dicte el corazón. Habló ciertamente con falsos pensamientos. Y Zeus, sabedor de inmortales designios, conoció y no ignoró el engaño; pero estaba proyectando en su corazón desgracias para los hombres mortales e iba a darles cumplimiento. Cogió con ambas manos la blanca grasa. Se irritó en sus entrañas y la cólera le alcanzó el corazón cuando vio los blancos huesos del buey a causa de la falaz astucia. Desde entonces sobre la tierra las tribus de hombres queman para los inmortales los blancos huesos cuando se hacen sacrificios en los altares. Y a aquél dı́jole Zeus amontonador de nubes, terriblemente indignado: ¡Hijo de Jápeto, conocedor de los designios sobre todas las cosas, amigo mı́o, ciertamente no estabas ya olvidándote de tu falaz astucia! Ası́ dijo lleno de cólera Zeus, conocedor de inmortales designios. Y desde entonces tuvo siempre presente este engaño y no dio la infatigable llama del fuego a los fresnos, los hombre mortales que habitan sobre la tierra. Pero le burló el sagaz hijo de Jápeto escondiendo el brillo que se ve de lejos del infatigable fuego en una hueca cañaleja. Entonces hirió de nuevo el alma de Zeus altitonante y le irritó su corazón cuando vio entre los hombres el brillo que se ve de lejos del fuego. Y al punto, a cambio del fuego, preparó un mal para los hombres: Modeló de tierra al ilustre Patizambo una imagen con apariencia de casta doncella, por voluntad del Crónida. La diosa Atenea de ojos glaucos le dio ceñidor y la adornó con vestido de resplandeciente blancura; la cubrió desde la cabeza con un velo, maravilla verlo, bordado con sus propias manos; y con deliciosas coronas de fresca hierba trenzada con flores, rodeó sus sienes Palas Atenea. En su cabeza colocó una diadema de oro que el mismo cinceló con sus manos, el ilustre Patizambo, por agradar a su padre Zeus. En ella habı́a artı́sticamente labrados, maravilla verlos, numerosos monstruos, cuantos terribles crı́a el continente y el mar; de ellos grabó muchos aquél, y en todos se respiraba su arte, admirables, cual seres vivos dotados de voz. Luego que preparó el bello mal, a cambio de un bien, la llevó donde estaban los demás dioses y los hombres, engalanada con los adornos de la diosa de ojos glaucos, hija de poderoso padre; y un estupor se apoderó de los inmortales dioses y hombres mortales cuando vieron el espinoso engaño, irresistible para los hombres. Pues de ella desciende la estirpe de femeninas mujeres. Gran calamidad para los mortales, con los varones conviven sin conformarse con la funesta penuria, sino con la saciedad. Como cuando en las abovedadas colmenas las abejas alimentan a los zánganos, siempre ocupados en miserables tareas (aquéllas durante todo el dı́a hasta la puesta del sol diariamente se afanan y hacen blancos panales de miel, mientras ellos aguardando dentro, en los recubiertos panales, recogen en su vientre el esfuerzo ajeno), ası́ también desgracia para los hombres mortales hizo Zeus altitonante a las mujeres, siempre ocupadas en perniciosas tareas. Otro mal les procuró a cambio de aquel bien: El que huyendo del matrimonio y las terribles acciones de las mujeres no quiere casarse y alcanza la funesta vejez sin nadie que le cuide, éste no vive falto de alimento; pero al morir, los parientes se reparten su hacienda. Y a quien, en cambio, le alcanza el destino del matrimonio y consigue tener una mujer sensata y adornada de recato, éste, durante toda la vida, el mal equipara constantemente al bien. Y quien encuentra una mujer desvergonzada, vive sin cesar con la angustia en su pecho, en su alma y en su corazón; y su mal es incurable. De esta manera no es posible engañar ni transgredir la voluntad de Zeus; pues ni siquiera el Japetónida, el remediador Prometeo, logró librarse de su terrible cólera, sino que por la fuerza, aunque era muy astuto, le aprisionó una enorme cadena.
A Briareo, a Coto y a Giges, cuando en un principio su padre se irritó con ellos en su corazón, les ató con fuerte cadena receloso de su formidable vigor, ası́ como de su belleza y estatura, y les hizo habitar bajo la espaciosa tierra. Allı́ aquéllos, entre tormentos, viviendo bajo la tierra, permanecieron en lugar remoto, en los confines de la ancha tierra, por largo tiempo, muy angustiados y con su corazón lleno de terrible dolor. Más el Crónida y los demás dioses inmortales que concibió Rea de hermosos cabellos en abrazo con Cronos, de nuevo los condujeron a la luz según las indicaciones de Gea. Pues ésta les explicó con todo detalle que con su ayuda conseguirı́an la victoria y brillante fama. Ya hacı́a tiempo que luchaban soportando dolorosas fatigas enfrentados unos contra otros a través de violentos combates, los dioses Titanes y los que nacieron de Cronos; aquéllos desde la cima del Otris, los ilustres Titanes, y éstos desde el Olimpo, los dioses dadores de bienes a los que parió Rea de hermosos cabellos acostada con Cronos. Por entonces enfrascados unos con otros en fatigosa lucha, llevaban ya combatiendo en conjunto más de diez años. Y no se veı́a solución de la dura contienda ni final a favor de unos o de otros, sino que el resultado de la guerra permanecı́a indeciso. Pero cuando Zeus ofreció a aquéllos todos los alimentos, néctar y ambrosı́a, que los propios dioses comen, creció en el pecho de todos ardorosa pasión, cuando probaron el néctar y la deliciosa ambrosı́a. Entonces ya les habló el padre de hombres y dioses: ¡Escuchadme, ilustre hijos de Gea y Urano, para que os diga lo que me dicta el corazón en mi pecho! Por largo tiempo ya enfrentados unos con otros, luchamos todos los dı́as por la victoria y el poder los dioses Titanes y los que nacimos de Cronos. Pero mostrad vosotros vuestra terrible fuerza e invencibles brazos contra los Titanes en funesta lucha, recordando nuestra dulce amistad y como después de tantos tormentos bajo dolorosa cadena, de nuevo vinisteis a la luz saliendo de la oscura tiniebla por decisión nuestra. Ası́ dijo y al punto a su vez le respondió el intachable Coto: ¡Divino! No nos descubres cosas ignoradas, sino que también nosotros sabemos cuán excelentes son tus pensamientos e inteligencia. Paladı́n fuiste para los Inmortales de una cruel contienda y por tu sabidurı́a regresamos de nuevo saliendo de aquella oscura tiniebla, ¡soberano hijo de Cronos!, después de sufrir desesperantes tormentos entre inexorables cadenas. Por ello también ahora, con corazón firme y resuelta decisión, defenderemos vuestro poder en terrible batalla luchando contra los Titanes a través de violentos combates. Ası́ habló. Aplaudieron los dioses dadores de bienes al escuchar sus palabras, y su espı́ritu anhelaba la guerra con más ansia todavı́a que antes. Provocaron aquel dı́a una lucha terrible todos, hembras y varones, los dioses Titanes y los que nacieron de Cronos y aquellos a los que Zeus, sumergidos en el Érebo bajo la tierra, trajo a la luz, terribles, violentos y dotados de formidable vigor. Cien brazos salı́an agitadamente de sus hombros, para todos igual, y a cada uno cincuenta cabezas le nacı́an de los hombros, sobre robustos miembros. Aquéllos entonces se enfrentaron a los Titanes en funesta lucha, con enormes rocas en sus robustas manos. Los Titanes, de otra parte, afirmaron sus filas resueltamente. Unos y otros exhibı́an el poder de sus brazos y su fuerza. Terriblemente resonó el inmenso ponto y la tierra retumbó con gran estruendo; el vasto cielo gimió estremecido y desde su raı́z vibró el elevado Olimpo por el ı́mpetu de los Inmortales. La violenta sacudida de las pisadas llegó hasta el tenebroso Tártaro, ası́ como el