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domingo, 20 de febrero de 2011

Afrodita

Afrodita
Afrodita


Autor: José Antonio Gutiérrez Alcoba 

AFRODITA: FUROR, EROTISMO Y VENGANZA EN EL HIPÓLITO DE EURÍPIDES

Una pregunta necesaria a la estructura trágica consiste en preguntar acerca de sus orígenes, ya que es allí donde se pueden conocer sus causas y aislar algunos rasgos relevantes para realizar una interpretación fundada. Esta pregunta permite también, ir aclarando paulatinamente, a medida que se descubren los hilos secretos que tejen al mito (en tanto que hermenéutica de lo real en su totalidad) en sus múltiples vinculaciones internas, así como su potencia de sentido.

No poseemos tal vez otro camino, que el ascenso esforzado en dirección a su cima. La lectura constante, el análisis comparativo de las obras en sí, el diálogo en torno a ellas, la continua y deseable revisión de obras críticas de investigación que exploran en el género trágico y de modo fundamental la inmersión necesaria con nuestra propia vida, que actualiza el acervo inagotable de enseñanzas espirituales al alcance de quienes estén dispuestos a pagar el precio de su comprensión. Nada es más ajeno al objetivo que infundió a sus creadores que la conseja que limita su disfrute a cenáculos esotéricos cerrados. La tragedia es, por esencia, un patrimonio común de la humanidad en todo tiempo y lugar.

Conscientes de nuestras limitaciones actuales en este punto, podremos barruntar interpretaciones que, cual puntos arquimedianos de apoyo, puedan proyectar evolutivamente, interpretaciones futuras acerca de las cuales esperemos que nuestros esbozos iniciales constituyan apenas un tímido balbuceo.

Se patentizan en el transcurso del Hipólito de Eurípides a dos genealogías heroicas que fluyendo por su origen en el mismo padre Zeus, divergen hacia caminos diversos como el tallo de un árbol subdivide su masa en los ramajes. Me refiero a la doble genealogía atribuida a Tántalo por una antigua tradición y que Sófocles menciona aquí al pasar.[1]

Pertenece a la historia de Tántalo la invitación de que fuera objeto por parte de los dioses para asistir a sus festines, y su contumaz costumbre de revelar aquello que debía mantenerse en secreto. En el texto citado aquí al pie de página, además con calificable actitud prometeica, da a los hombres bienes reservados a los dioses, configurando así regularmente su intención de revelar lo oculto, una falta de discreción como de reserva. Tántalo expone a la luz pública una sagrada intimidad.[2]

El segundo personaje mítico aquí considerado, Pélope, rey de Frigia e hijo del anterior: “...expulsado de su patria, se refugió en Pisa, cerca de Olimpia, donde se enamoró de Hipodamia. Como condición para obtener la mano de ésta, había de vencer al padre de Hipodamia en una carrera. Pelope ganó esta haciendo que Mirtilo, su automedonte, quitase la clavija del carro del monarca...” op cit. Idem. Una tradición distinta sostiene que Hipodamia se enamora locamente de Pélope, siendo ella la que asesina a su padre para casar con aquel.

Se verifica aquí un hecho destacable: los miembros del linaje de Tántalo se ven regularmente poseídos tanto por el furor amoroso capaz de llevarles hasta el crimen como por la asociación de la pasión con figuras de tipo zoomórfico: Hippos-damos, palabras que compuestas significan “posesa por el daimón del caballo”. Esto indica en el nombre de Hipodamia, apelativo que la describe también como una amazona, misántropa, misógina, castradora de sus hijos cual solían hacerlo estas con su prole masculina, y siendo las amazonas representación de los persas en los mitos atenienses, es posible colegir que su posesión por parte de Pélope debió ser particularmente violenta. De esta unión nacerá Piteo, rey de Trecen, sabio adivino quien consigue por medio de ardides que Egeo, rey de Atenas cohabite con Etra, su hija, a fin de adquirir derechos territoriales sobre el Ática.

