Dos cuentos sobre Diógenes
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Diógenes en su tonel |
Un día, estaba Diógenes comiendo un plato de lentejas sentado en el umbral de una casa cualquiera.
No había nada en toda Atenas más barato en comida que el guiso de lentejas.
Dicho de otra manera, comer guiso de lentejas era definirse en estado de la mayor precariedad.
Pasó un ministro del emperador y le dijo:
-¡Ay! Diógenes, si aprendieras a ser más sumiso y a adular un poco al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas.
Diógenes dejó de comer, levantó la vista y mirando al acaudalado interlocutor profundamente, le dijo:
-Ay de ti, hermano. Si aprendieras a comer un poco de lentejas, no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador.
Dicen que Diógenes paseaba por las calles de Atenas vestido en harapos y durmiendo en los zaguanes.
Cuentan que una mañana, cuando Diógenes estaba amodorrado todavía en el zaguán de la casa donde había pasado la noche, pasó por el lugar un acaudalado terrateniente.
-Buen día -dijo el caballero.
-Buen día -contestó Diógenes.
-He tenido una muy buena semana, así que he venido a darte esta bolsa de monedas.
Diógenes lo miró en silencio, sin hacer un movimiento.
-Tómalas, no hay trampas. Son mías y te las doy a ti, que sé que las necesitas más que yo.
-¿Tú tienes más? -preguntó Diógenes.
-Sí, claro -contestó el rico-, muchas más.
-¿Y no te gustaría tener más de las que tienes?
-Sí, por supuesto que me gustaría.
-Entonces guárdate las monedas que me dabas, porque tú las necesitas más que yo.
Y cuentan algunos que el diálogo siguió así:
-Pero tú también tienes que comer y eso requiere dinero.
-Tengo ya una moneda -y la mostró-, y ésta me alcanzará para un tazón de trigo hoy por la mañana y quizá algunas naranjas.
-Estoy de acuerdo, pero también tendrás que comer mañana y pasado y al día siguiente, ¿de dónde sacarás el dinero mañana?
-Si tú me aseguras, sin temor a equivocarte, que yo viviré hasta mañana, entonces, quizá tome tus monedas...
Fuente: Jorge Bucay. Recuentos para Demián. Editorial Océano.
ISBN: 970-651-320-5
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