sordo ruido de la indescriptible refriega y de los violentos golpes. ¡De tal forma se lanzaban recı́procamente funestos dardos! La voz de unos y otros llamándose llegó hasta el estrellado cielo y aquéllos chocaron con enorme alalá. Ya no contenı́a Zeus su furia, sino que ahora se inundaron al punto de cólera sus entrañas y exhibió toda su fuerza. Al mismo tiempo, desde el cielo y desde el Olimpo, lanzando sin cesar relámpagos, avanzaba sin detenerse; los rayos, junto con el trueno y el relámpago, volaban desde su poderosa mano, girando sin parar su sagrada llama. Por todos lados resonaba la tierra portadora de vida envuelta en llamas y crujió con gran estruendo, envuelto en fuego, el inmenso bosque. Hervı́a la tierra toda y las corrientes del Océano y el estéril ponto. Una ardiente humareda envolvió a los Titanes nacidos del suelo y una inmensa llamarada alcanzó la atmósfera divina. Y cegó sus dos ojos, aunque eran muy fuertes, el centelleante brillo del rayo y del relámpago. Un impresionante bochorno se apoderó del abismo y pareció verse ante los ojos y oı́rse con los oı́dos algo igual que cuando se acercaron Gea y el vasto Urano desde arriba. Pues tan gran estruendo se levantó cuando, tumbada ella, aquél se precipitó desde las alturas. ¡Tanto estruendo se produjo al chocar los dioses en combate! Al mismo tiempo, los vientos expandı́an con estrépito la conmoción,, el polvo, el trueno, el relámpago y el llameante rayo, armas del poderoso Zeus, y llevaban el griterı́o y el clamor en medio de ambos. Un estrépito impresionante se levantó, de terrible contienda; y saltaba a la vista la violencia de las acciones. Declinó la batalla; pero antes, atacándose mutuamente, luchaban sin cesar a través de violentos combates. Entonces aquéllos, Coto, Briareo y Giges insaciable de lucha, en la vanguardia provocaron un violento combate. Trescientas rocas lanzaban sin respiro con sus poderosas manos y cubrieron por completo con estos proyectiles a los Titanes. Los enviaron bajo la anchurosa tierra y los ataron entre inexorables cadenas después de vencerlos con sus brazos, aunque eran audaces, tan hondos bajo la tierra como lejos está el cielo de la tierra; esa distancia hay desde la tierra hasta el tenebroso Tártaro. Pues un yunque de bronce que bajara desde el cielo durante nueve noches con sus dı́as, al décimo llegarı́a a la tierra; e igualmente un yunque de bronce que bajara desde la tierra durante nueve noches con sus dı́as, al décimo llegarı́a al Tártaro. En torno a él se extiende un muro de bronce y una oscuridad de tres capas envuelve su entrada; encima además nacen las raı́ces de la tierra y del mar estéril. Allı́ los dioses Titanes bajo una oscura tiniebla están ocultos por voluntad de Zeus amontonador de nubes en una húmeda región al extremo de la monstruosa tierra; no tienen salida posible: Poseidón les puso encima broncı́neas puertas y una muralla les rodea de ambos lados. Allı́ habitan también Giges, Coto y el valiente Briareo, fieles guardianes de Zeus portador de la égida. Allı́ de la tierra sombrı́a, del tenebroso Tártaro, del ponto estéril y del cielo estrellado están alineados los manantiales y términos hórridos y pútridos de todos, y hasta los dioses los maldicen. Enorme abismo: no se alcanzarı́a su fondo ni en todo un año completo, si antes fuera posible franquear sus puertas; sino que por aquı́ y por allá te arrastrarı́a huracán ante huracán terrible. Horrendo incluso para los dioses inmortales, este prodigio. También se encuentran allı́ las terribles mansiones de la oscura Noche cubiertas por negruzcos nubarrones. Delante de ellas, el hijo de Jápeto sostiene el ancho cielo, apoyándolo en su cabeza e infatigables brazos, sólidamente, allı́ donde la Noche y la Luz del dı́a se acercan más y se saludan entre ellas pasando alternativamente el gran vestı́bulo de bronce. Cuando una va a entrar, ya la otra está yendo hacia la puerta, y nunca el palacio acoge entre sus muros a ambas, sino que siempre una de ellas fuera del palacio da vueltas por la tierra y la otra espera en la morada hasta que llegue el momento de su viaje. Una ofrece a los seres de la tierra su luz penetrante; la otra les lleva en sus brazos el Sueño hermano de la Muerte, la funesta Noche, envuelta en densa niebla. Allı́ tienen su casa los hijos de la oscura Noche, Hipnos y Tánato, terribles dioses; nunca el radiante Helios les alumbra con sus rayos al subir al cielo ni al bajar del cielo. Uno de ellos recorre tranquilamente la tierra y los anchos lomos del mar y es dulce para los hombres; el otro, en cambio, tiene de hierro el corazón y un alma implacable de bronce alberga en su pecho. Retiene al hombre que coge antes, y es odioso incluso para los inmortales dioses. Allı́ delante se encuentran las resonantes mansiones del dios subterráneo, del poderoso Hades y la temible Perséfone; guarda su entrada un terrible perro, despiadado y que se vale de tretas malvadas: a los que entran les saluda alegremente con el rabo y ambas orejas al mismo tiempo, pero ya no les deja salir de nuevo, sino que, al acecho, se come al que coge a punto de franquear las puertas. Allı́ reside una diosa maldita para los Inmortales, la terrible Estigia, hija mayor del Océano que refluye en sı́ mismo. Lejos de los dioses habita un espléndido palacio con techo de enormes rocas; por todas partes se encuentra apoyado sobre plateadas columnas que llegan hasta el cielo. Raramente, la hija de Taumante, Iris rápida de pies, frecuenta este lugar volando por los anchos lomos del mar. Cuando una disputa o querella se suscita entre los Inmortales, por si alguno de los que habitan las mansiones olı́mpicas falta a la verdad, Zeus encarga a Iris que traiga de lejos el gran juramento de los dioses en un recipiente de oro, el agua helada de mucho renombre que fluye de un alto y escarpado peñasco. En abundancia bajo la anchurosa tierra mana del rı́o sagrado por la negra noche, brazo de Océano. Una décima parte al punto queda apartada; nueve, haciéndolos girar en plateados remolinos por la tierra y los anchos lomos del mar, las precipita en la salada superficie. Y ésta solamente brota de aquel peñasco, azote terrible para los dioses. El que de los Inmortales que habitan las nevadas cumbres del Olimpo jura en vano vertiéndola, queda tendido sin respiración hasta que se cumple un año; y no puede acercarse a la ambrosı́a, el néctar ni alimento alguno, sino que yace, sin aliento y sin voz, en revestidos lechos y le cubre un horrible sopor. Luego, cuando termine esta terrible enfermedad al cabo de un año, otra prueba aún más dura sucede a aquélla; por nueve años está apartado de los dioses sempiternos y nunca puede asistir al Consejo ni a los banquetes durante esos nueve años; al décimo, otra vez participa en las asambleas de los Inmortales que habitan las mansiones olı́mpicas. ¡Tal juramento hicieron los dioses al agua imperecedera y antiquı́sima de la Estigia que atraviesa una región muy áspera! Allı́ de la tierra sombrı́a, del tenebroso Tártaro, del ponto estéril y del cielo estrellado están alineados los manantiales y términos hórridos y pútridos de todos, y hasta los dioses los maldicen. Allı́ hay relucientes puertas y un sólido broncı́neo vestı́bulo natural, asegurado con profundos cimientos. Delante, apartados de todos los dioses, viven los Titanes al otro lado del tenebroso abismo. Después, los ilustres servidores del muy resonante Zeus habitan palacios sobre las raı́ces del Océano, Coto y Giges; a Briareo, por su nobleza, le hizo su yerno el gravisonante Ennosigeo; le permitió desposar a su hija Cimopolea.