Los anteriores engendran a Teseo en el que reside el complejo mítico de la destrucción del imperio minoico-cretense. El poeta incide en algunos aspectos particulares con relación a esta trama, asi hace notar que Teseo casa con Hipólita, otra amazona: “...No admitían –las amazonas- a ningún hombre en su compañía: hijas de Ares y de la ninfa Armonía...abandonaban, cegaban o castraban a los niños de sexo masculino y solo conservaban a los de sexo femenino a los que quitaban un seno para permitirles mayor capacidad en la práctica del arco y de la lanza...”[3]

Las Amazonas son claramente andróginas y poseen un corazón varonil. Odiando, como odian a los hombres cabe suponer nuevamente el uso de la violencia por parte de Teseo para poseerla. La presencia de este ser andrógino reitera así una no velada tendencia a unirse con seres de ambigua sexualidad por parte de los herederos de Tántalo.

Hipólita y Teseo engendran a Hipólito (según la Traducción de P. Girard, nombre que significaría “destrozado por los caballos”). Al morir la amazona, Teseo casa con Fedra, hija de Minos, rey de Creta, hijo a su vez de Zeus, es decir que Fedra viene a ser hermana de Ariadna, nieta de Zeus e hija de Pasifae, quien concibiera, a causa de su furor erótico por un toro a un ser monstruoso, el Minotauro, un ser mitad hombre y mitad toro.

En este momento, la predisposición sexual patológica, zoofílica alcanza un momento decisivo de tensión. Han transcurrido seis generaciones partiendo desde Zeus para el linaje de Teseo (lejanía mayor del centro divino) y apenas dos para el de Fedra, de modo que puede colegirse que ambas genealogías se mezclan en las proximidades de la teogonía. La colisión entre destinos los reconfigura en una nueva situación. Sabemos que Teseo pudo matar al minotauro (mediohermano de Fedra y Ariadna) quien exigía sacrificios a la Micenas histórica (y aquí a la Atenas mitologizada) gracias a la ayuda de Ariadna a quien moviera a este fin un desenfrenado amor por Teseo. Este, luego de matar al Monstruo, gracias al hilo que aquella le cediese para penetrar y volver del laberinto, la lleva consigo para luego despreciarla dejándola abandonada en la isla cicládica de Naxos, lugar de donde la recogerá Dionisos para casar con ella y llevarle a Creta donde a la sazón reinaba. Teseo luego tomará por esposa a Fedra en la cual engendrará hijos.

Acá el erotismo desenfrenado devora a los personajes con arrasador e insaciable poder. El mito, desarrollándose en las cercanías divinas, torna a encarnar en los hombres, trocándose psicología humana.

¿No se ha dicho que es Eurípides el más humano de los trágicos al llevar a la escena las vidas y las situaciones concretas de los espectadores bajo la máscara ya desdivinizada de los dioses? ¿no se le ha criticado por restar protagonismo al coro, introducir prólogo y epílogo, al “deus ex machina”, la antilogía, alargar la monodia? En el paroxismo de una crítica que recogiendo los injustos ataques de que fuera objeto por parte de Aristófanes, haciéndole falsamente contemporáneo de Sócrates, se le acusa de matar al mito, al convertir la tragedia en un instrumento al servicio del relativismo sofístico como de la racionalidad socrática.

Una vez observado el papel fundamental realizado por el mito en el análisis anterior, podremos diferir en este punto.

Según el teórico de las religiones Mircea Eliade, en una aserción distribuida a lo largo de toda su obra pero que lo es particularmente en su trabajo titulado “El Mito del Eterno Retorno”, el rito es la actualización del mito, una vuelta a la intemporalidad ejemplar de la historia sagrada que permite regenerar desde su comienzo la potencia absoluta de la naturaleza agotada en el transcurso de los eventos históricos –Eliade entiende a la “historia” en sentido espiroidal evolutivo, acumulativo, en perspectiva hegeliana, por diferencia con la “historia” sagrada en cuanto narración de hechos arquetípicos ejemplares-. Las crisis sobrevenidas como efecto de acontecimientos históricos constatables: pestes, guerras, enfermedades, muerte y dolor precipitan inexorablemente la ruptura del cosmos arcaico y su sumergimiento en el caos.

