José Antonio Gutiérrez Alcoba
José Antonio Gutiérrez Alcoba
Lector, soy José Antonio Ramón Gutiérrez-Alcoba, un hombre de estatura mediana y signo Tauro. Nací en 1960, en Teresén, estado Monagas, Venezuela. A los seis años, me mudé a Caripe del Guácharo, donde enfrenté tensiones familiares y encontré fortaleza en una joven. Reflexiono sobre la diferencia entre cómo uno piensa de sí mismo, cómo los demás lo ven y quién realmente es. Vivimos en un mundo de interpretaciones constantes y buscamos un sentido que siempre cambia. Mantener una identidad en la sociedad es un ejercicio de afirmación personal. La biografía es una búsqueda sin fin hacia un ser completo que nunca podemos definir completamente. Nos preguntamos quiénes somos y enfrentamos la incertidumbre de la vida. A veces, nos vemos obligados a cargar con las culpas de otros o a enfrentar eventos inesperados que nos prueban más allá de nuestros límites. No salimos indemnes de la lucha por la vida, pero podemos sobrellevarla con tristeza creadora y ser indulgentes con nuestros errores. La vida no solo se construye en los momentos felices y los logros; también en las pérdidas y los desafíos. A veces, herimos a otros sin querer y deseamos recuperar la inocencia perdida. La pregunta sobre el ser es mi verdadero nacimiento y mi vida se ha construido sobre esta base. No puedo narrar todos los eventos que forman un segundo de existencia, pero cada paso es parte de un viaje sin fin hacia la comprensión de quién somos.
Lo demás no es otra cosa sino la vestidura ostentosa del manantial en su fuente para expresar, con relativo éxito, el acto de ofrendarnos a la mesa de la vida y enriquecerla en los demás. Espero haber servido en esto con desprendimiento a todos los amigos que me han acompañado en colegios, en excursiones, en luchas políticas, en adhesiones religiosas, juegos, fiestas, lecturas, trabajos, sufrimientos compartidos y en todo aquello que constituye una vida igual a las demás, excepto en los consabidos acentos individuales. Acentos que, signados por la contemplación, la meditación y el silencio, me llevaron a participar, durante nueve largos años, de una experiencia comunitaria y académica en el extinto Seminario de Cumaná, donde cursé con desigual suerte sus programas relativos a filosofía y teología. Esta experiencia mística me guió a ser formado como escultor en la Escuela de Artes Visuales 'Cristóbal Rojas' de Caracas y a cursar la carrera de letras en la Universidad Central de Venezuela.
Con sueños mayores que la somnolencia del cansancio, pude escribir en escenarios tan duros como sublimes, dejando constancia de mi amor más profundo: hondo por el vértigo de sus contrastes, dialéctico por el radio de sus oscilaciones marcadas sobre las playas del tiempo, volcán aferrado a sus cenizas, clamor hecho trigo del pan compartido, ser en unidad y ardiente diversidad. 'Soy vasto, contengo multitudes', dijo una vez Whitman, y el solo testimonio de uno entre aquellos bastaría para leernos como signos de algo cuyo centro trasciende al ego y lo supera, para darnos la medida humilde y necesaria en la comunidad humana que nos acoge. No me considero más contradictorio que ninguno, no; solo que tal vez me cueste menos tener la valentía de asumirlo. No es posible prever las sendas por las que el ser revelará su epifanía, ni los caminos que recorrerá para tomar su lugar propio. Para saberlo, seguiré viviendo con todos los riesgos e implicaciones que conlleva arrojarse al mar para aprender a nadar.
Estos memoriales de mis naufragios podrán expresar mejor que yo ahora el periplo de una fidelidad probada.
Cincuenta y tres años jalonan mis pasos por Venezuela, un país altivo y libre gracias a una lucha de principios, voluntades, inteligencia, acuerdos y batallas innumerables cuyos derechos se encuentran a la altura de su esfuerzo histórico por darse a sí mismo leyes ciudadanas cada vez más justas. De él se podrá decir que obtuvo su gloria por merecerla con su tesón, pues no reclama su existencia por mandatos divinos ni por disposición arbitraria de potencias ajenas a su voluntad precursora de compartir valores cívicos y republicanos en su modesto territorio. A él agradezco haberme facilitado desde niño un temprano diálogo con la cultura clásica griega, con sus poetas y pensadores, que es como decir, un pueblo literario de venerable adopción, el único pensamiento donde me encuentro como en mi casa, consultando a Homero con la devoción de un converso.
Lo demás, nutrir mi vida mortal mediante el trabajo, tolerar lo inaceptable a la espera de que el ser se hiciese manifiesto, soportar intemperies e incertidumbres, desempeñar cargos y portar honores, recibir denuestos y vivir decepciones, amar con pasión y sufrir desilusiones hasta morir, forma parte de esa selección de cosas que preferimos apartar de la vista de quienes no están preparados para comprender la humanidad de nadie.
Hoy, trato de retomar el arte escultórico que se ha ido escorando en las costas oceánicas de los apremios. Tengo mi escritorio lleno de proyectos y he hecho de la literatura, de la escritura, de la filosofía, del arte y de mis relaciones con Dios una apuesta de vida o muerte, y en este combate habrá de extinguirse la llama de mi ser sobre nuestra dura y sublime tierra, iluminada por el mismo sol bajo el que nací aquel lejano día cincuenta y tres años atrás. Puedo decir con Neruda que 'a veces me canso de ser hombre' y añadir que, aún sabiéndome realmente exhausto, espero acertar con el proyecto de lograrlo.
Ojalá que tanto alumnos como amigos, a quienes he transmitido mi ardiente amor por el saber, alcancen a valorar el esfuerzo que los hizo portadores de su exigencia sin tasa. A ellos, como a ellas, a los pocos que alcanzaron a escuchar, les estará dedicado.
Esto es todo. Y, como pueden ver, parece suficiente tarea para una sola persona.
Hasta tanto no la concluya, no podré decir cuánto he vivido, y cuando lo haga, seguro ya no estaré allí para escribirlo. Llanamente, tengo por cierto que nuestros actos totales probarán nuestra virtud y que, aún en el momento final, podemos precipitarla en los abismos – Dios guarde a todos. Por lo pronto, me siento honrado de haber existido a caballo entre dos siglos exuberantes y digo: que volvería a vivir la vida que he tenido, si me fuera dado merecerla de nuevo.
Se me excusará, por si este esfuerzo abstracto de grafías y sintaxis no toque la piel; expresar amor filial por mis padres a quienes profeso el perenne afecto que cabe en nuestra finitud. Que nunca tomé las de Villadiego para aparentar lo que nunca fui, pues todo lo que soy lo he ganado. Incluso mereciendo mis barbas. Así me lo enseñaron.
GRACIAS AL COPILOT DE MICROSOFT
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