- Musas olímpicas
¡Ea, tú! comencemos por las Musas que a Zeus padre con himnos alegran su inmenso corazón dentro del Olimpo, narrando al unı́sono el presente, el pasado y el futuro. Infatigable brota de sus bocas la grata voz. Se torna resplandeciente la mansión del muy resonante Zeus padre al propagarse el delicado canto de las diosas y retumba la nevada cumbre del Olimpo y los palacios de los Inmortales. Ellas, lanzando al viento su voz inmortal, alaban con su canto primero, desde el origen, la augusta estirpe de los dioses a los que engendró Gea y el vasto Urano y los que de aquellos nacieron, los dioses dadores de bienes.
Luego, a Zeus padre de dioses y hombres, al comienzo y al final de su canto, celebran las diosas, como sobresale con mucho entre los dioses y es el de más poder. Y cuando cantan la raza de los hombres y los violentos Gigantes, regocijan el corazón de Zeus dentro del Olimpo las Musas Olı́mpicas, hijas de Zeus portador de la égida. Las alumbró en Pieria, amancebada con el padre crónida, Mnemóside, señora de las colinas de Eleuter, como olvido de males y remedio de preocupaciones. Nueve noches se unió con ella el prudente Zeus subiendo a su lecho sagrado, lejos de los Inmortales. Y cuando ya era el momento y dieron la vuelta las estaciones, con el paso de los meses, y se cumplieron muchos dı́as, nueve jóvenes de iguales pensamientos, interesadas solo por el canto y con un corazón exento de dolores en su pecho, dio a luz aquélla, cerca de la más alta cumbre del nevado Olimpo. Allı́ forman alegres coros y habitan suntuosos palacios. Junto a ellas viven, entre fiestas, las Gracias e Hı́mero. Y una deliciosa voz lanzando por su boca, cantan y celebran las normas y sabias costumbres de todos los Inmortales. Aquéllas iban entonces hacia el Olimpo, engalanadas con su bello canto, inmortal melodı́a. Retumbaban en torno la oscura tierra el son de sus cantos, y un delicioso ruido subı́a de debajo de sus pies al tiempo que marchaban al palacio de su padre. Reina aquél sobre el cielo y es dueño del trueno y del llameante rayo, desde que venció con su poder al padre Cronos. Perfectamente repartió por igual todas las cosas entre los Inmortales y fijó sus prerrogativas. Esto cantaban las Musas que habitan las mansiones olı́mpicas, las nueve hijas nacidas del poderoso Zeus: Clı́o, Euterpe, Talı́a, Melpómene, Terpsı́core, Erato, Polimnia, Urania y Calı́ope. esta es la más importante de todas, pues ella asiste a los venerables reyes.
- Acción de las musas entre los hombres
Al que honran las hijas del poderoso Zeus y le miran al nacer, de los reyes vástagos de Zeus, a éste derraman sobre su lengua una dulce gota de miel y de su boca fluyen dulces palabras. Todos fijan en él cuando interpreta las leyes divinas con rectas sentencias y él con firmes palabras en un momento resuelve sabiamente un pleito por grande que sea. Pues aquı́ radica el que los reyes sean sabios, en que hacen cumplir en el ágora los actos de reparación a favor de la gente agraviada fácilmente, con persuasivas y complacientes palabras. Y cuando se dirige al tribunal, como un dios le propician con dulce respeto y él brilla en medio del vulgo. ¡Tan sagrado es el don de las Musas para los hombres! De las Musas y del flechador Apolo descienden los aedos y citaristas que hay sobre la tierra; y de Zeus, los reyes. ¡Dichoso aquel de quién se prendan las Musas! Dulce le brota la voz en la boca. Pues si alguien, vı́ctima de una desgracia, con el alma recién desgarrada se consume afligido en su corazón, después de que un aedo servidor de las Musas cante las gestas de los antiguos y ensalce a los felices dioses que habitan el Olimpo, al punto se olvida aquél de sus penas y ya no se acuerda de ninguna desgracia. ¡Rápidamente cambian el ánimo los regalos de las diosas!
- Invocación y programa
¡Salud hijas de Zeus! Otorgadme el hechizo de vuestro canto. Celebrad la estirpe sagrada de los sempiternos Inmortales, los que nacieron de Gea y del estrellado Urano, los que nacieron de la tenebrosa Noche y los que crió el salobre Ponto. Decid también cómo nacieron al comienzo los dioses, la tierra, los rı́os, el ilimitado mar de agitadas olas y, allı́ arriba, los relucientes astros y el ancho cielo. Y los descendientes de aquéllos, los dioses dadores de bienes, cómo se repartieron la riqueza, cómo se dividieron los honores y cómo además, por primera vez, habitaron el muy abrupto Olimpo. Inspiradme esto, Musas que desde un principio habitáis las mansiones olı́mpicas, y decidme lo que de ello fue primero.
- Cosmogonía
En primer lugar existió el Caos. Después Gea la de amplio pecho, sede siempre segura de todos los inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo. En el fondo de la tierra de anchos caminos existió el tenebroso Tártaro. Por último, Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales, que afloja los miembros y cautiva de todos los dioses y todos los hombres el corazón y la sensata voluntad en sus pechos. Del Caos surgieron Érebo y la negra Noche. De la Noche a se vez nacieron el Éter y el Dı́a, a los que alumbró preñada en contacto amoroso con Érebo. Gea alumbró primero al estrellado Urano con sus mismas proporciones, para que la contuviera por todas partes y poder ser ası́ sede siempre segura para los felices dioses. También dio a luz a las grandes Montañas, deliciosa morada de diosas, las Ninfas que habitan en los boscosos montes. Ella igualmente parió al estéril piélago de agitadas olas, el Ponto, sin mediar el grato comercio.
- Hijos de Gea y Urano
Luego, acostada con Urano, alumbró a Océano de profundas corrientes, a Ceo, a Crı́o, a Hiperión, a Jápeto, a Tea, a Rea, a Temis, a Mnemóside, a Febe de áurea corono y a la amable Tetis. Después de ellos nació el más joven, Cronos, de mente retorcida, el más terrible de los hijos y se llenó de un intenso odio hacia su padre. Dio a luz además a los Cı́clopes de soberbio espı́ritu, a Brontes, a Estéropes y al violento Arges, que regalaron a Zeus el trueno y le fabricaron el rayo. Éstos en lo demás eran semejantes a los dioses, pero en medio de su frente habı́a un solo ojo. Cı́clopes era su nombre por eponimia, ya que efectivamente, un solo ojo completamente redondo se hallaba en su frente. El vigor, la fuerza y los recursos presidı́an sus actos. También de Gea y Urano nacieron otros tres hijos enormes y violentos cuyo nombre no debe pronunciarse: Coto, Briareo y Giges, monstruosos engendros. Cien brazos informes salı́an agitadamente de sus hombros y a cada uno le nacı́an cincuenta cabezas de los hombros, sobre robustos miembros. Una fuerza terriblemente poderosa se albergaba en su enorme cuerpo.