Una vez llegado el cosmos al punto de saturación y entropía máxima de la cultura en que, agostada y próxima a perecer no puede forzar por otros medios su continuidad; el hombre arcaico procede a iniciar el rito, a actualizar el tiempo de los comienzos que aporta modelo y estructura a su mundo agonizante. Siguiendo la teoría de Eliade, se aclara el papel de las genealogías en el fundamento ritual del drama trágico: a través suyo, el hombre recupera en medio de la crisis, la regeneración del mundo y la discriminación o discernimiento reflejos, para conjurar las experiencias disgregadoras, centrífugas y aniquilantes debidas a la penetración furtiva de fuerzas extrañas como novedosas cuya presencia amenaza con la aniquilación del cosmos instituido. En este sentido, la identificación con los héroes en el retornar a su pasado por el hombre griego y su catarsis final (en la concepción de Aristóteles) constituye un auténtico acto religioso y no puede sostenerse que la tragedia de Eurípides carezca de piedad.

La historia sagrada del Hipólito constituye una atmósfera mito poética que sostiene con hilos visibles el desenlace de los acontecimientos en el drama, es auténticamente un rito. Y si bien el poeta hace concesiones, por demás necesarias a la dialéctica sofística [4] (observar la antilogía Fedra-nodriza), como a la política de su época, en sentido contrario a los cuestionamientos aludidos, puede afirmarse que su dramaturgia constituye una remitologización trágica de la realidad de su tiempo, un retorno hacia los orígenes puros de la religiosidad griega traducida en un nuevo contexto.

Por ello, la mitología se hace psicología en él, aquella abona y prepara el surgimiento del personaje euripídeo.

Conocemos, gracias a Humberto eco, el horizonte abierto de la obra de arte, susceptible de sucesivas resemantizaciones, y no pretendo interpretar completamente al Hipólito en las cortas reflexiones de un ensayo. No obstante, considero útil llamar la atención acerca de preguntas surgidas del método aquí seguido, y patentizadas en la contraposición Fedra-Hipólito.

a)Tántalo ha revelado conversaciones secretas de los dioses. Fedra expone un secreto que se le hizo manifiesto durante la iniciación de Hipólito (según P. Girard Hipólito es órfico: por su vegetarianismo, por las ofrendas incruentas a Artemisa, frugalidad etc. Y para cuya iniciación debía desnudarse. Se sugiere así que Fedra pudo haberle conocido desnudo) de modo que Fedra habría incurrido en violación de una obligación religiosa mistérica. Contrariamente, Hipólito permanece fiel al juramento dado de callar el amor de Fedra por él.

b)Pélope (homicida) – Hipodamia (parricida) llegan al crimen por pasión amorosa, lo cual enuncia furor erótico-patológico, sugieren bestialismo, ambigüedad sexual y el uso de tretas para satisfacer su apetito carnal.

c)Piteo: realiza celestinaje y con engaños urde el amor de Egeo por su hija Etra. Siendo, como efectivamente lo es, mentor de Hipólito, se infiere que pueda incitar subconscientemente a este para aceptar la invitación amorosa que le hace Fedra por medio de la nodriza.

d)Teseo: amor por la amazona Hipólita (ser con ambigüedad sexual, de corazón varonil y mutilada de un seno) andrógina, odia a los hombres. Penetra en lo oculto, lo destruye y expone a la luz (“no me agrada ningún dios venerado en la noche” dirá su hijo Hipólito); así, da muerte al minotauro, rasgo tantálico que revela lo mistérico.