- Castración de Urano. Afrodita
Pues bien, cuantos nacieron de Gea y Urano, los hijos más terribles, estaban irritados con su padre desde siempre. Y cada vez que alguno de ellos estaba a punto de nacer, Urano los retenı́a a todos ocultos en el seno de Gea sin dejarles salir a la luz y se gozaba cı́nicamente con su malvada acción. La monstruosa Gea, a punto de reventar, se quejaba en su interior y urdió una cruel artimaña. Produciendo al punto un tipo de brillante acero, forjó una enorme hoz y luego explicó el plan a sus hijos. Armada de valor dijo afligida en su corazón: ¡Hijos mı́os y de soberbio padre! Si queréis seguir mis instrucciones, podremos vengar el cruel ultraje de vuestro padre; pues él fue el primero en maquinar odiosas acciones. Ası́ habló y lógicamente un temor los dominó a todos y ninguno de ellos se atrevió a hablar. Mas el poderoso Cronos, de mente retorcida, armado de valor, al punto respondió con estas palabras a su prudente madre: Madre, yo podrı́a, lo prometo, realizar dicha empresa, ya que no siento piedad por nuestro abominable padre; pues él fue el primero en maquinar odiosas acciones. Ası́ hablo. La monstruosa Gea se alegró mucho en su corazón y le apostó secretamente en emboscada. Puso en sus manos una hoz de agudos dientes y disimuló perfectamente la trampa. Vino el poderoso Urano conduciendo la noche, se echó sobre la tierra ansioso de amor y se extendió por todas partes. El hijo, saliendo de su escondite, logró alcanzarle con la mano izquierda, empuño con la derecha la prodigiosa hoz, enorme y de afilados dientes, y apresuradamente segó los genitales de su padre y luego los arrojó a la ventura por detrás. No en vano escaparon aquéllos de su mano. Pues cuantas gotas de sangre salpicaron, todas las recogió Gea. Y al completarse un año, dio a luz a las poderosas Erinias, a los altos Gigantes de resplandecientes armas, que sostienen en su mano largas lanzas, y a las Ninfas que llaman Melias sobre la tierra ilimitada. En cuanto a los genitales, desde el mismo instante en que los cercenó con el acero y los arrojó lejos del continente en el tempestuoso ponto, fueron luego llevados por el piélago durante mucho tiempo. A su alrededor surgı́a del miembro inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació una doncella. Primero navegó hacia la divina Citera y desde allı́ se dirigió después a Chipre rodeada de corrientes. Salió del mar la augusta y bella diosa, y bajo sus delicados pies crecı́a la hierba en torno. Afrodita la llaman los dioses y hombres, porque nació en medio de la espuma, y también Citerea, porque se dirigió a Citera. Ciprogénea, porque nació en Chipre de muchas olas, y Filomedea, porque surgió de los genitales. La acompañó Eros y la siguió el bello Hı́mero al principio cuando nació, y luego en su marcha hacia la tribu de los dioses. Y estas atribuciones posee desde el principio y ha recibido como lote entre los hombres y dioses inmortales: las intimidades con doncellas, las sonrisas, los engaños, el dulce placer, el amor y la dulzura. A estos dioses su padre, el poderoso Urano, les dio el nombre de Titanes aplicando tal insulto a los hijos que el mismo engendró. Decı́a que en su intento, con temeraria sensatez habı́an cometido un acto terrible por el que luego tendrı́an justo castigo.
- Hijos de Noche y Eris
Parió la Noche al maldito Moros, a la negra Ker y a Tánato; parió también a Hipnos y engendró la tribu de los Sueños. Luego ademas la diosa, la oscura Noche, dio a luz sin acostarse con nadie a la Burla, al doloroso Lamento y a las Hespérides que, al otro lado del ilustre Océano, cuidan las bellas manzanas de oro y los árboles que producen el fruto. Parió igualmente a las Moiras y las Keres, vengadoras implacables: a Cloto, a Láquesis y a Átropo que conceden a los mortales, cuando nacen, la posesión del bien y del mal y persiguen los delitos de hombres y dioses. Nunca cejan las diosas en su terrible cólera antes de aplicar un amargo castigo a quien comete delitos. También alumbró a Némesis, azote para los hombres mortales, la funesta Noche. Después de ella tuvo al Engaño, la Ternura y la funesta Vejez, y engendró a la astuta Eris. Por su parte la maldita Eris parió a la dolorosa Fatiga, al Olvido, al Hambre y los Dolores que causan llanto, a los Combates, Guerras, Matanzas, Masacres, Odios, Mentiras, Discursos, Ambigüedades, al Desorden y la Destrucción, compañeros inseparables, y al Juramento, el que más dolores propicia a los hombres de la tierra siempre que alguno perjura voluntariamente.
- Hijos del Ponto
El Ponto engendró al sincero y veraz Nereo, el mayor de sus hijos. Además, le llaman Viejo, porque, infalible y benévolo, no se le ocultan las leyes divinas, sino que conoce justos y sabios designos. Luego engendró, amancebado con Gea, al enorme Taumante, al arrogante Forcis, y a Ceto de hermosas mejillas y Euribia que alberga en su pecho corazón de acero.
- Catálogo de las Nereidas
Adorables y divinas hijas nacieron en el ponto estéril de Nereo y Doris de hermosos cabellos hija del Océano rı́o perfecto: Ploto, Eucranta, Sao, Anfı́trite, Eudora, Tetis, Galena, Glauca, Cimótoa, Espeo, Toa, la amable Halı́a, Pası́tea, Érato, Eunice de rosados brazos, la graciosa Mélite, Eulı́mene, Ágave, Doto, Proto, Ferusa, Dinámene, Nesea, Actea, Protomedea, Doris, Pánope, la hermosa Galatea, la encantadora Hipótoa, Hipónoe de rosados brazos, Cimódoca que calma sin esfuerzo el oleaje en el sombrı́o ponto y las ráfagas de los vientos huracanados junto con Cimatolega y Anfı́titre de bellos tobillos, Cimo, Égone, Halimeda de bella corona, la risueña Glaucónoma, Pontoporea, Leágora, Evágora, Laomedea, Polı́noe, Autónoe, Lisiánasa, Evarna de encantadora figura y belleza sin tacha, Psámata de gracioso porte, la divina Menipa, Neso, Eupompa, Temisto, Prónoe y Nemertes que tiene la inteligencia de su inmortal padre. Estas cincuenta hijas nacieron del intachable Nereo, expertas en obras intachables. Hijos de Taumante y Electra: Taumante se llevó a Electra, hija del Océano de profundas corrientes. Ésta parió a la veloz Iris y a las Harpı́as de hermosos cabellos, Aelo y Ocı́peta, que con sus rápidas alas compiten con las ráfagas de los vientos y con las aves; pues ya se lanzaban por los aires.
- Descendientes de Ceto y Forcis
A su vez Ceto tuvo con Forcis a las Grayas de bellas mejillas, canosas desde su nacimiento; las llaman Viejas los dioses inmortales y los hombres que pululan por la tierra. También a Penfredo de bello peplo, a Enı́o de peplo azafranado y a las Gorgonas que viven al otro lado del ilustre Océano, en el confı́n del mundo hacia la noche, donde las Hespérides de aguda voz: Esteno, Eurı́ale y la Medusa desventurada; ésta era mortal y las otras inmortales y exentas de vejez las dos. Con ella sola se acostó el de Azulada Cabellera en un suave prado, entre primaverales flores. Y cuando Perseo le crecenó la cabeza, de dentro brotó el enorme Crisaor y el caballo Pegaso. A éste le venı́a el nombre de que nació junto a los manantiales del Océano, y a aquél porque tenı́a en sus manos una espada de oro. Pegaso, levantando el vuelo y abandonando la tierra madre de rebaños, marchó a la mansión de los Inmortales y allı́ habita, en los palacios de Zeus, llevando el trueno y el rayo al prudente Zeus. Crisaor engendró al tricéfalo Gerión unido con Calı́rroe hija del ilustre Océano; a éste lo mató el fornido Heracles por sus bueyes de marcha basculante en Eritrea rodeada de corrientes. Fue aquél dı́a en que arrastró los bueyes de ancha frente hasta la sagrada Tirinto, atravesando la corriente del Océano, después de matar a Orto y al boyero Euritión en su sombrı́o establo, al otro lado del ilustre Océano. Otro monstruo extraordinario, en nada parecido a los hombres mortales ni a los inmortales dioses, tuvo Medus en una cóncava gruta: la divina y astuta Equidna, mitad ninfa de ojos vivos y hermosas mejillas, mitad en cambio monstruosa y terrible serpiente, enorme jaspeada y sanguinaria, bajo las entrañas de la venerable tierra. Allı́ habita una caverna en las profundidades, bajo una oronda roca, lejos de los inmortales dioses y de los humanos mortales; allı́ entonces le dieron como parte los dioses habitar ilustres mansiones. Y fue retenida en el paı́s de los Árimos, bajo la tierra, la funesta Equidna ninfa inmortal y exenta de vejez, por todos los siglos. Con ella cuentan que el terrible, violento y malvado Tifón tuvo contacto amoroso, con la joven de vivos ojos. Y preñada, dio a luz a feroces hijos: primero parió al perro Orto para Gerión. En segundo lugar tuvo un prodigioso hijo, indecible, el sanguinario Cerbero, perro de broncı́neo ladrido de Hades, de cincuenta cabezas, despiadado y feroz. En tercer lugar engendró a la perversa Hidra de Lerna, a la que alimentó Hera, diosa de blancos brazos, irritada terriblemente con el fornido Heracles. La aniquiló el hijo de Zeus con su implacable bronce, el Anfitriénida Heracles, con ayuda del belicoso Yolao, según los planes de Atenea amiga de botı́n. La Hidra parió a la terrible, enorme, ágil y violenta Quimera, que exhala indómito fuego. Tres eran sus cabezas: una de león de encendidos ojos, otra de cabra y la tercera de serpiente, de violento dragón. León por delante, dragón por detrás y cabra en medio, resoplaba una terrible y ardiente llama de fuego. Pegaso la mató y el valiente Belerofonte. Ésta, amancebada con Orto, parió a la funesta Esfinge, ruina para los cadmeos, y al león de Nemea, al que Hera, célebre esposa de Zeus, crió y puso en los montes de Nemea, calamidad para los hombres. Allı́ devastaba las tribus de hombres que habitaban el lugar y era dueño de Treto, Nemea y Apesante. Pero lo mató el vigor del fornido Heracles. Ceto, en contacto amoroso con Forcis, alumbró por último un terrible reptil que en sombrı́as grutas de la tierra, allá en los extremos confines, guarda manzanas completamente de oro. Ésta es la estirpe de Ceto y Forcis.
- Hijos de Tetis y Océano
Tetis con el Océano parió a los voraginosos Rı́os: el Nilo, el Alfeo, el Erı́dano de profundos remolinos, el Estrimón, el Meandro, el Istro de bellas corrientes, el Fasis, el Reso, el Aqueloo de plateados remolinos, el Neso, el Rodio, el Haliacmón, el Heptáporo, el Gránico, el Esepo y el divino Simunte, el Peneo, el Hermo, el Ceco de bella corriente, el largo Sangario, el Ladón, el Partenio, el Eveno, el Ardesco y el divino Escamandro. Tuvo también una sagrada estirpe de hijas que por la tierra se encargan de la crianza de los hombres, en compañı́a del soberano Apolo y de los Ríos y han recibido de Zeus este destino: Peito, Admeta, Yanta, Electra, Doris, Primno, la divina Urania, Hipo, Clı́mene, Rodea, Calı́rroe, Zeuxo, Clitia, Idı́a, Pisı́toa, Plexaura, la encantadora Galaxaura, Dione, Melóbosis, Toa, la bella Polidora, Cerceis de graciosa figura, Pluto ojos de buey, Perseis, Yanira, Acasta, Jante, la deliciosa Petrea, Menesto, Europa, Metis, Eurı́nome, Telesto de azafranado peplo, Criseida, Asia, la deseable Calipso, Eudora, Tyche Ánfiro, Ocı́rroe y Estigia, la que es más importante de todas. Éstas son las hijas más antiguas que nacieron del Océano y Tetis. Y aún hay otras muchas ̧pues son tres mil las Oceánides de finos tobillos que, muy repartidas, por igual guardan por todas partes la tierra y las profundidades de las lagunas, resplandecientes hijas de diosas. Y otros tantos los rı́os que corren estrepitosamente, hijos del Océano, a los que alumbró la augusta Tetis. ¡Arduo intento decir un mortal el nombre de todos ellos! Mas conocen cada uno en particular a aquellos que habitan sus riberas.
- Hijos de Tea e Hiperión
Tea dio a luz al alto Helios, la brillante Selene y Eos que alumbra a todos los seres de la tierra y los inmortales dioses que habitan el vasto cielo, entregada al amor de Hiperión.
- Hijos de Crío y Euribia
Euribia, divina entre diosas, parió en contacto amoroso con Crı́o, al poderoso Astreo, a Palante y a Perses que se distinguió entre todos por su sabidurı́a. Con Astreo, Eos parió a los impetuosos vientos, el despejador Céfiro, el Bóreas de rápida marcha y el Noto, acostada amorosamente la diosa con el dios. Después de ellos, la Hija de la Mañana dio a luz al lucero Eósforo, las brillantes estrellas y todo cuanto corona el cielo. Estigia, hija del Océano, parió en su palacio unida con Palante, a Celo y Nike de bellos tobillos, y dio vida también a Cratos y Bı́a, hijos muy señalados. No está su morada lejos de Zeus ni existe lugar alguno ni camino donde no gobierne el dios mediante aquéllos, sino que siempre se sientan al lado de Zeus gravisonante. Ası́ lo planeó Estigia, inmortal Oceánide, aquel dı́a, cuando el fulminador Olı́mpico convocó a todos los inmortales dioses en el elevado Olimpo y dijo que a ninguno de los dioses que lucharan a su lado contra los Titanes le mermarı́a honores, sino que cada cual conservarı́a al menos el rango de antes entre los dioses inmortales. Y aseguró que si alguien habı́a sido deshonrado y privado de dignidad por Cronos, accederı́a al rango y dignidades que es legı́timo. Marchó entonces la primera la inmortal Estigia al Olimpo en compañı́a de sus hijos, por solicitud hacia su padre. Y Zeus la honró y le otorgó excelentes premios; pues determinó que ella fuera juramento solemne de los dioses y que sus hijos convivieran con él por todos los siglos. Ası́ como lo prometió ante todos, ası́ lo cumplió siempre. Y él goza de gran poder y soberanı́a.
- Hijos de Febe y Ceos
A su vez Febe visitó el lecho muy deseable de Ceos. Y preñada luego la diosa en su abrazo con el dios, parió a Leto de azulado Peplo, siempre dulce, benévola con hombres y dioses inmortales, dulce desde su origen, y la más amable dentro del Olimpo. También dio a luz a la renombrada Asteria que un dı́a se llevó Perses a su espléndido palacio para llamarse esposa suya.