Conquista el amor de Ariadna mediante trampas (rasgo compartido con Tántalo, Pélope y Piteo) y con la ayuda de esta consigue destruir al Minotauro (mediohermano de Ariadna, luego ella comete fratricidio en correspondencia simétrica con Hipodamia-parricida, ellas son capaces de asesinar o dejar asesinar a sus parientes por causa de su amor. También en Teseo-filicida se verifica esta tendencia).

Abandona después a Ariadna en Naxos (tema del amor despreciado) y casa con su hermana Fedra ¿No podría suponerse el drama de Fedra como una venganza ulterior contra su hermana? Tendríamos así varias lecturas en sospecha: Fedra venga su amor rechazado por Hipólito, Ariadna venga en aquella y en este al suyo y Teseo hace pagar el propio. El hecho de que al final, la aparición del toro cause el desbocamiento de los caballos de Hipólito, hace presumir que las reparaciones se retrotraen hacia el símbolo bestial que signa al linaje de Minos.[5]

Por otro lado, la triada Toro-Poseidón-Afrodita en este escenario muestra, por vía de Teseo, fusión contradictoria de deidades, que contribuye a una sensación de intensa perplejidad.[6]

e)Hipólito: culto exclusivo a Artemisa, desprecio por los demás dioses, especialmente Afrodita de quien dirá: “porque soy casto, de lejos la saludo”, “No me agrada ningún dios venerado en la noche”, “a tu diosa Afrodita le digo adiós con gusto”. Personaje misógino, odia a las mujeres, se verifica en él un particular gusto por la compañía masculina de sus amigos, actitud contrastante con el odio que su madre debió sentir hacia él dado el sentimiento contrario de las amazonas hacia los varones. Admitida la costumbre de aquellas en cuanto a mutilar a los niños del sexo masculino, es pertinente suponer que su castidad se deba, no a una consagración, sino a una castración.[7]

Se observa en Hipólito un conjunto de actividades sustitutivas del objeto erótico: afición a los caballos, a las lecturas, a las tertulias, la cacería y la alimentación frugal, sintomáticos de la melancolía, en Fedra se verifican también agudos rasgos melancólicos.

f)Fedra: hija de Pasifae y de Minos, reyes de Creta, hermana de Ariadna. Poseída de febril pasión por Hipólito llega a violar un voto o juramento sagrado del secreto, revelándolo a su nodriza. Pugna por guardarlo y en esa misma medida el furor erótico le devora consumiéndola irremisiblemente. Ya al comienzo de la obra el coro expresa este hecho “Con duelo oculto la arribada intenta, cual nave, al fin infortunado de la muerte” en tanto la nodriza insiste en conocer su mal “Que ocurre, mi alma conocer ansía ¿porqué está demacrado el cuerpo pálido de Fedra?”, ella calla, “oculta su mal, no dice de qué está enferma”. Así, la heroína continúa resistiendo al torturante interrogatorio de que es objeto: “¿qué haces? ¿quieres forzarme a hablar cogiéndome de la mano, suplicante?” y por otro lado advierte las peligrosas consecuencias de revelarlo: “me vas a traer la muerte”, la nodriza insiste: “Aún sigo sin saber lo que deseo oír”. En este punto poseída, enajenada de sí, embriagada por el hechizo afrodisíaco de Eros, cede finalmente y expresa abrasada por la pasión: “cualquiera sea su nombre, a él, el de la amazona”.