- Himno a Hécate
Embarazada ésta, parió a Hécate, a la que Zeus Crónida honró sobre todos y le procuró espléndidos regalos, la suerte de participar en la tierra y el mar estéril. Ella también obtuvo en lote la dignidad que confiere el estrellado cielo y es especialmente respetada por los dioses inmortales. Todavı́a ahora, cuando alguno de los hombres de la tierra los propicia, celebrando magnı́ficos sacrificios según costumbre, invoca repetidamente a Hécate. Muy fácilmente obtiene gran honor aquel cuyas súplicas acepta complaciente la diosa, y le concede prosperidad puesto que está en su mano. Pues cuantos nacieron de Gea y Urano y obtuvieron honras, ella posee el lote de todos ellos. En nada la maltrató el Crónida ni tampoco le quitó nada de lo que recibió en suerte entre los primeros dioses, los Titanes; sino que sus atribuciones son las mismas que tuvo desde el principio. Y no por unigénita la diosa obtuvo en lote menos dignidad, sino todavı́a mucha más aún, puesto que Zeus la respeta. Al que ella quiere, grandemente le asiste y ayuda; en el juicio se sienta junto a los venerables reyes, y en el ágora hace destacar entre la gente al que ella quiere. O cuando armados de coraza marchan los varones hacia la guerra destructora de hombres, allı́ la diosa asiste a los que quiere decididamente concederles la victoria y encumbrarles de gloria. Es capaz de asistir a los nobles que quiere y con igual capacidad, cuando los jóvenes compiten en juegos, allı́ los asiste y ayuda la diosa; y el vencedor en fuerza y capacidad, fácilmente y contento se lleva un magnı́fico premio y proporciona gloria a sus padres. A los que trabajan en el mar intransitable y elevan sus súplicas a Hécate y al resonante Ennosigeo, fácilmente la ilustre diosa les concede pesca abundante y fácilmente se la quita cuando parece segura si ası́ lo desea su corazón. Es capaz de aumentar el ganado en los establos junto con Hermes, y en cuanto a las manadas de bueyes, los extensos rebaños de cabras y las majadas de lanudas ovejas, si ası́ lo desea en su corazón, multiplica los pequeños y disminuye los numerosos. Ası́, aunque es unigénita, de madre, goza de gran respeto entre todos los Inmortales por sus prerrogativas. El Crónida la hizo criadora de los jóvenes que después de ella vieron la luz de la Aurora que a muchos alumbra. Y ası́, desde siempre, es criadora de la juventud y estas son sus atribuciones.
- Hijos de Rea y Cronos
Rea, entregada a Cronos, tuvo famosos hijos: Histia, Deméter, Hera de áureas sandalias, el poderoso Hades que reside bajo la tierra con implacable corazón, el resonante Ennosigeo y el prudente Zeus, padre de dioses y hombres, por cuyo trueno tiembla la anchurosa tierra. A los primeros se los tragó el poderoso Cronos según iban viniendo a sus rodillas desde el sagrado vientre de su madre, conduciéndose ası́ para que ningún otro de los ilustres descendientes de Urano tuviera dignidad real entre los Inmortales. Pues sabı́a por Gea y el estrellado Urano que era su destino sucumbir a manos de su propio hijo, por poderoso que fuera, vı́ctima de los planes del gran Zeus. Por ello no tenı́a descuidada la vigilancia, sino que, siempre al acecho, se iba tragando a sus hijos; y Rea sufrı́a terriblemente. Pero cuando ya estaba a punto de dar a luz a Zeus, padre de dioses y hombres, entonces suplicó enseguida a sus padres, los de ella, Gea y el estrellado Urano, que le ayudaran a urdir un plan para tener ocultamente el parto de su hijo y vengar las Erinias de su padre y de los hijos que se tragó el poderoso Cronos de mente retorcida. Aquéllos escucharon atentamente a su hija y la obedecieron; la pusieron ambos al corriente de cuanto estaba decretado que ocurriera respecto al rey Cronos y a su intrépido hijo, y la enviaron a Licto, a un rico pueblo de Creta, cuando ya estaba a punto de parir al más joven de sus hijos, el poderoso Zeus. A éste le recogió la monstruosa Gea para criarlo y cuidarlo en la espaciosa Creta. Allı́ se dirigió, llevándole, al amparo de la rápida negra noche, en primer lugar, a Licto. Le cogió en sus brazos y le ocultó en una profunda gruta, bajo las entrañas de la divina tierra, en el monte Egeo de densa arboleda. Y envolviendo en pañales una enorme piedra, la puso en manos del gran soberano Uránida, rey de los primeros dioses. Aquél la agarró entonces con sus manos y la introdujo en su estómago, ¡desgraciado! No advirtió en su corazón que, a cambio de la piedra, se le quedaba para el futuro su invencible e imperturbable hijo, que pronto, venciéndole con su fuerza y sus propias manos, iba a privarle de su dignidad y a reinar entre los Inmortales. Rápidamente crecieron luego el vigor y los hermosos miembros del soberano. Y al cabo de un año echó fuera de nuevo su prole el poderoso Cronos de mente retorcida, engañado por las hábiles indicaciones de Gea, vencido por la fuerza y habilidad de su hijo. Primero vomitó la piedra, última cosa que se tragó; y Zeus la clavó sobre la anchurosa tierra, en la sacratı́sima Pito, en los valles del pie del Parnaso, monumento para la posteridad, maravilla para los hombres mortales. Libró a sus tı́os paternos de sus dolorosas cadenas, a los Uránidas Brontes, Estéropes y el vigoroso Arges, a los que insensatamente encadenó su padre; aquéllos le guardaron gratitud por sus beneficios y le regalaron el trueno, el llameante rayo y el relámpago; antes los tenı́a ocultos la enorme Gea, y con ellos seguro gobierna a mortales e inmortales.
- Hijos de Jápeto y Clímene
Jápeto se llevó a la joven Clímene, Oceánide de bellos tobillos y subió a su mismo lecho. Ésta le dio un hijo, el intrépido Atlas, y parió al muy ilustre Menetio, al mañoso y astuto Prometeo y al torpe Epimeteo, que fue desde un principio siempre ruina para los hombres que se alimentan de pan. Pues él por primera vez aceptó una joven mujer modelada por Zeus. Al violento Menetio, Zeus de amplia mirada le hundió en el Érebo, alcanzándole con el ardiente rayo, por su insolencia y desmedida audacia. Atlas sostiene el vasto cielo a causa de una imperiosa fatalidad allá en los confines de la tierra, a la entrada del paı́s de las Hespérides de fina voz, apoyándolo en su cabeza e infatigables brazos; pues esta suerte le asignó como lote el prudente Zeus. A Prometeo abundante en recursos le ató con irrompibles ligaduras, dolorosas cadenas, que metió a través de una columna y lanzó sobre él su águila de amplias alas. Ésta le comı́a el hı́gado inmortal y aquél durante la noche crecı́a por todas partes en la misma proporción que durante el dı́a devoraba el ave de amplias alas. La mató Heracles, ilustre hijo de Alcmena de bellos tobillos y libró de su horrible tormento al Japetónida, dando fin a sus inquietudes no sin el consentimiento de Zeus Olı́mpico que reina en las alturas, sino para que la fama de Heracles, nacido en Tebas, fuera mayor todavı́a que antes sobre la tierra fecunda. Por estos anhelos favorecı́a a su muy ilustre hijo y, aunque irritado, calmó la cólera que antes tenı́a desde que Prometeo combatió la voluntad del muy poderoso Cronión.
- Mito de Prometeo. Creación de la mujer
Ocurrió que cuando dioses y hombres mortales se separaron en Mecona, Prometeo presentó un enorme buey que habı́a dividido con ánimo resuelto, pensando engañar la inteligencia de Zeus. Puso, de un lado, en la piel, la carne y ricas vı́sceras con la grasa, ocultándolas en el vientre del buey. De otro, recogiendo los blancos huesos del buey con falaz astucia, los disimuló cubriéndolos de brillante grasa.
Entonces se dirigió a él el padre de hombres y dioses: ¡Japetónida, el más ilustre de todos los dioses, amigo mı́o, cuan parcialmente hiciste el reparto de lotes! Ası́ habló en torno de burla Zeus, conocedor de inmortales designios. Le respondió el astuto Prometeo con una leve sonrisa y no ocultó su falaz astucia: ¡Zeus, el más ilustre y poderoso de los dioses sempiternos! Escoge de ellos el que en tu pecho te dicte el corazón. Habló ciertamente con falsos pensamientos. Y Zeus, sabedor de inmortales designios, conoció y no ignoró el engaño; pero estaba proyectando en su corazón desgracias para los hombres mortales e iba a darles cumplimiento. Cogió con ambas manos la blanca grasa. Se irritó en sus entrañas y la cólera le alcanzó el corazón cuando vio los blancos huesos del buey a causa de la falaz astucia. Desde entonces sobre la tierra las tribus de hombres queman para los inmortales los blancos huesos cuando se hacen sacrificios en los altares. Y a aquél dı́jole Zeus amontonador de nubes, terriblemente indignado: ¡Hijo de Jápeto, conocedor de los designios sobre todas las cosas, amigo mı́o, ciertamente no estabas ya olvidándote de tu falaz astucia! Ası́ dijo lleno de cólera Zeus, conocedor de inmortales designios. Y desde entonces tuvo siempre presente este engaño y no dio la infatigable llama del fuego a los fresnos, los hombre mortales que habitan sobre la tierra. Pero le burló el sagaz hijo de Jápeto escondiendo el brillo que se ve de lejos del infatigable fuego en una hueca cañaleja. Entonces hirió de nuevo el alma de Zeus altitonante y le irritó su corazón cuando vio entre los hombres el brillo que se ve de lejos del fuego. Y al punto, a cambio del fuego, preparó un mal para los hombres: Modeló de tierra al ilustre Patizambo una imagen con apariencia de casta doncella, por voluntad del Crónida. La diosa Atenea de ojos glaucos le dio ceñidor y la adornó con vestido de resplandeciente blancura; la cubrió desde la cabeza con un velo, maravilla verlo, bordado con sus propias manos; y con deliciosas coronas de fresca hierba trenzada con flores, rodeó sus sienes Palas Atenea. En su cabeza colocó una diadema de oro que el mismo cinceló con sus manos, el ilustre Patizambo, por agradar a su padre Zeus. En ella habı́a artı́sticamente labrados, maravilla verlos, numerosos monstruos, cuantos terribles crı́a el continente y el mar; de ellos grabó muchos aquél, y en todos se respiraba su arte, admirables, cual seres vivos dotados de voz. Luego que preparó el bello mal, a cambio de un bien, la llevó donde estaban los demás dioses y los hombres, engalanada con los adornos de la diosa de ojos glaucos, hija de poderoso padre; y un estupor se apoderó de los inmortales dioses y hombres mortales cuando vieron el espinoso engaño, irresistible para los hombres. Pues de ella desciende la estirpe de femeninas mujeres. Gran calamidad para los mortales, con los varones conviven sin conformarse con la funesta penuria, sino con la saciedad. Como cuando en las abovedadas colmenas las abejas alimentan a los zánganos, siempre ocupados en miserables tareas (aquéllas durante todo el dı́a hasta la puesta del sol diariamente se afanan y hacen blancos panales de miel, mientras ellos aguardando dentro, en los recubiertos panales, recogen en su vientre el esfuerzo ajeno), ası́ también desgracia para los hombres mortales hizo Zeus altitonante a las mujeres, siempre ocupadas en perniciosas tareas. Otro mal les procuró a cambio de aquel bien: El que huyendo del matrimonio y las terribles acciones de las mujeres no quiere casarse y alcanza la funesta vejez sin nadie que le cuide, éste no vive falto de alimento; pero al morir, los parientes se reparten su hacienda. Y a quien, en cambio, le alcanza el destino del matrimonio y consigue tener una mujer sensata y adornada de recato, éste, durante toda la vida, el mal equipara constantemente al bien. Y quien encuentra una mujer desvergonzada, vive sin cesar con la angustia en su pecho, en su alma y en su corazón; y su mal es incurable. De esta manera no es posible engañar ni transgredir la voluntad de Zeus; pues ni siquiera el Japetónida, el remediador Prometeo, logró librarse de su terrible cólera, sino que por la fuerza, aunque era muy astuto, le aprisionó una enorme cadena.
- Titanomaquia
A Briareo, a Coto y a Giges, cuando en un principio su padre se irritó con ellos en su corazón, les ató con fuerte cadena receloso de su formidable vigor, ası́ como de su belleza y estatura, y les hizo habitar bajo la espaciosa tierra. Allı́ aquéllos, entre tormentos, viviendo bajo la tierra, permanecieron en lugar remoto, en los confines de la ancha tierra, por largo tiempo, muy angustiados y con su corazón lleno de terrible dolor. Más el Crónida y los demás dioses inmortales que concibió Rea de hermosos cabellos en abrazo con Cronos, de nuevo los condujeron a la luz según las indicaciones de Gea. Pues ésta les explicó con todo detalle que con su ayuda conseguirı́an la victoria y brillante fama. Ya hacı́a tiempo que luchaban soportando dolorosas fatigas enfrentados unos contra otros a través de violentos combates, los dioses Titanes y los que nacieron de Cronos; aquéllos desde la cima del Otris, los ilustres Titanes, y éstos desde el Olimpo, los dioses dadores de bienes a los que parió Rea de hermosos cabellos acostada con Cronos. Por entonces enfrascados unos con otros en fatigosa lucha, llevaban ya combatiendo en conjunto más de diez años. Y no se veı́a solución de la dura contienda ni final a favor de unos o de otros, sino que el resultado de la guerra permanecı́a indeciso. Pero cuando Zeus ofreció a aquéllos todos los alimentos, néctar y ambrosı́a, que los propios dioses comen, creció en el pecho de todos ardorosa pasión, cuando probaron el néctar y la deliciosa ambrosı́a. Entonces ya les habló el padre de hombres y dioses: ¡Escuchadme, ilustre hijos de Gea y Urano, para que os diga lo que me dicta el corazón en mi pecho! Por largo tiempo ya enfrentados unos con otros, luchamos todos los dı́as por la victoria y el poder los dioses Titanes y los que nacimos de Cronos. Pero mostrad vosotros vuestra terrible fuerza e invencibles brazos contra los Titanes en funesta lucha, recordando nuestra dulce amistad y como después de tantos tormentos bajo dolorosa cadena, de nuevo vinisteis a la luz saliendo de la oscura tiniebla por decisión nuestra. Ası́ dijo y al punto a su vez le respondió el intachable Coto: ¡Divino! No nos descubres cosas ignoradas, sino que también nosotros sabemos cuán excelentes son tus pensamientos e inteligencia. Paladı́n fuiste para los Inmortales de una cruel contienda y por tu sabidurı́a regresamos de nuevo saliendo de aquella oscura tiniebla, ¡soberano hijo de Cronos!, después de sufrir desesperantes tormentos entre inexorables cadenas. Por ello también ahora, con corazón firme y resuelta decisión, defenderemos vuestro poder en terrible batalla luchando contra los Titanes a través de violentos combates. Ası́ habló. Aplaudieron los dioses dadores de bienes al escuchar sus palabras, y su espı́ritu anhelaba la guerra con más ansia todavı́a que antes. Provocaron aquel dı́a una lucha terrible todos, hembras y varones, los dioses Titanes y los que nacieron de Cronos y aquellos a los que Zeus, sumergidos en el Érebo bajo la tierra, trajo a la luz, terribles, violentos y dotados de formidable vigor. Cien brazos salı́an agitadamente de sus hombros, para todos igual, y a cada uno cincuenta cabezas le nacı́an de los hombros, sobre robustos miembros. Aquéllos entonces se enfrentaron a los Titanes en funesta lucha, con enormes rocas en sus robustas manos. Los Titanes, de otra parte, afirmaron sus filas resueltamente. Unos y otros exhibı́an el poder de sus brazos y su fuerza. Terriblemente resonó el inmenso ponto y la tierra retumbó con gran estruendo; el