En este momento se desencadena una sucesión de hechos mortales. “ésta es tu muerte, sacaste a luz cosas infames” (relación con Tántalo) dirá el coro. Fedra entona una larga monodia explicando su proceder al cual considera el más correcto. Luego la nodriza le incita a aceptar el amor: “ten el valor de amar... deja tu obstinación y cesa en tu impiedad”. Nuevamente aquí, bajo situación de crisis, los personajes se retrotraen al pasado de la historia mítica, buscando allí un cosmos ordenado, pero esta vez sin percatarse que la dirección de su búsqueda les conduce precisamente hacia Afrodita, la divinidad que ha urdido vengarse de Hipólito por causa de su insolente culto exclusivo a Artemisa, diosa de la virginidad. Así la nodriza prosigue: “es Afrodita quien da el amor, del cual hemos nacido todos cuantos vivimos en la tierra” (mito cosmogónico en Hesiodo) refiere que “Zeus ansió la boda con Sémele”, la Aurora amó a Céfalo y, si tal los dioses, luego Fedra, en opinión de la nodriza, desafía con su comportamiento a las divinidades. Le propone filtros y encantamientos que solamente ella conoce “usando alguna cosa del amado, o una palabra [8] -subrayo esto porque será el método utilizado y condenado al fracaso- o un trozo del vestido, para, de dos personas hacer un amor único”. La nodriza, viéndola perecer, esgrime entonces el argumento decisivo: “¿A qué estas prédicas? No son palabras púdicas las que ahora te hacen falta: ¡sólo el varón” y, abrasada por el furor erótico Fedra cede.

Resulta ilustrativo observar que los conjuros y filtros amorosos, bien para propiciar, bien para alejar, conducen a la muerte en las tragedias euripídeas como en “Medea” y en “Las Traquinianas” de Sófocles. Se puede entender aquí que la concesión de Fedra se deba a una intención ambigua: o conoce que con ello conducirá a la muerte de Hipólito, dado que anteriormente ha deliberado cavilando sobre su suicidio y en este sentido planifica una venganza por causa de la invencible resistencia de aquel: “Pero al morir seré la ruina de algún otro, para que aprenda a no ser orgulloso en mi desgracia”, o bien lo hace porque próximo Teseo a volverse a Trecen, se cumplirá el oráculo según el cual habrá de marchar con ella a Atenas y, en consecuencia, ante la perspectiva de no ver más a Hipólito, cesa entonces de luchar por él. Aunque esta presunción de lectura posea alguna certidumbre, debemos decir que no excluye sin embargo la hipótesis de la venganza por parte de Fedra, punto de vista en el que acuerdan una gran parte de los estudiosos que han abordado esta tragedia. En este caso añadiremos que la venganza de Fedra sólo efectúa la venganza de Afrodita por motivos distintos.

Autor: José Antonio Gutiérrez


Notas


[1] Tántalo “...Hijo de Zeus y Pluto casó con Dione, una de las pléyades. Se atrajo la cólera de Zeus por no haber entregado a Hermes el perro del cronida, que le había confiado pandareo. Zeus le puso encima el monte Sípilo y luego lo precipitó a los infiernos. Allí sufrió, según la descripción que hace Homero en “La Odisea” uno de los más terribles tormentos: permanecía bajo una piedra siempre a punto de caer, pero en perpetuo equilibrio. También con hambre y sed eternos hundido hasta el cuello en el agua, no podía saciar su apetito: el líquido huía y no alcanzaba su boca una rama cargada de frutos que pendía sobre su cabeza...entre los motivos de este castigo, se le acusa de orgullo por revelar a los hombres las conversaciones divinas de la mesa de los dioses, o bien de haberse apoderado del néctar y la ambrosía de sus festines para darlas a los hombres...” Cfr. Diccionario Enciclopédico Quillet.
[2] Observaremos en esta tragedia que Teseo, descendiente de Tántalo dirá: “ya no retengo en mi boca más este infortunio”
[3] Cfr. Dicc. Enciclopédico Quillet
[4] Literalmente dirá Teseo al referirse a Hipólito “¿No es un sofista, un impostor ese hombre?”
[5] Indudablemente también al de Tántalo. Teseo dirá: “Viene de lejos, según yo pienso este infortunio, por el pecado de antepasados”
[6] Resulta notable la similitud entre la muerte de Hipólito y la de Enómao, padre de Hipodamia, por obra de caballos no sujetos a control por el auriga.
[7] Las palabras de la nodriza a Fedra, parecen sugerirlo en este punto: “Los que son castos, no por su voluntad mas, sin embargo aman el mal”
[8] Nuevamente, la revelación de un secreto.