vasto cielo gimió estremecido y desde su raı́z vibró el elevado Olimpo por el ı́mpetu de los Inmortales. La violenta sacudida de las pisadas llegó hasta el tenebroso Tártaro, ası́ como el sordo ruido de la indescriptible refriega y de los violentos golpes. ¡De tal forma se lanzaban recı́procamente funestos dardos! La voz de unos y otros llamándose llegó hasta el estrellado cielo y aquéllos chocaron con enorme alalá. Ya no contenı́a Zeus su furia, sino que ahora se inundaron al punto de cólera sus entrañas y exhibió toda su fuerza. Al mismo tiempo, desde el cielo y desde el Olimpo, lanzando sin cesar relámpagos, avanzaba sin detenerse; los rayos, junto con el trueno y el relámpago, volaban desde su poderosa mano, girando sin parar su sagrada llama. Por todos lados resonaba la tierra portadora de vida envuelta en llamas y crujió con gran estruendo, envuelto en fuego, el inmenso bosque. Hervı́a la tierra toda y las corrientes del Océano y el estéril ponto. Una ardiente humareda envolvió a los Titanes nacidos del suelo y una inmensa llamarada alcanzó la atmósfera divina. Y cegó sus dos ojos, aunque eran muy fuertes, el centelleante brillo del rayo y del relámpago. Un impresionante bochorno se apoderó del abismo y pareció verse ante los ojos y oı́rse con los oı́dos algo igual que cuando se acercaron Gea y el vasto Urano desde arriba. Pues tan gran estruendo se levantó cuando, tumbada ella, aquél se precipitó desde las alturas. ¡Tanto estruendo se produjo al chocar los dioses en combate! Al mismo tiempo, los vientos expandı́an con estrépito la conmoción,, el polvo, el trueno, el relámpago y el llameante rayo, armas del poderoso Zeus, y llevaban el griterı́o y el clamor en medio de ambos. Un estrépito impresionante se levantó, de terrible contienda; y saltaba a la vista la violencia de las acciones. Declinó la batalla; pero antes, atacándose mutuamente, luchaban sin cesar a través de violentos combates. Entonces aquéllos, Coto, Briareo y Giges insaciable de lucha, en la vanguardia provocaron un violento combate. Trescientas rocas lanzaban sin respiro con sus poderosas manos y cubrieron por completo con estos proyectiles a los Titanes. Los enviaron bajo la anchurosa tierra y los ataron entre inexorables cadenas después de vencerlos con sus brazos, aunque eran audaces, tan hondos bajo la tierra como lejos está el cielo de la tierra; esa distancia hay desde la tierra hasta el tenebroso Tártaro. Pues un yunque de bronce que bajara desde el cielo durante nueve noches con sus dı́as, al décimo llegarı́a a la tierra; e igualmente un yunque de bronce que bajara desde la tierra durante nueve noches con sus dı́as, al décimo llegarı́a al Tártaro. En torno a él se extiende un muro de bronce y una oscuridad de tres capas envuelve su entrada; encima además nacen las raı́ces de la tierra y del mar estéril. Allı́ los dioses Titanes bajo una oscura tiniebla están ocultos por voluntad de Zeus amontonador de nubes en una húmeda región al extremo de la monstruosa tierra; no tienen salida posible: Poseidón les puso encima broncı́neas puertas y una muralla les rodea de ambos lados. Allı́ habitan también Giges, Coto y el valiente Briareo, fieles guardianes de Zeus portador de la égida. Allı́ de la tierra sombrı́a, del tenebroso Tártaro, del ponto estéril y del cielo estrellado están alineados los manantiales y términos hórridos y pútridos de todos, y hasta los dioses los maldicen. Enorme abismo: no se alcanzarı́a su fondo ni en todo un año completo, si antes fuera posible franquear sus puertas; sino que por aquı́ y por allá te arrastrarı́a huracán ante huracán terrible. Horrendo incluso para los dioses inmortales, este prodigio. También se encuentran allı́ las terribles mansiones de la oscura Noche cubiertas por negruzcos nubarrones. Delante de ellas, el hijo de Jápeto sostiene el ancho cielo, apoyándolo en su cabeza e infatigables brazos, sólidamente, allı́ donde la Noche y la Luz del dı́a se acercan más y se saludan entre ellas pasando alternativamente el gran vestı́bulo de bronce. Cuando una va a entrar, ya la otra está yendo hacia la puerta, y nunca el palacio acoge entre sus muros a ambas, sino que siempre una de ellas fuera del palacio da vueltas por la tierra y la otra espera en la morada hasta que llegue el momento de su viaje. Una ofrece a los seres de la tierra su luz penetrante; la otra les lleva en sus brazos el Sueño hermano de la Muerte, la funesta Noche, envuelta en densa niebla. Allı́ tienen su casa los hijos de la oscura Noche, Hipnos y Tánato, terribles dioses; nunca el radiante Helios les alumbra con sus rayos al subir al cielo ni al bajar del cielo. Uno de ellos recorre tranquilamente la tierra y los anchos lomos del mar y es dulce para los hombres; el otro, en cambio, tiene de hierro el corazón y un alma implacable de bronce alberga en su pecho. Retiene al hombre que coge antes, y es odioso incluso para los inmortales dioses. Allı́ delante se encuentran las resonantes mansiones del dios subterráneo, del poderoso Hades y la temible Perséfone; guarda su entrada un terrible perro, despiadado y que se vale de tretas malvadas: a los que entran les saluda alegremente con el rabo y ambas orejas al mismo tiempo, pero ya no les deja salir de nuevo, sino que, al acecho, se come al que coge a punto de franquear las puertas. Allı́ reside una diosa maldita para los Inmortales, la terrible Estigia, hija mayor del Océano que refluye en sı́ mismo. Lejos de los dioses habita un espléndido palacio con techo de enormes rocas; por todas partes se encuentra apoyado sobre plateadas columnas que llegan hasta el cielo. Raramente, la hija de Taumante, Iris rápida de pies, frecuenta este lugar volando por los anchos lomos del mar. Cuando una disputa o querella se suscita entre los Inmortales, por si alguno de los que habitan las mansiones olı́mpicas falta a la verdad, Zeus encarga a Iris que traiga de lejos el gran juramento de los dioses en un recipiente de oro, el agua helada de mucho renombre que fluye de un alto y escarpado peñasco. En abundancia bajo la anchurosa tierra mana del rı́o sagrado por la negra noche, brazo de Océano. Una décima parte al punto queda apartada; nueve, haciéndolos girar en plateados remolinos por la tierra y los anchos lomos del mar, las precipita en la salada superficie. Y ésta solamente brota de aquel peñasco, azote terrible para los dioses. El que de los Inmortales que habitan las nevadas cumbres del Olimpo jura en vano vertiéndola, queda tendido sin respiración hasta que se cumple un año; y no puede acercarse a la ambrosı́a, el néctar ni alimento alguno, sino que yace, sin aliento y sin voz, en revestidos lechos y le cubre un horrible sopor. Luego, cuando termine esta terrible enfermedad al cabo de un año, otra prueba aún más dura sucede a aquélla; por nueve años está apartado de los dioses sempiternos y nunca puede asistir al Consejo ni a los banquetes durante esos nueve años; al décimo, otra vez participa en las asambleas de los Inmortales que habitan las mansiones olı́mpicas. ¡Tal juramento hicieron los dioses al agua imperecedera y antiquı́sima de la Estigia que atraviesa una región muy áspera! Allı́ de la tierra sombrı́a, del tenebroso Tártaro, del ponto estéril y del cielo estrellado están alineados los manantiales y términos hórridos y pútridos de todos, y hasta los dioses los maldicen. Allı́ hay relucientes puertas y un sólido broncı́neo vestı́bulo natural, asegurado con profundos cimientos. Delante, apartados de todos los dioses, viven los Titanes al otro lado del tenebroso abismo. Después, los ilustres servidores del muy resonante Zeus habitan palacios sobre las raı́ces del Océano, Coto y Giges; a Briareo, por su nobleza, le hizo su yerno el gravisonante Ennosigeo; le permitió desposar a su hija Cimopolea.
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